12.22.2007

Cheerleaders en la UAM-X



12.16.2007

El crepúsculo de heterolandia, mester de jotería

Entrevista con Antonio Marquet
Por israel Pintor


Antonio Marquet está formado en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, el Colegio de México, las Universidades Sorbonne y Jussieu de París y el Centro de Investigaciones y Estudios Psicoanalíticos. Ha tomado diversos cursos de actualización en University of California en Berkeleye; John Hopkins University en Washington D.C. y la Universidad Pedagógica Nacional en Santa Fe de Bogotá.
Realizó una estancia posdoctoral en la Universidad de Montréal. Ha trabajado como profesor de español en la Academia de Versailles; como profesor visitante en Austin College, en Tulane University y en el Instituto Matías Romero de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Desde 1983 es profesor-investigador en el Departamento de humanidades de la UAM, Azc. y pertenece al Sistema Nacional de Investigadores. Autor, hasta la fecha, de dos estudios sobre la cultura gay en México editados por la UAM.A.
Antonio y yo hemos mantenido contacto virtual desde hace ya algunos años (desde que comencé el Movimiento por la Diversidad Sexual de la UAM-X, aproximadamente) y, hasta hace pocos días, en la entrega de los premios a la investigación 2007 que otorga la UAM –dónde por supuesto Antonio fue uno de los galardonados-, tuve el placer de compartir con él unos momentos personalmente. Ese día hicimos cita para realizar la siguiente entrevista.

En el Liminar de tu más reciente publicación, comentas que el objetivo del libro es documentar el fin de una era y el comienzo de otra… ¿Piensas que las circunstancias históricas que vivimos están marcando el fin de la era heteronormativa y el inicio de la era de la jotería? ¿Por qué jotería, háblanos también de la resignificación que buscas de esta palabra?

En primer lugar quisiera agradecer tu lectura.
Los periodos históricos no son tan marcados: no terminan en un día. La era heteronormativa tendrá larga vida. Yo no anuncio el término de la heteronormatividad para nada: a lo que aludo con “heterolandia” es al ocaso de la institucionalización de la cultura bipolar, de la familia única, de la heterosexualidad como único destino posible y deseable. Cada vez es más fuerte el efecto grotesco de los discursos que sostienen tales posturas: como esa masa de fanáticos en las escaleras de la Asamblea de representantes que coreaban con rostros desencajados el día de la aprobación de las sociedades de convivencia: “Hombre y mujer: eso debe ser”. De lo que hablo es de una actitud diferente, de una determinación por parte de la comunidad LGBT que se ha quitado la mordaza. Ahora la comunidad gay exige derechos en los ámbitos que tradicionalmente se utilizaron para perseguirla. Si antes la medicina patologizó a la homosexualidad; ahora hay un alto número de denuncias contra prácticas médicas estigmatizadoras: por ejemplo que se marquen los expedientes de un paciente con VIH; o que los hospitales nieguen servicios…

Por otro lado, las sociedades de convivencia representan un cambio radical en el terreno legal. No estamos satisfechos con lo poco que se ha logrado pero es un inicio en firme. Por otra parte, el descrédito del discurso eclesiástico es enorme al grado que se repliega a un bunker vigilado por cámaras, con muros policiacos y una sofisticada red de vigilancia, de la que carece el pueblo de México, para su seguridad. En estos terrenos, la homosexualidad había sido criminalizada, patologizada, convertida en pecado.

Se trata de una nueva época porque la comunidad gay ha tomado la palabra. Y para limitarme al terreno de la cultura, ha enriquecido el terreno de todas las artes no sólo con temáticas, sino con un estilo, con un tono, con una actitud. Esto es el inicio de una revolución. De allí proviene mi optimismo de que en esta época asistiremos al surgimiento de un auténtico Mester de jotería: a la manera del Mester de juglaría con el que comienza la literatura en castellano.

En cuanto al término: Juglaría – jotería: el juego por homofonías resulta divertido… No se trata de resignificar una palabra. Hay que hacerlo con muchas otras palabras y, por supuesto, ir más allá de las palabras. Lo importante es la actitud frente a la injuria heteronormativa. Si transformamos sus injurias en palabras emblemáticas ¿con qué se quedan? Por supuesto inventarán nuevos insultos; también nos reiremos de ellos. A lo que se apunta no es a palabras aisladas sino a la segregación, a la discriminación, a la relación de desigualdad que instaura la injuria, lo cual es incompatible incluso con el simulacro de régimen democrático tras el que se parapetan los conservadores…

La comunidad gay promueve que la sociedad en su conjunto cobre conciencia de sus palabras, de la ausencia de equidad que promueve el insulto, la estigmatización: joto, naco, pinche vieja, tortillera, ser-un-peligro-para-México… son actos de violencia.

Citándote del prólogo: “Hace menos de un siglo, todavía se proyectaba la sombra de una soledad melancólica e inevitable sobre la homosexualidad… La infelicidad provenía del desamor”. Esto me lleva a preguntarte: ¿cómo se ha visto modificada esta situación actualmente, es decir, ahora la infelicidad proviene de otros factores? ¿Cuales?

No sé si felicidad o infelicidad sea el mejor parámetro… Además de que discursivamente la sociedad había negativizado a la homosexualidad tajantemente volviéndola un pecado, una enfermedad o un crimen, además de esto, se decía que el homosexual moría solo y era infeliz: esto formaba parte del estereotipo. La heteronormatividad se había apropiado de la felicidad: el ser humano sólo podía ser feliz con esposa e hijos y de allí ir directo al cielo (patriarcal). Basta con ver los rostros alelados de una familia paseando por un centro comercial un domingo por la tarde para saber que esa felicidad (estúpida) es más que relativa… También se creía que la satisfacción se alcanzaba en la penetración y el orgasmo. Sin embargo Freud erotizó el cuerpo del niño. Lo describió como un perverso polimorfo; habló de zonas erógenas…

Volviendo al presente, la felicidad se construye desde otra perspectiva. Desde mi punto de vista se construye con un compromiso con el propio deseo; con la responsabilidad del sujeto con su deseo. Realizarlo cuesta, y es caro, y hay que estar dispuesto a pagar por satisfacerlo y claro a crear el capital emocional para tener con qué pagarlo y realizarlo. También hay que tener conciencia de la labilidad del deseo… Cavafis insistió, sin embargo, en la importancia del camino en “Ítaca”.

Dices de los famosos cuartos oscuros, cito: “han promovido una versión exprés de la vida amorosa”. Estos espacios resultan importantes para la comunidad LGBT en muchos sentidos, pero mejor háblanos de ellos, a qué te refieres cuando dices que son una versión exprés de la vida amorosa.

Muchas veces lo hemos hecho y lo hacemos, pero ¿podemos salir del cuarto oscuro y dejar al otro atrás? O deberíamos incluirlo en la satisfacción de nuestro deseo. Creo que hay que responsabilizarse con el otro, incluirlo. La satisfacción o la insatisfacción, la felicidad o la infelicidad, no son individuales, ni narcisistas. Tiene que incluir al otro en un pacto de convivencia… ¿o no?

Me parece que los cuartos oscuros fueron inventados para promover el contacto con el otro. Una forma más directa y rápida de acercarnos epitelialmente con el otro. Esto es una maravilla, pero ¿después del contacto qué…? Me parece que diez, cien o mil contactos no te llevan a ningún lado, si no se busca sino el contacto. En primer lugar porque la vida no es una cuestión de cantidades. Por otro lado, el sujeto es algo más que epitelio; busca algo más... El cuarto oscuro es un punto de partida; no es un estacionamiento ni el único horizonte de la subjetividad gay.

Quiero decirte que El crepúsculo de Heterolandia es una serie de ensayos elaborados desde 2000 al 2006. Tiene un prólogo en que reflexiono sobre la vida amorosa del año 2000. En particular, desde mi situación personal. Había terminado una relación muy larga de casi treinta años y me sentía particularmente infeliz: como un perro callejero vagando sin rumbo. Un punto de anclaje fue sin duda el cuarto oscuro: no niego su erotismo, el carácter transgresivo contra la institución noviazgo-compromiso-matrimonio-y-vivieron-felices-con-muchos-hijos-y-nietos. Sin embargo, hay una insatisfacción que me dejaba y que yo supongo que deja en muchos. Reflexiono sobre mi situación particular que caracterizaba a través de la dicotomía de tener fuertes lazos afectivos con mis amigos sin que hubiera nexos similares construidos, no en el cuarto oscuro (no hay que pedir peras al olmo), sino a partir del cuarto oscuro. Por un lado el sexo casual, en cuartos oscuros, en baños, en vapores (¿una forma de mantener el closet?)… por el otro, la solidez de las relaciones amistosas. ¿No hay manera de equilibrar esta “desproporción” por lapsos más grandes? Yo creo que sí. Ahora vivo con otra pareja. Tenemos seis años. No digo que la infelicidad se cortó y ahora hay un periodo de felicidad… si pensara así me encontraría en Jotilandia pensando en la plenitud (o como decimos irónicamente, “se cree que es rica, famosa y feliz”). No. La pareja te obliga a cuestionarte en otros aspectos, de la misma manera que el cuarto oscuro te obliga a cuestionarte en cuanto a la disociación placer/afecto y en los retos para superar esa situación: no hay fórmulas. Lo importante radica en la capacidad de no sólo cuestionar a heterolandia, sino de cuestionarnos.

Hay una frase que me impresionó mucho, cito: “Las grandes escisiones, heterosexual/homosexual, día/noche, público/clandestino proliferan en el ámbito de la vida íntima del gay para apartar sexo y afecto”. Estoy de acuerdo contigo en que hoy en día, las relaciones entre “partners” gay, tienden más a lo amistoso que a lo amoroso… ¿Quisieras ahondar más sobre esta idea?

Para algunos la disociación es una solución. Para mí no: es despilfarro de energía, que se pierde en sostener diferentes teatros; es sobre todo la necesidad de vivir en teatros, y la pluralización de los clósets…

La lógica de los mercados tiende a colocar todo en departamentos separados: por un lado las verduras y por el otro la carne y los lácteos. El ser humano debe comportarse de esa manera: serio y productivo en el trabajo, cariñoso en su casa; con los amigos ser otro tipo de escape… Esto resulta grave, mucho más grave, cuando se pasa al género, a la clase social o a la raza: las mujeres en la casa, el hombre en la política; los pobres en su ciudad perdida y los ricos en su campo de golf bardeado y electrificado; los indios y mestizos estamos en la base de la pirámide social; los criollos en el gobierno y en la cúspide de la pirámide. El lema foxista “Un gobierno de empresarios para empresarios” publicita cínicamente a la exclusión. Por ello creo que, en la medida de lo posible, el gay debe ser gay en el trabajo, en la polis, en la casa y en el bar. Ser gay en el bar, actuar como buga en el trabajo y en la familia me parece que lleva a un desgaste emocional enorme, aunque reconozco que para muchos no habría por el momento otra opción. Hay que unificar la energía pulsional para crear otras maneras de inclusión, otra sociedad y no gastarla en teatritos que a nadie convencen y nos convierten en sujetos, en actores que representan, siempre mal, un papel.

Las décadas de los ochenta y noventa, como tú bien sabes, fueron desastrosas política, económica, cultural y sentimentalmente hablando para la comunidad gay internacional. ¿Crees que actualmente esta crisis se está superando, cómo está sucediendo, qué factores lo permiten?

Pienso que vienen épocas más duras en otros aspectos. La visibilidad promueve nuevos problemas y nuevos ataques justamente porque estamos en la plaza pública. Seguramente los crímenes de odio continuarán; habría que considerar el riesgo de que pudieran proliferar. El problema sobre todo es de educación. Abandonada a la suerte del peor sindicato (corporativismo que antes denunciaba el panismo), el gobierno enfatiza una educación focalizada en la información, la ciencia y la técnica. Y esto lo hace de una manera muy insuficiente: los resultados son lamentables. Sin embargo, no se enseña a CONVIVIR, no se enseña el respeto a la diferencia que resulta tan importante como adquirir información o una formación. Por otro lado, desde los medios masivos se difunde el encono con las campañas negativas de difamación. El gran hermano, por ejemplo, promueve que excluyamos: que votemos para expulsar a alguien. ¿Se ha detenido alguien a pensar en la aberración que es esto? Esa es la educación: excluir, expulsar, aislar. Entran miles de llamadas para excluir y se alienta a los mismos integrantes de una comunidad a que eliminen a alguien: es la regla. En este contexto, “gana” el que se queda hasta el final. Esto significa un empobrecimiento y la destrucción de la convivencia. “Gana” dinero y diferentes premios, reconocimiento, fama, mientras se ha perdido la oportunidad de vivir en una comunidad.

En la comunidad gay también nos entregamos pasionalmente al juego de las exclusiones: la draga detesta a la vestida, el gay musculoso de gimnasio al oso; los gays a las lesbianas, las lesbianas a los gays, el gay al bisexual…

No hay signos de superación de la crisis. Por el contrario, hay una profundización de ella que se traduce en una balcanización de la comunidad gay: se hace énfasis en la diferencia y con base en ella se excluye al otro. Me parece que la “lógica” depredadora del bigbroder está triunfando. Frente a este callejón sin salida, la cultura es un posible tránsito. En todo caso hay que hacer un frente común ante los avances del conservadurismo que se mantienen aun ante sus evidentes deficiencias.

Desde tu punto de vista, ¿Qué tanto ha aumentado la visibilidad de la comunidad gay en nuestro país, particularmente en nuestra Ciudad de México? Y ¿qué tanto esto beneficia a la misma comunidad?

La visibilidad ha aumentado sin duda. Se han ganado para las nuevas generaciones ciertos espacios públicos que hay que defender. Ningún logro es permanente. Hay que recordar que Berlín vivió un momento de apertura clausurado por el nazismo.
Actualmente las estrategias conservadoras constituyen un motivo de preocupación, que no se percibe en la comunidad gay que cree votar en función de intereses de clase sin observar la asociación de los grupos conservadores con la iglesia, institución que está en contra de que el sujeto elija libremente. En la actualidad todo se organiza en términos de cruzada: cruzada contra el narco, cruzada por Tabasco… no hay que preguntarse para cuándo organizan una cruzada contra la comunidad gay: la están haciendo al promover una sola religión, una sola familia, una sola verdad: nadie puede negar la imbecilidad del foxismo; la impunidad promovida desde la corte suprema y el despilfarro de los recursos petroleros utilizados para pagar una burocracia cara, al servicio de una decena de familias (que incrementaron sus fortunas bajo la égida foxista) y que únicamente el ejército vio incrementado su salario notablemente…

Dedicas este último material bibliográfico a explorar algunos espacios creados por aquellos que han decidido dar una respuesta creadora a la marginación, la persecución y la injuria que significa vivir en Heterolandia. Háblanos de lo que la gente encontrará en El Crepúsculo de Heterolandia, Mester de Jotería

Encontrarán un punto de vista personal sobre todo lo que hemos visto y sentido en los escenarios de la cultura gay en México. Una reflexión sobre el amor en tiempos del cuarto oscuro, sobre la quimiotización de nuestra vida ya sea para sobrevivir con VIH o para modelar el cuerpo (nalgas, tetas, bíceps). Encontrará fotografías de las marchas que son una manera de incluir a la masa gay y una forma de percibirnos como una comunidad que se apodera del espacio público de manera festiva y carnavalesca pero con pie firme. Como una comunidad que se ha puesto en marcha con un destino que es el zócalo y que quiere ser recibida por las autoridades capitalinas como una forma de reconocimiento y para que escuchen los puntos de nuestra agenda cultural, social, política. Encontrará el lector una reflexión sobre pintura, literatura, cine, sobre las semanas culturales del Chopo y crónicas sobre la fiesta travesti de la virgen de la Merced… encontrará la determinación porque nuestra vida cotidiana comunitaria no se pierda en el olvido y una invitación para que escriba sobre todo lo que no está, lo que hace falta en este libro y que es mucho…

El crepúsculo de Heterolandia… es una reflexión de algunos aspectos de la cultura gay desde mi punto de vista, desde mi cuestionamiento del 2000-2006, desde mi circunstancia subjetiva. Las hipótesis que arriesgo en el libro sobre diversas obras son subjetivas, vienen de circunstancias emotivas determinadas. El crepúsculo… es un testimonio sobre lo que alcancé a ver. No puede considerarse completo ni medirse en relación con una verdad absoluta y eterna, objetiva, medible y comprobable. Eso es lo que vi, lo que pensé. Y como tal se planta frente al lector para promover un “y tú ¿qué piensas? “Y tú ¿qué viste?”

Para finalizar, me gustaría que nos regalaras unas palabras sobre lo importante que resulta la producción y consumo de cultura en nuestro país, particularmente, sobre el beneficio que estas dos acciones producen en el colectivo LGBT…

¿Cómo pensar en la trayectoria del vampiro sin Luis Zapata? ¿Dónde hubiera quedado ese registro sin la novela? ¿Cómo hubiéramos sabido de la infección de Arenas sin Antes que anochezca? Arenas sería parte de la estadística. ¿Qué sabríamos de la seropositividad de Oswaldo Calderón, de la carrera de una travesti sin Lo que el virus se llevó;? Oswaldo afirma que lo esperan después de la función para intercambiar experiencias… ¿o del duelo sin Salón de Belleza de Bellatin? ¿Qué sabríamos de la crónica cultural y social de México sin Novo? ¿Cómo acceder a la poética del clóset sin descifrar los misterios que envuelven “Nocturno de Bujara” de Pitol? ¿No nos faltaría una cuerda emocional sin Lo marginal en el centro de Monsiváis? ¿Las noches en el Tom’s serían lo mismo sin los gogo-dancers, o las del Buttergold sin el Internacional Show Acapulco?

La cultura es un acto comunitario por excelencia. Al dirigirse a una comunidad, la consolida, multiplica los lazos simbólicos; al mismo tiempo que la cultura procede de la misma comunidad, es su expresión, su emblema. La cultura LGBT es un espacio de encuentro en el prolongado proceso de consolidación de una comunidad, y por ello mismo es un registro histórico privilegiado. Por otra parte la cultura LGBT cumple con muchas funciones sociales en tanto que cuestionamiento, interrogación al canon excluyente heteronormativo. Es una búsqueda de nuevos horizontes al tiempo que favorece el encuentro de todos los LGBT que han iniciado caminos, ajenos a los terrenos hollados en heterolandia.

La cultura es un espacio para la subjetividad misma que ha sido excluida de todos los espacios en la sociedad contemporánea donde campea desde la objetividad al simulacro. Es el espacio en el que podemos acceder a lo más profundo de nosotros y del otro. No en el cuarto oscuro, no en la vida pública. En ese espacio simbólico encontramos el goce sexual, el perreo, la enfermedad, el humor… y cómo se viven; en la cultura encontramos la efusión lírica y la rabia, el duelo y la ironía, el ingenio y la injusticia, el sufrimiento y el goce, historias que nos son ajenas o afines, conocidas o inimaginadas… que nos enriquecen… pero no sólo encontramos el ancho caudal de la vida subjetiva sino la manera en que reaccionan frente a ella los personajes: y nosotros los lectores, el público expresamos nuestras simpatías y diferencias.

Antonio Marquet presentará El crepúsculo de Heterolandia, Mester de Jotería durante la 1ra Muestra de libros LGBT en la UAM-X.

2.21.2007

Carta protesta (agresión en la UAM.X durante visita de Roberto Giraldo)

México DF, 6 de Febrero 2007
A quien corresponda:Las y los estudiantes, académicos y docentes de la Universidad Autónoma Metropolitana plantel Xochimilco deseamos expresar nuestra profunda preocupación por los hechos suscitados este martes 6 de febrero en nuestro campus.Roberto Giraldo, cabeza de los negacionistas del sida, fue invitado a dar una conferencia en el auditorio Vicente Guerrero para hablar sobre sus teorías acerca de la no existencia del VIH y la “cura” del sida. Nos preocupa que profesores de la carrera de Comunicación Social en nuestro plantel, en aras de la libertad de expresión, hayan dado cabida a versiones que no hacen sino poner en riesgo la salud y la vida de las personas, seropositivas o no.Adicionalmente a lo riesgoso de difundir estas teorías “disidentes”, cuya postura ante el uso del condón es confusa y que refuerzan estereotipos de los mal llamados “grupos de riesgo”, nuestro compañero Ismael Marín Ortiz (actualmente estudiante en noveno trimestre en la carrera de Comunicación Social) fue golpeado por un simpatizante. Esto al tratar de evitar que el agresor tirara a la basura ejemplares del suplemento Letra S (febrero de 2007) que contenían un reportaje que desmiente los argumentos de los negacionistas.Ante este hecho, registrado hacia el final de la conferencia dictada por Giraldo, los autonombrados “disidentes del sida” así como las autoridades organizadoras, reaccionaron de manera tibia y pretendieron seguir con la ronda de preguntas y respuestas que aún se desarrollaba.Repudiamos la agresión sufrida por nuestro compañero, miembro del Movimiento de Diversidad Sexual MDS-UAMX, pero también nos indigna que los espacios universitarios se abran a voces que amenazan la vida de las personas al inducirlas a dejar los tratamientos antirretrovirales, yendo en contra de toda ética médica y del método científico que ha demostrado la existencia del VIH, así como la ganancia de vida que tienen todas las personas seropostivas que reciben la atención correspondiente.
  • Lic. en Psicología José Manuel Méndez Tapia, UAM-X
  • Mtro. Pedro Humberto Moreno Salazar, UAM-X
  • Ma. de los Angeles Garduño Andrade, Coordinadora de la Maestría de Medicina Social, UAM.X
  • Dr. Edgar C. Jarillo Soto Coordinador Doctorado en Ciencias en Salud Colectiva, UAM.X
  • Norma Lara Flores, UAM.X
  • Sara Yaneth Fernández Moreno, Estudiante PhD DCSC UAM-X, Coordinadora Adjunta Red Género y Salud ALAMES, Docente Investigadora Universidad de Antioquia Colombia
  • José Arturo Granados C., Profesor Investigador de la Maestría en Medicina Social, UAM-X
  • Dra. Oliva López Arellano, Maestría en Medicina Social y Doctorado en Ciencias en Salud Colectiva
  • Juan Carlos Vargas Reyes, personal académico UAM-X
  • Silvia Tamez González, Profesora de la UAM-X
  • Dr. Andres Castuera Ibarra, Médico Sexólogo
  • Mtro. Xabier Lizarraga, Director de Antropología Física del INAH
  • Yolanda Pineda López, Profesora - Investigadora, UACM
  • Movimiento por la Diversidad Sexual de la Universidad Autónoma Metropolitana, Xochimilco (MDS-UAM.X)
  • Jóvenes Gays del Politécnico (JOGAYIPN)
  • Gabriel Gutiérrez García, Corresponsal en Canadá de www.eradio.com.mx
  • Teatro & SIDA, A.C.
  • radiorockola.com
  • Josué Quino, Centro de Atención Integral Para Adolescentes y Jóvenes Gays, Lesbianas y Bisexuales de México (CAIPAJ)
  • ITZAM´NA, A.C.
  • Psic. Olivia Guerrero Figueroa, Vicepresidenta de la Asociación Mexicana para la Salud Sexual A. C. (AMSSAC)
  • Atención Legal y Psicológica Integral, A.C. (ALPsI)
  • Mtra. Laura Nájera Nava, IMIFAP, A.C.
  • Mtro. Kittipong Nasaiya, Ayudante en Asuntos Políticos y Económicos, Embajada de México en Tailandia. Bangkok, Tailandia
  • Fernando Pérez Gallardo, Brgadas Médico Epidemiológicas A.C.
  • Ismael Marín Ortiz, Comunicación Social, UAM-X
  • Israel Pintor Morales, Comunicación Social, UAM-X
  • César Torres Cruz, Comunicación Social, UAM-X
  • América Sevilla Aguilar, Medicina, UAM-X
  • Paulina Reyna Ruiz, Diseño Gráfico, UAM-X
  • René Martínez Pérez, Diseño Industrial UAM-X
  • Alan Yamil Carranza Hinojosa, Comunicacion Social, UAM-X, Ex dirigente Diversiuam
  • M. Georgina Rivas Bocanegra, estudiante de posgrado en el Colegio de la Frontera Sur. San Cristóbal de Las Casas, Chiapas
  • Gustavo Palestina Fernández, Psicología Social, UAM-I
  • Miguel Angel Ruiz López, Comunicación Social, UAM-X
  • Neftalí Bartol Benítez Efrati, Nutrición, UAM-X
  • Ricardo González Foyo, UAM-X
  • Madeleine Betzabe Moreno Murguía, Psicología, UAM-X
  • Alex Díaz, Comunicación Social, UAM-X 1996,
  • Alberto Ramírez González, Psicologia, UAM-X
  • Graciela Yescas Linares, Q.F.B., Ex-integrante de Diversiuam
  • Levi Christian Bautista Yañez, Medicina, UAM-X
  • Deyanira González de León Aguirre, UAM-X
  • Salvador Zavaleta Ramírez, Sociología, UAM-X
  • Mtro. Renato Marcelo Osses Leyton, Psicología Social, UAM-X
  • Jorge Augusto Chávez Vera, Estudiante XII Modulo, Licenciatura en Medicina, UAM-X
  • BRENDA DEL ANGEL GLEZ, Psicología Social, UAM-X
  • David M. Meléndez Navarro
  • Alexis Ramírez Varela, Letras Modernas, UNAM
  • Sandra Compean Dardon

Para adherirte tu firma a la carta, manda un correo a free_isra@yahoo.com.mx

Controversia y agresión en la UAM-X por presentación de negacionistas del VIH-SIDA

17 de Febrero 2007, México Distrito Federal, UAM.X/ El pasado 6 de febrero, la coordinación de la carrera de Comunicación Social de la Universidad Autónoma Metropolitana Xochimilco, por intermediación de uno de sus docentes, invitó al Dr. Roberto Giraldo, presidente del grupo Movimiento por el Replanteamiento Científico del SIDA A.C. a poner una conferencia sobre los controvertidos planteamientos sobre la inexistencia del VIH y la posible curación del sida; esto, dentro del principio de derecho a la información que promueve la carrera.Durante la conferencia, el ponente explicó al auditorio, entre otras cosas, que a la fecha y desde su creciente aparición mundial no se ha comprobado científicamente la existencia del virus de inmunodeficiencia humana. Por lo tanto, el VIH, “como nos lo han hecho creer las farmacéuticas trasnacionales”, no existe.Por otra parte, argumentó la posible cura del síndrome de inmunodeficiencia adquirida diciendo que a raíz de la exposición a “agentes estresantes” (mala alimentación, consumo de drogas, contaminación, estrés y depresión, etc.) se intoxica el cuerpo y desarrolla el deterioro del sistema inmunológico.Otro comentario realizado por Giraldo fue que el preservativo o condón, no debe ser utilizado para prevenir el VIH-SIDA, pues este no existe; sí entonces para combatir infecciones de transmisión sexual como la sífilis y la gonorrea o prevenir embarazos no deseados. Quedaron claras dos premisas difundidas por el docto y la organización respaldo que aguardó silenciosa a su alrededor durante la mayor parte del evento: 1) “El VIH no existe” 2) “El SIDA no es una enfermedad infecciosa, es tóxica y por lo tanto curable”.Poco antes de concluir la conferencia, Ismael Marín, estudiante de la misma carrera promotora, fue golpeado bruscamente en la nariz por un simpatizante del Dr. Giraldo a las afueras del auditorio. El altercado se suscitó cuando Ismael Marín intentó detener a su agresor cuando rompía un paquete de suplementos Letra S que yacían fuera del auditorio en espera de ser repartidos al final del evento. La publicación contenía un artículo en el que se desmentían y reprobaban las premisas del Dr. Giraldo.Según declaraciones de Ismael Marín, poco antes de comenzar la ronda de preguntas y respuestas al concluir la ponencia, el agresor salió y volvió a entrar al lugar con un suplemento en las manos que depositó en una de las mesas donde estaba sentada la gente que acompañaba al ponente. Cursó un par de palabras y escribió algo sobre una hoja de papel que uno de los escoltas le ofreció. Se cree que el acercamiento se debió al acto de compartir datos con el fin de seguir en contacto y apoyar la organización.Cabe resaltar una observación, el agresor fue curiosamente el único asistente al evento que declaró abiertamente estar en completo acuerdo con los argumentos expuestos por Giraldo.Apenas concluido el agravio, entró Ismael Marín ensangrentado al auditorio para denunciar el ataque. Fue curiosa la reacción de las autoridades, sobre todo la del coordinador de la carrera organizadora y un par de docentes que tibiamente decidieron escuchar lo que Marín tuviera que decir para seguir con la ronda de preguntas y respuestas.Finalmente, reprobaron la violencia suscitada y concluyeron la ponencia. Entre un par de aplausos confusos y un tumulto de dudas, fotógrafos y amigos del agredido, el auditorio cerró sus puertas poco después de salir todos.Desde el acontecimiento, estudiantes y académicos del plantel, junto con organizaciones internas y externas a él, han demostrado su inconformidad y preocupación con la firma de una carta dirigida a las autoridades universitarias. Algunos medios como la radio, han retomado recientemente el controvertido tema y han expuesto de nueva cuenta las declaraciones de Giraldo. La Secretaría de Salud declaró hace unos días que tomará acciones jurídicas en contra de MONARCAS A.C. por perjudicar la salud de personas que viven con VIH y producir confusión con respecto a la prevención del virus, así como incentivar el desuso del condón como prevención del sida.

11.26.2006

Sexualidades Disidentes

Acerca del Discurso en Jóvenes Homosexuales Universitarios
Profesor Maestrante
Renato Marcelo Osses Leyton


UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA
Unidad Xochimilco – División de Ciencias Sociales y Humanidades
Maestría en Psicología Social de Grupos e Instituciones

CIUDAD DE MÉXICO, OCTUBRE 2006
INTRODUCCIÓN

Asistimos al momento histórico de la postmodernidad
[1], concebida como un continuum de lo moderno que cohabita en Latinoamérica con realidades modernas y premodernas, para mí es el espacio de la urbe ameboide[2] que exterioriza un malestar generalizado ante la cultura y la tecnología, que se caracteriza por una prominencia de lo individual frente a lo grupal, de lo heterogéneo y lo diverso frente a lo uniforme; surgida en el contexto del derrumbe de las utopías y a la luz de la supremacía de un modelo económico globalizante por sobre las ideologías occidentales en pugna durante el siglo XX.
Me parece una época marcada por dos grandes transformaciones: la proliferación de los discursos y la fragmentación de las identidades. Si otrora el discurso oficial occidental se enmarcaba en totalidades globalizantes, ahora existen múltiples realizaciones discursivas[3] formando un macrotexto social, pugnando por sobrevivir e incidir en la sociedad. Si antes había un modelo aspiracional único de persona: varón, heterosexual, caucásico, profesional y propietario, ahora co-existen muchas manifestaciones identitarias que antes eran invisibles: mujer propietaria, empresaria, profesional, presidenta/ hombre metrosexual, bisexual, poliamoroso, homosexual, gay/ queer, transexual, transgénero y las que vendrán…
Esto nos está hablando del temor que tiene el ser humano al caos y de la necesidad de construir clasificaciones, nos asusta la nada, la no referencia, lo inexplicable, y recurrimos a la nominación, a la investigación, al arte, pero también al pre-juicio y al estereotipo como mecanismos para ‘dar orden a nuestro mundo’. La herencia de la modernidad positivista, racionalista, no ha acabado, sino que se transforma, un paradigma sustituye a otro (Kuhn: 1962) y los discursos religioso, político, jurídico, médico, científico siguen haciendo mella en nosotros.
Esta investigación, que pretende ser psicosociolingüística, se encuentra atrapada en estas coordenadas, así como en la experiencia de vida de quien observa y describe, de quien relata e interactúa en lo bipersonal y en lo grupal: la visión del sujeto observado no es independiente del observador.
En este macrocontexto social no podemos dejar de observar la notoriedad que ha adquirido el tema de la diversidad sexual y especialmente el de la homosexualidad en México y en muchas partes del mundo. Los que cursamos más de cuatro décadas, recordaremos que a fines de los 60’s el tema homosexual estaba invisibilizado y se reducía a tal o cual extravagancia que podía cometer alguna estrella del espectáculo. Poco a poco esta fracción de la realidad se ha evidenciado - tal vez bajo el triste alero de la pandemia SIDA en la década de los 80’s- en un proceso de develamiento, de lucha y reivindicación. El siglo XXI es la ‘centuria homosexual’, y actualmente no hay cambio político o religioso en occidente que no considere el tema de la gaycidad; no obstante , la discusión se da entre fuerzas contrapuestas, y mientras ciertos derechos para las personas homosexuales son reconocidos en algunos países (unión civil, adopción, herencia, salud, etc.), en otros sigue existiendo el delito de ‘sodomía’ (Nicaragua) e incluso el presidio perpetuo y la pena de muerte para los homosexuales (Irán, Irak, Nigeria, Mozambique, Pakistán )[4]
En México se ha vivido lo propio, la lucha política por hacerse visibles a fines de los 70’s se vio interrumpida en la pugna por la sobrevivencia ante el VIH, siendo durante los 90’s cuando se retoma la organización desde lo político y comienza a surgir desde la academia el estudio de las sexualidades. Después de cinco generaciones, en esta Maestría 2004-2006, ingresan cuatro temáticas LGBT, lo que nos debe hacer reflexionar sobre el amargo silencio anterior.
Desde un país de corte tradicionalista como Chile[5], el campo homosexual se vive de forma diferente, más soterrado por la sociedad, por lo que el aterrizaje en Ciudad de México 2004-2006 no sólo ha implicado en lo personal un significativo proceso de deconstrucción-reconstrucción, sino que es un paréntesis liminar en lo que nos queda de vida, al decir de Neruda: ‘nosotros, los de antes, ya no somos los mismos…’[6]

EL DISCURSO DE NUNCA ACABAR
‘Verba manent et movent’

Me interesa aludir al discurso, a ese constructo definitoriamente humano que re-crea realidades. Hemos dicho que entendemos por discurso un conjunto sistémico de ideas sobre la realidad, con un tópico aglutinador, al que las personas adscriben mediante un acto de fe.
Trasladémonos contextualmente a una manifestación del grupo vinculado a la diversidad sexual en donde se plantea un dicurso...
‘Ahora es martes y son las 19.00 hrs. en el departamento de la calle Acapulco en La Condesa; como cada semana, vienen llegando entre presurosos y puntuales los ‘Padres y Madres de hijos Gays e hijas Lesbianas del grupo Condesa’; Myriam Ángel –fundadora y coordinadora del grupo que cumplió seis años- y sus ayudantes los reciben con cordialidad, con simpatía, denotando su experiencia en el oficio. Hoy estoy invitado a plantear una charla sobre ‘diversidad sexual’, como miembro del grupo 21 de Amnistía Internacional.
Esta vez me tocó estar en otra arista del discurso, hasta entonces siempre escuchaba a los hijos/as, pero ahora pienso que el ‘desclosetamiento’ es un proceso a veces mucho más fuerte para los padres. Remito esta experiencia porque en las sesiones a las que asistí, con padres, hijos, ‘diz’ que especialistas, emergió claramente lo que llamaremos aquí el ‘discurso del origen’.’
Asociado muchas veces a lo mítico, el discurso del origen ha acompañado siempre al hombre en la tríada: ¿qué somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos? , interrogantes concomitantes a la experiencia de este grupo de padres y madres que se preguntan reiteradamente por el origen de la homosexualidad de sus hijos, sufren por el entorno social y le temen al futuro.
Decíamos en otro texto que actualmente el discurso del origen en torno a la homosexualidad se debatía entre el ‘esencialismo’ y ‘constructivismo’[7], las primeras posiciones se basan en tres posibles explicaciones: la hormonal, que hace referencia a los influjos químicos que recibe la madre durante el embarazo y cómo éstos afectan a futuro la sexualidad del nonato, así como también presta atención a la producción bioquímica de la persona hetero/homo; la explicación neuroanatómica, que tiene un triste pasado, pues en ella se basó la intervención quirúrgica lobotomía , realizada principios del s. XX para ‘curar la perversión homosexual’, pero que tiene reciente desarrollo en la hipótesis de zonas cerebrales características de las personas homosexuales; y la genética, que causó gran revuelo sólo hace unos años al postular el descubrimiento de Xq 28 como el ‘gen homosexual’, según estudios realizados en gemelos homosexuales homocigóticos[8].
En el plano constructivista social, los Padres y Madres de la Condesa se preguntan: ¿qué hice para que mi hijo/a me saliera así?, ¿lo mimé demasiado?, ¿vivía en un ambiente rodeado sólo de mujeres?, ¿le hizo falta la imagen paterna?, ¿la convivencia con ‘ese chico’ le contagió la homosexualidad?, ¿es un momento crítico, pero se le va a pasar?, etc.
Percibo que el discurso promovido en esta agrupación de padres es que ‘se nace homosexual’ y ‘se es homosexual desde la cuna hasta la mortaja’, pero que ‘no sabemos a ciencia cierta cuál es su origen’. Más allá de estas ideas, quiero graficar la angustiosa búsqueda de una explicación por ‘esto que soy’ o por ‘esto que me está pasando’, proceso que he visto y experimentado en la juventud homosexual, y que me explico en dos dimensiones: por una parte esta necesidad humana vital de conocer nuestros orígenes, pero por otra parte el choque de la identificación con una sexualidad socialmente abyecta, que contrasta con la visión hegemónica naturalizada que lleva al heterosexual a no cuestionarse por qué es o siente así.
Considero el discurso del origen como la antesala del proyecto identificatorio homosexual, es decir, frente a esto nuevo, emergente, que experimento, necesito de una explicación y adheriré a aquella que más se acerca a mi cosmovisión; en lo particular, de acuerdo con los diferentes grupos investigados, aquello que tiende a concordar con la carrera que estoy estudiando (¿acto de Fe?) .
Mc Donald y Signorile aluden a esta conclusión en su concepción sobre ‘salir del clóset’, como un proceso vivido en diferentes etapas o pasos secuenciales, cuestión que retomaré más adelante.[9] De este modo, mi amigo Hugo que estudia en el IPN ingeniería industrial, me refiere: ‘yo creo que hay una razón biológica en la explicación de la homosexualidad…’, en tanto que Daniel, estudiante de psicología en la UAM, ha señalado: ‘ yo supe qué era homosexual hasta que estuve como en sexto de primaria, cuando tuve que dar una conferencia…ora sí que hasta el Director de mi escuela fue…, sobre SIDA; entonces ahí fue cuando descubrí sobre la palabra homosexual y algunas otras cosas más…’

2.- El discurso en funcionamiento

Otra forma de concebir el discurso es atender a cómo se presenta o se manifiesta en lo cotidiano, y a este respecto tomaré dos elementos que estimo conforman un cuerpo y tienen una gravitancia en mi investigación en torno al lenguaje relacionado con la homosexualidad: las palabras en el péndulo ‘discriminación-empoderamiento’.
El tema del discurso discriminatorio está en álgida actualidad, desde la conciencia de los derechos humanos se ha desarrollado todo un análisis en torno a la discriminación, las maneras cómo se re-produce, y las formas para combatirla. Por ejemplo, en México se señala que:
“Si bien es cierto que las personas o grupos que sufren discriminación por su orientación sexual - esto es: gays, lesbianas y bisexuales - padecen en lo general situaciones similares sobre los efectos de la discriminación, también es cierto que cada grupo de los mencionados anteriormente, tiene sus especificidades y por ende, genera su propio discurso en contra de esta discriminación sufrida que se vive todavía en nuestro escenario social mexicano. En el caso de los gays, el fenómeno de la discriminación tiene varias aristas y quizá niveles, la primera arista podría ser desde la infinidad de palabras usadas para expresarse hacia este grupo, y que no reflejan otra cosa más que el grado de intolerancia y de homofobia de las personas que las proliferan; la segunda podría situarse en el mal trato del que son objeto muchos hombres que, por tener o parecer tener una preferencia distinta a la heterosexual, son objeto de burla y de tratos indignos por parte de algunos servidores públicos…”
[10]
Eribon ha revisado el mecanismo del lenguaje discriminatorio como sello constitutivo de la personalidad homosexual, señalando que “en el principio hay la injuria, la que cualquier gay puede oír en un momento u otro de su vida, y que es el signo de su vulnerabilidad psicológica y social. ‘Sucio marica’…’sucia tortillera’…no son simples palabras emitidas casualmente, son agresiones verbales que dejan huella en la conciencia, son traumatismos más o menos violentos que se experimentan en el instante, pero que se inscriben en la memoria y en el cuerpo, porque la timidez, el malestar, la vergüenza son actitudes corporales producidas por la hostilidad del mundo exterior. Y una de las consecuencias de la injuria es moldear las relaciones con los demás y con el mundo. Y, por lo tanto, perfilar la personalidad, la subjetividad, el ser mismo del individuo (…).
El insulto me hace saber que soy una persona distinta de las demás, que no soy normal. El insulto es pues un veredicto, una sentencia casi definitiva y con la que habrá que vivir. Un gay aprende su diferencia merced al choque de la injuria y sus efectos, el principal de los cuales es sin duda percatarse de esta asimetría fundamental que instaura el acto de lenguaje: descubro que soy una persona de la cual se puede decir esto o aquello(…), la ‘nominación’ produce una toma de conciencia de uno mismo como ‘otro’ que los demás transforman en ’ objeto’ (...). La injuria es por tanto, apresamiento y desposesión.
El que lanza el ultraje me hace saber que tiene poder sobre mí, que estoy a su merced. Y ese poder es, en principio el de herirme. El de estampar en mi conciencia esa herida e inscribir la vergüenza en lo más profundo de mi espíritu. Esta conciencia herida y avergonzada de sí misma se convierte en un elemento constitutivo de mi personalidad”
[11].



Hablamos entonces del poder constitutivo del lenguaje, de su efecto caracterizador en la personalidad; en un sentido similar Judith Butler, “inspirada en los análisis de Michel Foucault y Jacques Derrida, plantea (…) la idea de performatividad: la identidad sexual no es algo natural o dado, sino el resultado de prácticas discursivas y teatrales de género; el género en sí mismo es una ficción cultural, un efecto preformativo de actos reiterados, sin un original ni una esencia”
[12]
El discurso discriminatorio podría moldear, entonces, al individuo, ser performativo, no por una característica exclusiva de él, sino en virtud de los efectos ilocucionarios y perlocucionarios del lenguaje, tal como los distinguió Austin al indicar que “los primeros son los actos de habla que, cuando dicen algo hacen lo que dicen, mientras que los segundos son actos de habla que producen ciertos efectos como consecuencia, al decir algo se derivan ciertos efectos. El acto de habla ilocucionario es él mismo el hecho que efectúa; mientras que el perlocucionario solamente produce ciertos efectos que no son lo mismos que el acto de habla”
[13]
El lenguaje nominativo injurioso tiene de ilocucionario el ser declarativo, al sustantivar un adjetivo: ‘puto, joto, lilo, puñal, maricón’ nos re-crea como un tipo humano abyecto; en tanto que ‘el rubor, la vergüenza, el miedo, la ira, la confusión’ cumplen con el efecto perlocucionario.
Los efectos del lenguaje discriminatorio se sustentan en que la nominación es una condensación sociohistórica del lenguaje, “un acto de habla no es un evento momentáneo, sino un cierto tipo de red de horizontes temporales, una condensación de iterabilidad que excede el momento que da lugar”
[14], esto es, cada vez que se produce el insulto se pone en acción la visión social depositada en la palabra. En este sentido la injuria siempre es contextual, y por ello cuando se es extranjero en la tierra se tiene ‘cierta inmunidad’ frente al término desconocido. Sin embargo, no sólo es la palabra la que produce afección, es el gesto, el tono, la elocución, ‘el acto de habla en función total’, como diría Austin, el que nos resulta amenazante porque tiene el poder de ‘des-colocarnos’, de interrumpir nuestro devenir cotidiano para dejarnos por unos momentos suspendidos, extraviados, sin saber qué hacer; tarda la mente y el cuerpo en recuperarse de un insulto, sobre todo cuando éste es percibido por primera vez.
Otro aspecto es que la efectividad de la injuria depende de lo que Butler ha llamado ‘poder soberano’: “para que la amenaza funcione se requieren de ciertas circunstancias, así como de un campo de poder a través del cual se puedan materializar sus efectos preformativos”
[15] . El injuriante se inviste de poder, asentado en la visión social, para proferir su discurso amenazante, pero este poder debe ser reconocido por el injuriado, pues de lo contrario se pierden los efectos. Es el injuriado, el receptor del discurso, quien valida el efecto perlocucionario; por ello alguien puede sentirse afectado por el discurso de un otro que no ha pretendido ofender, e incluso, se puede recibir un insulto y revertirlo como un elemento desencadenante de poder, proceso vinculado al empoderamiento.
No olvidemos, además, la relación que merced al lenguaje se produce entre el plano psíquico-afectivo y el físico-corporal: “afirmar que el lenguaje ‘hace daño’, que ‘las palabras hieren’ es combinar los vocabularios lingüísticos y los físicos”
[16], y nos puede llevar al debate que se ha suscitado en el plano legislativo penal en torno a considerar el acto de habla como ‘una conducta’, de la que el ciudadano debe hacerse responsable. Con todo, nos interesa la perspectiva psicosociolingüística del fenómeno, y encuentro en el planteamiento de Julia Kristeva una hipótesis que da cuenta de esta singular relación; ella amplía la noción de Saussure sobre el signo lingüístico estableciendo que preferentemente el lenguaje verbal contiene tres tipos de representaciones: “ las representaciones de palabra (análogas al significante en la lingüística), las representaciones de cosa (análogas al significado), que denomina simbólicas, y un tercer tipo de representación: las representaciones de afectos, inscripciones psíquicas móviles, sometidas a las operaciones de condensación y desplazamiento del proceso primario descrito por Freud, que denomina semióticas en sentido estricto.” Kristeva señala que su conceptualización “permite comprender cómo la palabra lógica, apuntalada por representaciones infralingúísticas, puede alcanzar el registro físico. Propone un modelo de lo humano, en el cual el lenguaje no está separado del cuerpo sino, por el contrario, donde el ‘verbo’ siempre puede afectarlo para bien o para mal”[17]
En la vida habitual de un joven homosexual universitario, los actos de habla podrían considerar: la interrelación con su grupo de pares, la comunicación en el contexto académico, la interacción con la familia y otros contextos sociales funcionales. En general, no se ha apreciado una diferencia sustantiva en la competencia semántica del lenguaje de estudiantes heterosexuales u homosexuales, homogeneizándose muchas veces en la ‘chavolalia’ a través de palabras del grupo etáreo, como pueden ser: ‘banda’, ‘mi jefe/a’, ‘cámara’, ‘wey’, etc. No obstante, hay un espacio característico propio que se produce en la interacción con otros jóvenes gays, caracterizado por un argot que va desde la verbalización en un contexto plenamente gay, como puede ser ‘el joteo’ o ‘el perreo’ – competencia sociolingüística-, pasando por la informalidad de la conversación entre pares gays, el lenguaje inscrito sobre una superficie para ‘el ligue’, la interacción en el chat gay, hasta la máxima expresión de la competencia somatolálica que enmudece las palabras en el ligue del metro, del baño sauna o en la casita de placer[18].
Una antítesis pendular del ‘lenguaje discriminatorio’ es el ‘lenguaje de empoderamiento’, posibilitado merced a que las reglas que estructuran la significación y que generan la posición del sujeto homosexual a través de la injuria son las mismas que permiten la subversión. Una de las fortalezas que nos otorga la ‘nominación’ es que nos da existencia, constituye un reconocimiento del otro y una ‘posibilidad de ser’. En este contexto un nombre sustantivo es mucho más poderoso que una frase nominal, puesto que la segunda se ocupa muchas veces como un eufemismo del primero, esto es, si decir: ‘maricón, joto, tereso, viado, fleto, hueco, puñal’ resultan términos socialmente tabúes en cuanto a significante y significado, el recurrir a ‘le gusta la cáscara amarga, se le hace agua la canoa, come arroz con popote, le gustan las patitas de chancho’ suaviza la significación, pero suelen ser formas lingüísticas inoperantes para el efecto de empoderar un término.
Mediante el ‘lenguaje de empoderamiento’ efectúo un proceso para revertir la injuria apropiándome de los términos ofensivos y resignificándolos, o creando otros nuevos con los que me identifique preferentemente y universalizándolos. Un ejemplo del primer caso podría ser el término ‘joto/a’ - surgido en la cárcel de Lecumberrie en donde agrupaban a las personas homosexuales en la celda ‘J’ – y del que ha derivado el término festivo ‘jotear’, como una actividad entretenida mediante la cual ‘puedo ser como soy’, ocupado en su derivación por una conocida tienda llamada ‘joterías’, es decir, mercado donde hay cosas para jotas. Y como segundo ejemplo está el ya clásico término ‘Gay’, universalizado y adoptado como término político y de lucha: ILGA Internacional Lesbian Gay Association, cafeterías Bgay Bproud, Reflexiones sobre la cuestión gay, etc.
Según Armand de Fluvia “el término ‘gay’ es un adjetivo de origen provenzal, que pasó al catalán: gai, al francés: gai, y de éste al inglés: gay, al castellano: gayo, al galaico portugués: gaio, y al italiano: gaio. Tiene diferentes significados: alegre, divertido, festivo, simpático, ufano, satisfecho, jovial, jocundo, contento, brillante, bien vestido, atractivo, fresco, disoluto, inmoral, calavera, de vida festiva o disipada, impertinente, prostituto, etc. Además en los países anglosajones se aplica esta palabra, como sustantivo, a los homosexuales”.
[19] De este modo, vemos cómo la ‘comunidad de ambiente’ adopta un término con connotaciones mayoritariamente positivas – reemplazando al clínico ‘homosexual’ y al religioso-legal ‘sodomita’ - para autodenominarse tan sólo hace unas tres décadas, lo que evidencia a la vez un proceso de visibilización y de subjetividades emergentes.
Podemos considerar como una manifestación de lenguaje de empoderamiento el ‘outing closet o salida del clóset’, el reconocer y decir-se: ‘soy gay’, es un acto de habla declarativo trascendente que tiene efectos ilocucionarios y perlocucionarios para la persona. Mc Donald define la salida del armario como “un proceso de desarrollo a través del cual las personas gays o lesbianas se dan cuanta de sus preferencias afectivas y sexuales, y escogen integrar este conocimiento a sus vidas personales y sociales. Salir del clóset involucra adoptar una identidad no tradicional, reestructurar el concepto propio, reorganizar el sentido personal de la historia y alterar las relaciones propias, con otros y con la sociedad; todo esto refleja una serie compleja de transformaciones cognitivas y afectivas, al igual que cambios del comportamiento”
[20]
Por su parte, Signorile establece una serie de pasos o etapas vividas durante la salida del clóset, muchas de las cuales se evidencian como actos discursivos:
1.- Identificación personal o autoreconocimiento de la orientación sexual.
2.- Reconocer la aversión hacia uno mismo y crear la autoestima.
3.- Aprender la verdad respecto a ser gay o lesbiana.
4.- Aprender a reconocer a otros gays y lesbianas.
5.- Desarrollar una familia de amigos.
6.- Planear cómo decírselo al mejor amigo/a.
7.- Salir del clóset frente a otros amigos.
8.- Tener una primera plática con la familia.
9.- Mantener viva la discusión sobre el tema con la familia.
10.- Traer a casa amigos y/o pareja gay – lésbica.
11.- Entender y evaluar la naturaleza sexuada en el centro de trabajo.
12.- Hacer que se enteren tus colegas.
13.- Ayudar a que otros salgan del clóset.
14.- Vivir como gay o lesbiana sin pensarlo.

El discurso de los derechos humanos
[21] y la toma de conciencia de la discriminación y de su manifestación a través del lenguaje también ha generado un espacio de empoderamiento, que se ha manifestado en la intervención legal respecto a las palabras. En algunos países el uso del ‘lenguaje de odio’ tiene penalización, en México el artículo 206 del Código del Distrito Federal ha sustentado demandas a este respecto:


“ARTÍCULO 206 DEL CÓDIGO PENAL PARA EL DISTRITO FEDERAL
TÍTULO DÉCIMO: DELITOS CONTRA LA DIGNIDAD DE LAS PERSONASCAPÍTULO ÚNICO: DISCRIMINACIÓN

ARTÍCULO 206. Se impondrán de uno a tres años de prisión y de cincuenta a doscientos días multa al que, por razón de edad, sexo, embarazo, estado civil, raza, precedencia étnica, idioma, religión, ideología, orientación sexual, color de piel, nacionalidad, origen o posición social, trabajo o profesión, posición económica, características físicas, discapacidad o estado de salud:
I. Provoque o incite al odio o a la violencia;
II. Veje o excluya a alguna persona o grupo de personas; o
III. Niegue o restrinja derechos laborales.
Al servidor público que niegue o retarde a una persona un trámite, servicio o prestación al que tenga derecho, se le aumentará en una mitad la pena prevista en primer párrafo del presente artículo, y además se le impondrá destitución e inhabilitación para el desempeño de cualquier cargo, empleo o comisión públicos, por el mismo lapso de la privación de la libertad impuesta.”
Por su parte, la CONAPRED en estos dos últimos años ha desarrollado campañas radiales y publicitarias en pro de la no discriminación y su manifestación a través del lenguaje, en el metro de Ciudad de México vemos afiches que dicen: ‘No le llames maricón…, es una persona al igual que tú . ’ Vale decir, se está tomando conciencia de la palabra que oprobia como un acción que no contribuye a una sana convivencia en la diversidad, y por otra parte, reconozcamos la intromisión de la institución normativa legal a través de la penalización del uso del lenguaje.
Pienso que este planteamiento pendular ‘discriminación-empoderamiento’ desde el lenguaje, es congruente con una macro estructura dual en la que vive la persona homosexual: Cuelgan, se cimbran, oscilan..., las subjetividades gays se re-construyen en el vaivén del estar aquí y allá: dentro y fuera del grupo, adentro y afuera del clóset, en el mundo heterosexual y el homosexual, entre lo permitido y lo vedado...

3.- El discurso de la diversidad sexual

Entre los grupos y activistas LGBT se está dando una polémica en torno al discurso, algunos adhieren a la nominación ‘gay, lésbica, transgénero, transexual, travestí’ porque la ven como un poderoso instrumento político, un planteamiento diferenciador frente a la vida y una manera para demandar derechos propios; y otros pensamos que el concepto de ‘diversidad sexual’ es más incluyente y contribuye a paliar el fenómeno del ghetto y a evitar la victimización. No obstante, también nos previenen respecto a si el uso del sintagma nominal ‘diversidad sexual’ no sería en el fondo un recurso insconsciente para no aceptar lo que somos: homosexuales, y fungiría como una estrategia eufemística de blanqueamiento; ser ‘diverso sexual’ me acerca al plano de la heterosexualidad, me permite compartir aunque sea parte de ella, no me margina necesariamente. En un contexto similar, algunos plantean que la ‘bisexualidad’ es una estación transitoria, un camino de paso hacia la asunción de la homosexualidad; en tanto que para Irina Echeverría, la transexualidad también sería transitoria, concebida como un cauce en el proceso de un cuerpo de hombre que no identifica al alma y personalidad de mujer. [22]
“Aproximarnos a la diversidad sexual, necesariamente nos hace revisar el concepto que tenemos sobre la sexualidad. Es decir, dejar claro que concebimos a la sexualidad como un producto social que se refiere a los aspectos erótico-amorosos de nuestras vivencias, y que se sitúa mucho más allá de la genitalidad.”[23]
Desde esta perspectiva, para los estudios sobre diversidad sexual, la ‘sexualidad’ y la ‘diversidad’ constituyen categorías de análisis centrales. Así, la categoría ‘diversidad sexual’ abarca las sexualidades plurales, polimorfas y placenteras como la homosexualidad, el lesbianismo, la bisexualidad y el transgénero (travestíes y transexuales), ya sea como identidades esencializadas o como prácticas sexuales sin carácter identitario. Pero no se quedan ahí; también incluyen el estudio de la heterosexualidad, pues aunque constituye la expresión de la sexualidad legitimada por excelencia, no por ello deja de ser otra de las formas en que la diversidad sexual se manifiesta .
“La noción ‘diversidad sexual’ también debe verse en sí misma como una categoría plural. Es necesario reconocer la propia diversidad de identidades y prácticas que coexisten al interior de la diversidad sexual. En este sentido, debemos tener presente que no se puede hablar, por ejemplo, de una única identidad gay, ni de una única identidad lésbica, sino de ‘identidades gays, lésbicas, etc.’. Por esta razón, es imprescindible tener en cuenta que gays, lesbianas, bisexuales, transgenéricos, etcétera, están en todas partes y, como ha señalado Plummer (1992), son atravesados por una serie de diferencias socioculturales dadas por el sexo, el género, la clase social, la edad, la religión, la etnia, entre otros, que matizan las manifestaciones culturales específicas de las identidades y las prácticas sexuales.”
[24]
Butler nos ha advertido del proceso de ‘naturalización’ que ha vivido la categoría ‘homosexual’, producto de la visión de la identidad de género como algo innato y de la aceptación preferencial en las personas por las explicaciones provenientes de las ciencias naturales, característica claramente manifiesta en la descripción de los tópicos tratados por la Agrupación de Padres y Madres de La Condesa. “Los enunciados de identidad guardan la memoria de las prácticas de autoridad que los instituyen como normales o como abyectos (…), los enunciados de género, desde los pronunciados en el nacimiento como ‘es un niño o una niña’, hasta los insultos como ‘maricón o marimacho’ no son enunciados constatativos, no describen nada. Son más bien enunciados performativos (o realizativos), es decir, invocaciones o citaciones ritualizadas de la ley heterosexual (...)” [25] En lugar de apelar a un control por parte del Estado que censure o limite la emisión de discursos de odio racistas u homófonos, Butler va plantear una estrategia muy distinta al señalar el potencial subversivo de una reapropiación de estos mismos códigos insultantes: tomar la palabra y autodefinirse como ‘queer’[26] supone instalarse en las fallas del sistema heterocentrado, es invertir la fuerza performativa con la que el lenguaje sanciona la diferencia. Butler propondrá este intervalo de recodificación y resignificación, este margen de intervención entre palabras y sus efectos performativos, como un espacio de resistencia y confrontación política en el interior de los discursos dominantes[27]”. Para ello es necesario romper el silencio a través del desarrollo de un discurso que me haga presente, visible, y a la vez me construya como persona de la sociedad. En esta acción aparece la cuestión de cómo la invención de este sujeto implica un modo de uso de los discursos y por ende, del ejercicio del poder de enunciar. Esto quiere decir que al tomar el papel de enunciador el sujeto actualiza los discursos a su disposición, los re-crea.
“Para Foucault esta enunciación confirma una episteme, está limitada a las reglas de inteligibilidad demarcadas en su contexto histórico discursivo (...) En la conceptualización lacaniana, la invención de sujeto se explica como la entrada al orden simbólico. La aparición del sujeto tiene que ver por una parte con el uso de los discursos y por la otra como la sujeción de dicho sujeto a los discursos (...) Mientras enuncia, el sujeto se enuncia a sí mismo, mientras construye se construye, mientras se esfuerza por disolverse a sí mismo en la heterogeneidad de lo enunciado, no hace sino restaurar su presencia”
[28]

4.- El discurso del imaginario

Para Manuel Antonio Baeza (2000), los ‘imaginarios sociales’ se constituyen en singulares matrices de sentido existencial, como elementos coadyuvantes en la elaboración de sentidos subjetivos atribuidos al discurso, al pensamiento y a la acción social. Los imaginarios sociales siempre son contextualizados, ya que les es propia una historicidad caracterizante; no son la suma de imaginarios individuales: se requiere para que sean imaginarios sociales una suerte de reconocimiento colectivo, de tal manera que "los imaginarios pasarían a ser sociales porque se producirían, en el marco de relaciones sociales, condiciones históricas y sociales favorables para que determinados imaginarios sean colectivizados, es decir instituidos socialmente" (Castoriadis citado por Baeza 2000:25)
Tratar de comprender los fenómenos sociales contemporáneos desde la perspectiva de la teoría de imaginarios, es reconocer, parafraseando a Castoriadis, que la historia de la humanidad es la historia del imaginario humano y de sus obras. Se trata entonces de una posibilidad plausible y pertinente, que reconoce en la acción práctica del ser humano (con otros y sobre el sí mismo), en la dinámica de lo instituido y lo instituyente, una dialéctica poiética de autocreación; idea similar a la planteada por Maturana cuando nos define como seres incompletos y autopoiéticos.
Estamos planteando que el ‘imaginario’ es una categoría sociocultural, una construcción humana que ha sido instituida y legitimada socialmente. Nuestros imaginarios se constituyen en matrices que dan sentido a muchos aspectos de la realidad, con un carácter dinámico, puesto que subyace en ellos la posibilidad de creación, de resignificación, de deconstrucción y el reconocimiento de la posibilidad de creación de nuevos juegos de lenguaje, de nuevas metáforas, de nuevos universos simbólicos para dar cuenta del mundo compartido por los humanos.
A la capacidad de la psique de crear un flujo constante de representaciones, deseos y afectos, se le denomina imaginario radical como fuente de creación. El imaginario radical es el imaginario individual o imaginación radical, pero el imaginario social no es la suma de imaginarios radicales, ni la parte común, ni la media.
[29] La perspectiva de un sujeto del imaginario radical, de un sujeto creador del sí mismo, no debe llevarnos a desconocer la existencia de lo social como punto precedente del imaginario radical. Los léxicos fundadores serán prestados del léxico de la cultura que van a sustituir (imaginario social instituido). El sujeto juvenil es creado y es creador a la luz del imaginario social que le ha sido instituido, no sólo por su capacidad de generación de lo nuevo, sino por la capacidad de desplazamiento de sentido, acorde con el concepto de imaginario que nos propone Cornelius Castoriadis: “Hablamos de imaginario cuando queremos hablar de algo ‘inventado’ –ya se trate de un ‘invento absoluto’ (una historia inventada de cabo a rabo) , o de un deslizamiento o desplazamiento de sentido, en el que unos símbolos ya disponibles están investidos con otras significaciones que las suyas normales o canónicas”. Los jóvenes en sus diferentes formas de agrupación juvenil, desarrollan procesos de creación de nuevos estilos que podrían ubicarse, entre otros en la música, la moda, en las prácticas corpóreas, en estilos de vida acordes con sus procesos de creación, en su manera de vivir la sexualidad, pero también desarrollan procesos de desplazamiento de sentido al reciclar y mezclar estilos y estéticas juveniles preexistentes: "Lo esencial de la creación no es el ‘descubrimiento’, sino la constitución de lo nuevo; el arte no descubre, constituye; y la relación de lo que constituye con lo ‘real’, relación de verificación. Y, en el plano social, que es aquí nuestro interés central, la emergencia de nuevas instituciones y de nuevas formas de vivir, tampoco es un ‘descubrimiento’, es una constitución activa.”[30]
Consideremos que los imaginarios se expresan en las diferentes formas de lenguaje - Castoriadis señalaba que “ jamás podremos salir del lenguaje, pero nuestra movilidad en el lenguaje no tiene límites y nos permite ponerlo todo en cuestión, incluso el lenguaje y nuestra relación con él"
[31] - por ello su comprensión nos pone en la necesidad de indagar los discursos de las personas, sus prácticas, los intersticios, brechas, zonas y límites donde lo imaginario existe y el papel que en el discurso de las personas pueden desempeñar; así como también en el reconocimiento del sujeto que a través del imaginario, como fuente de creatividad y novedad, hace posible nuevas formas de vida, nuevas identidades.
Pintos conceptualiza los imaginarios sociales como “aquellos esquemas construidos socialmente que nos permiten percibir, explicar e intervenir en lo que cada sistema social considere como realidad (…), los imaginarios sociales tienen una función primaria que se podría definir como la elaboración y distribución generalizada de instrumentos de percepción de la realidad social construida como realmente existente.”
[32] He dicho que concibo la realidad como una construcción social macrotextual, de modo que esta investigación de maestría lo es también de los imaginarios sociales, y de cómo permea el discurso institucional del estado, de la religión, de la educación, de la familia, en la construcción identitaria de las homosexualidades; así como también el paradigma, la sociohistoricidad y mi experiencia de vida tamizan la investigación. Gran parte de la movilidad en la investigación ha sido producto del contraste entre los imaginarios que tenemos sobre la juventud homosexual mis informantes y yo.
Y esto lo podemos apreciar en cada fuente de información, en lo que publican los periódicos y las revistas, lo que emiten las radios y los canales televisivos, las películas, las músicas, las diferentes formas del espacio en la universidad y en los antros, las poesías y las novelas, los cómics, los sitios de Internet y la omnipresente publicidad, ese nuevo discurso moral que pretende monopolizar el sentido de nuestras vidas y en donde se generan las relevancias que muchas veces construyen nuestras referencias. En mi dispositivo de análisis he señalado al ‘análisis del discurso’ como una herramienta para ‘ver la presencia de lo institucional, los mecanismos persuasorios o disuasorios, lo normativo, los mecanismos que validan lo hegemónico, lo introyectado desde la sociedad’.

Concuerdo con Franco cuando señala que la ‘naturalización’ del orden social se da a través del sometimiento de los sujetos a las significaciones imaginarias sociales, es lo que ya nos advertía Butler con respecto al proceso social que han vivido las homosexualidades, entrando al esquema clasificatorio positivista y validando su existencia como una nueva posibilidad identitaria. Pero amplío que ese proceso de naturalización va inserto en la construcción de imaginarios merced al lenguaje, recurriendo a las estrategias discursivas mencionadas: la naturalización (p.ej. ‘por naturaleza el hombre tiende a la violencia en el acto sexual, le gusta penetrar’), el esencialismo (p.ej. ‘somos seres racionales’), el dogma (p.ej. ‘Dios los creó hombre y mujer y juzgó que era bueno’), la generalización (p.ej. ‘a la mayoría de los hombres les gusta dominar’), la homogenización (p.ej. ‘la pareja gay es infiel’), el paradigma heterosexual (p.ej. ‘en la pareja homosexual uno cumple rol activo –de hombre- y el otro un rol pasivo –de mujer-‘), la minimización (p.ej. ‘los hermafroditas son apenas el 0,4 % de la población’), y por supuesto la invisibilización que consiste en no hablar del tema, no mencionarlo siquiera: ‘lo que no se nombra no existe’ (Bersani). Señalemos además que cada institución adoptará la estrategia discursiva en congruencia con su cosmovisión, así la religión planteará el dogma, la jurisprudencia la ley, la ciencia dura la naturalización o el esencialismo, la ciencia social la generalización u homogenización. Y sin embargo, aunque aparentemente diferentes, estos discursos muchas veces se refuerzan entre sí.


De este modo, hemos revisado algunas ideas en torno a las construcciones discursivas de las homosexualidades y de la diversidad-disidencia sexual.
Seguiremos profundizando en torno a éste y otros temas conexos, invitándoles a participar en el debate a través de esta página web o haciendo llegar sus comentarios, desacuerdos, rectificaciones, impresiones, ampliaciones, quejas, et caeteram a :
caucasicop@yahoo.com.mx.
Desde ya, muchas gracias por la atención, desocupado lector....




[1] UAM Xochimilco (1991). “La Posmodernidad”, Colección Ensayos, México, 217 Págs.
[2] Extendiendo sus seudópodos, crecen nuestras capitales latinoamericanas rodeadas de bolsones de pobreza en el marco de la inequidad. Estoy hablando de Santiago de Chile, de Buenos Aires, de Santa Fe de Bogotá y de nuestro paradigma surrealista: Ciudad de México.
[3] Entiendo por discurso ‘un conjunto sistémico de ideas sobre la realidad, con un tópico aglutinador, al que las personas adscriben mediante un acto de Fe’.
[4] Tan sólo en este trimestre se aprobaron las ‘uniones homosexuales’ en Irlanda del Norte, Escocia, Inglaterra, Gales y la República Checa; S.S. Benedicto XVI entregó indicaciones expresas sobre la homosexualidad en el sacerdocio; el presidente de Brasil Inacio Lula da Silva lleva por tercera vez el tema LGBT a la ONU, en tanto que en Irán siguen asesinando a las personas homosexuales por el delito de ‘lavat’.
[5] República de Chile: 15.350.000 hab., 17 años de régimen militar (1973-1990), 30 % de la educación en manos de la Iglesia Católica, la que también funda el partido político más relevante en la segunda mitad del siglo XX: PDC.
[6] Tomado de: “Veinte Poemas de Amor y una Canción Desesperada”.
[7] Vendrell, J. (2004) “El debate esencialismo-constructivismo en la cuestión sexual”.En “Sexualidades Diversas. Aproximaciones para su análisis”. PUEG-Porrúa, México. Págs. 35-64.
[8] Al respecto, ver Suárez, J.L. (2004) “Teorías biológicas que intentan explicar el origen de la preferencia”. En “Sexualidades Diversas. Aproximaciones para su análisis”. PUEG-Porrúa, México. Págs. 129-144.
[9] Lugo Pérez, A. (1999) ‘Identificación del nivel de conocimientos médicos y legales de los homosexuales de sexo masculino que se dedican a la prostitución en Ciudad de México’. Tesis Postgrado Medicina UNAM.
[10] Ponencia presentada por el Maestro Erick Omar Lee Meneses, ante la Cámara de Diputados del Distrito Federal, con ocasión del Foro sobre Diversidad Sexual 2005.
[11] Eribon, Didier. (2001) “Reflexiones sobre la cuestión gay”. Anagrama, Barcelona. Págs. 29-40.
[12] Butler, Judith. (1997) “Lenguaje, poder e identidad”. Síntesis, Madrid. Págs. 9-13.
[13] Butler, J. (1997) Op. cit. p. 18.
[14] Ibid.. p. 35 .
[15] Ibid. P. 31.
[16] Matsuda, M. et alter. (1993) “Words that wound: critical race theory, assaultive speech, and the first amendment”. Boulder:Westview Press.
[17] Kristeva, J. (1986) “Al comienzo era el amor. Psicoanálisis y fe”. Gedisa, Buenos Aires.
En García, Ma Inés (2003) “De los límites del lenguaje o el lenguaje de los límites” TRAMAS N° 21, México. Págs. 303-313.
[18] Joteo : situación de manifestación-coquetería homosexual.
Perreo : situación de agresividad lingüística entre homosexuales.
Ligue : acciones en procura de pareja sexual y7o afectiva.
[19] En Lugo Pérez, A. (1999) Op. cit. p.4.
[20] Ibid, p. 28.
[21] Entiendo por discurso ‘un conjunto sistémico de ideas sobre la realidad, con un tópico aglutinador, al que las personas adscriben mediante un acto de Fe’.
[22] Discurso planteado en la presentación del Proyecto de Ley de Género, Cámara de Diputados (2006).
[23] Careaga Pérez, G.(2004) ‘Sexualidades Diversas, aproximaciones para su análisis’, Introducción.
[24] Hernández Cabrera, P. M. (2004) Op. Cit., Págs. 21-33.
[25] Al respecto, véase de Judith Butler:“El género en disputa” o “Cuerpos que importan”(2002).
[26] Lo queer aparece, en parte, como una reacción a la categorización en sexualidad humana, ‘extiende el término hacia dimensiones que no puedes ser subsumidas bajo el género y la sexualidad’, lo queer ‘no niega otras diferencias, sino que aporta una base común para un ordenamiento de distinciones más sutiles (género, raza, etnia, clase, etc.) en identidades y estrategias discursivas’. Gardner H.(1996)La investigación de subjetividades disidentes. En Harvard EducationalReview, N°66.
58 Sáez & Preciado. ‘Prólogo a lenguaje, Poder e Identidad’.

[29] Franco, Yago. (2003) Magma: Cornelius Castoriadis: Psicoanálisis, Filosofía y Política. Buenos Aires: Editorial Biblos.
[30] Castoriadis, Cornelius. (2002) Figuras de lo Pensable (las encrucijadas del laberinto IV). México D:F.: Fondo de Cultura Económica.
[31] Castoriadis, Cornelius. (2002) La Institución Imaginaria de la Sociedad. El imaginario social y la institución. Vol. 2. Buenos Aires: Tusquets Editores.
[32] Pintos, Juan-Luis. (2000) “Construyendo Realidad(es): Los Imaginarios Sociales”. En http//web.usc.es , Santiago de Compostela.
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10.20.2006

Homofobia y Salud

José Arturo Granados Cosme[1], Guadalupe Delgado Sánchez[2], José Manuel Méndez Tapia[3]

1. Introducción

El campo sociomédico estudia los problemas colectivos de salud en dos líneas de abordaje: los procesos sociales que determinan las desigualdades en los daños a la salud y las respuestas que las sociedades organizan para enfrentar sus problemas sanitarios. En relación a la primera vertiente, el presente trabajo desarrolla un análisis del perfil patológico que muestran los homosexuales.
En base a la revisión bibliográfica de los estudios más recientes sobre los problemas de salud de los homosexuales, se presenta una síntesis que permite caracterizar la desigualdad en salud en función de la orientación sexual. La definición del patrón de morbimortalidad es posteriormente analizado a partir de la propuesta de una serie de referentes conceptuales que, desde un enfoque crítico, pueden explicar la especificidad de los problemas de salud de este grupo social.
La medicina social postula que el proceso salud-enfermedad colectivo tiene determinaciones económicas, políticas y culturales: a) ha enfatizado que existe una desigualdad social frente a la salud, b) ha distinguido que los grupos humanos presentan formas particulares de enfermar y morir que se corresponden con su particular inserción en la sociedad (Laurell, 1982) y c) ha descrito los procesos sociales que articulan las condiciones de vida con los daños a la salud que presentan los grupos humanos (Blanco, 1997).
En este trayecto, conceptos como proceso de trabajo y condiciones de vida han permitido explicar los patrones diferenciales de salud que muestran las poblaciones (Breihl, 1995) teniendo como referente principal a la clase social (Bronfman, 1983); han adquirido importancia las diferencias en la esperanza de vida al nacer, morbilidad y mortalidad (general y específica) y estado nutricio, así como la relación de estas variables con condiciones como trabajo, alimentación, educación y atención médica. Esto muestra que la medicina social ha avanzado sustancialmente en el estudio de la determinación económica, no así en un análisis del poder y los significados que no esté “subsumido” por la economía o que considere a la política y la cultura como fenómenos “secundarios” a la inserción en la estructura económica.
Los estudios de género han fortalecido la explicación de la determinación cultural al plantear que, además de la inserción económica, los significados y las prácticas que se elaboran sobre la diferencia sexual determinan las diferencias en salud entre varones y mujeres (Garduño, 2001). En general, las mujeres muestran una sobremorbilidad y los varones una sobremortalidad (Pérez-Gil, 1995); también los problemas de salud mental muestran amplios diferenciales por sexo, así como traumatismos y otros tipos de lesiones. Pero además, el concepto género ha puesto en evidencia los efectos sinérgicos entre diversas condiciones sociales como raza, etnia, edad y clase social, que generan inequidades mayores cuando son analizadas desde esta perspectiva (Moller, 1996).
Lo anterior no debe confundirse con una autonomía del género en la génesis de las desigualdades en salud. Una clase social puede presentar peores condiciones de salud que otras, pero al mismo tiempo, las mujeres de dicha clase pueden presentar niveles de salud más bajos que los varones de su misma clase social. De igual manera, se puede observar que los modelos tradicionales sobre la división sexual del trabajo, los estereotipos y roles de género siguen siendo más rígidos en los estratos socioeconómicos bajos. Vale la pena insistir que no se trata de una independencia del género sobre otras condiciones, sino por el contrario, de un “entrecruzamiento” de procesos cuyas consecuencias se expresan más desiguales que si fueran analizadas sin diferenciarlas entre varones y mujeres.
En cuanto a las desigualdades en salud por orientación sexual, los países anglosajones son los que cuentan ya con una amplia tradición en estudios que las documentan. En conjunto, estos trabajos se caracterizan por abordar los diferenciales en la incidencia y prevalencia del VIH-SIDA, así como de trastornos mentales.
Algunos estudiosos franceses han centrado su atención en la construcción social de la vulnerabilidad social de los homosexuales frente al VIH-SIDA (Thèry, 1996) (Delor, 2003), otros autores europeos se han ocupado del homicidio (Granados, 2006). Sin embargo, parece ser un hecho que la sexualidad y la orientación sexual no han llamado la atención de la corriente médico social latinoamericana, es por esto que en el presente trabajo proponemos a estas categorías como referentes teóricos que contribuyen al estudio de la determinación cultural del proceso salud-enfermedad colectivo y como concepto intermedio desarrollaremos la noción de homofobia.
Lo anterior motiva el propósito de plantear una ruta teórico-metodológica que contribuya a la comprensión de la especificidad de los daños a la salud que muestra la población homosexual y a la identificación de los procesos culturales implicados. De igual manera que para el caso del género, la orientación sexual no expresa un tránsito autónomo respecto de otras condiciones sociales, pero para fines didácticos, en este ensayo no se profundizará en las interrelaciones que guarda la sexualidad con otras categorías teóricas porque rebasa los límites de este trabajo y porque el avance en la formulación teórica de la orientación sexual en las desigualdades sanitarias aún no ha conseguido la solidez necesaria.

2. Los daños a la salud en homosexuales como un problema de salud colectiva
Un primer asunto a desarrollar es el argumento de que la discriminación por orientación sexual es causal de desigualdades en salud que deben ser tomadas como problemas de salud colectiva; en el fondo de esta relación se encuentra el planteamiento de si los problemas de salud de los homosexuales son un problema de salud pública.
Sin considerar las implicaciones ideológicas y políticas que tiene la definición de un grupo de análisis con la categorización de “minoría”, hay que tomar en cuenta que son escasos y poco generalizables los estudios que dan cuenta del tamaño de la población homosexual; la causa principal radica en que el reconocimiento de la homosexualidad en un individuo depende de situaciones que entrañan múltiples condicionamientos sociales. Por otra parte, la homosexualidad no es reductible a la conducta homosexual, los reportes varían entonces si en dichos estudios se ha consultado por prácticas homosexuales o por identificación con la orientación homosexual que conceptualmente no son lo mismo, no obstante, en ese margen los porcentajes varían del 3 al 10% en adultos proporciones que no son pequeñas, los estudios más citados al respecto son Sexual Behavior in the Human Male y Sexual Behavior in the Human Female de Kinsey (1998)
[4], cuyos datos nos permiten cuestionar la denominación de minoría sexual.
Por otro lado, aunque no existen criterios estrictamente definidos para determinar cuándo un problema de salud es colectivo, en nuestra perspectiva, deben tomarse en cuenta algunas características: a) que los daños a la salud en cuestión amenacen la permanencia histórica del grupo social, b) que los daños a la salud impliquen dificultades para que los individuos satisfagan otras necesidades, c) que los daños se muestren de manera desigual tanto al interior del grupo social como en comparación con otros grupos y d) que la causalidad (de los daños o desigualdades) esté determinada socialmente, es decir, que esté generada por la forma en que se han establecido las relaciones sociales al interior de la sociedad en cuestión. Este último criterio adquiere relevancia porque la definición de un problema de salud colectiva no se restringe a su magnitud o a sus costos sociales, sino que requiere de dos características, quizá menos pragmáticas pero igualmente importantes: su relevancia científica al plantear la relación entre lo biológico y lo social y la posibilidad de aportar elementos que permitan modificar los patrones de enfermedad y muerte mediante la transformación de las relaciones sociales que los generan.
En ese orden de ideas, las condiciones de salud que prevalecen en los homosexuales deben ser considerados un ámbito de pertinencia para el campo sociomédico debido a que, como se verá más adelante, los daños a la salud que muestra esta población obstaculizan el desarrollo de las potencialidades de sus miembros, disminuyendo su integración y participación social, haciéndolos más vulnerables frente a enfermedades que ponen en riesgo su existencia y porque están asociados a inequidades que implican prácticas discriminatorias.
El VIH-SIDA, por ejemplo, tiene una prevalencia cuya magnitud representa un alto costo humano y económico. El hecho de que tenga tasas más altas entre varones en edad productiva y sea una de las primeras causas de muerte pone en riesgo la fuerza productiva necesaria para la reproducción social; en el África subsahariana, por ejemplo, se considera que pueblos enteros estaban en riesgo de desaparecer por esta causa (Dazinger, 1994).
Además el VIH-SIDA se distribuye de manera diferencial en la población; en México la principal vía de transmisión es la sexual y la proporción de varones homosexuales sigue siendo mayor. Así mismo, la promoción de medidas de prevención, como el uso correcto del condón, enfrenta dificultades relacionadas con la cultura sobre la sexualidad y con los intereses de grupos sociales ideológicamente dominantes (Granados, 2003).
Por otra parte, el acceso diferencial a los antiretrovirales abre diversas vertientes de interés: revela las bajas coberturas de los sistemas de salud y seguridad social, las enormes ganancias obtenidas por las farmacéuticas transnacionales que los producen y el mayor financiamiento a las investigaciones clínicas sobre el subtipo más frecuente en Europa y América del norte (Dieterich, 1997).
Además del VIH-SIDA, otras enfermedades muestran tasas más altas en homosexuales, quienes también enfrentan mayores dificultades que los heterosexuales en el acceso a la atención médica para la resolución de sus problemas de salud y relaciones con los profesionales de la salud matizadas por el prejuicio; situaciones que, en conjunto, constituyen un patrón de morbimortalidad específico que a continuación describimos.

3. El perfil de daños a la salud en homosexuales

Hasta la fecha no se cuenta con una tradición de estudios sobre homosexualidad y salud en América Latina, lo anterior impone varias necesidades: a) profundizar en el estudio de las condiciones de salud-enfermedad de esta población que posibiliten una mayor generalización de los hallazgos, b) valorar con el cuidado requerido los aportes de estudios con poblaciones “auto-seleccionadas” (homosexuales organizados o enfermos en tratamiento), c) considerar las amplias diferencias culturales que implica la conducta sexual entre países anglosajones y latinoamericanos
[5], d) no perder de vista que la condición de orientación sexual se encuentra permanentemente “atravesada” por las mismas condiciones cuando hablamos de las diferencias entre varones y mujeres (clase social, etnia y raza) y e) ahondar en el papel de las determinaciones sociales, ya existe una asociación entre pobreza, homofobia y racismo con las prácticas de riesgo (Ramírez, 2002).
Con las consideraciones anteriores y tomando en cuenta las limitaciones de los estudios disponibles
[6], podemos identificar el patrón de morbimortalidad que presentan los homosexuales. Éste se caracteriza por la presencia de varios rubros: enfermedades infecciosas, enfermedades no transmisibles, daños a la salud mental, enfermedades de transmisión sexual, violencia, asociación entre daños a la salud mental y riesgo de VIH-SIDA, apoyo social, obstáculos para resolver los problemas de salud y homicidio.

Enfermedades infecciosas en general
Un estudio realizado en homosexuales seronegativos al VIH identificó que los homosexuales que ocultan su orientación sexual tienen casi dos veces (1.9) más riesgo de enfermedades infecciosas que quienes no la ocultan (Cole, 1996).

Enfermedades no transmisibles
Los homosexuales que ocultan su identidad tienen 2.2 veces más probabilidad de experimentar cáncer de cualquier tipo en comparación con quienes no la ocultan, (Cole, 1996).
Por su parte, las lesbianas presentan con más frecuencia, que las mujeres heterosexuales, riesgos para el cáncer mamario (nuliparidad e ingesta de alcohol) y para enfermedades cardiovasculares (elevados índices de masa corporal y mayor prevalencia en el consumo de tabaco); así como mayor frecuencia de depresión y uso de antidepresivos (Case, 2004). Las lesbianas y mujeres bisexuales muestran más cardiopatías que las mujeres heterosexuales y las últimas también muestran periodos más largos de malestares físicos (Diamant, 2003).

Daños a la salud mental
La discriminación, el estigma y el prejuicio hacia la homosexualidad conforman un contexto estresante y hostil que causa problemas de salud mental en lesbianas, homosexuales y bisexuales (Meyer, 2003). Los homosexuales muestran mayores tasas globales de trastornos mentales que los heterosexuales (Jorm, 2000); específicamente se ha identificado una mayor prevalencia de trastornos depresivos (Perkins, 1994; Cochran, 2003), ansiedad (Perkins, 1994), ataques de pánico (Cochran, 2003) y distress psicológico (Erwin, 1993; Cochran, 2003; King, 2004; Balsam, 2004).
Por otro lado, en varones bisexuales se observa una elevada prevalencia de depresión, ataques de pánico y distress psicológico que en los varones heterosexuales. De entre homosexuales y bisexuales, éstos últimos muestran más ansiedad, depresión y afectividad negativa, también reportan más eventos vitales adversos, particularmente en la niñez (Cochran, 2003).
Estudios realizados en contextos rurales (Preston, 2004), han identificado mayor estigmatización hacia la homosexualidad, incidiendo en bajos niveles de autoestima en los homosexuales, lo que los hace más susceptibles a padecer trastornos mentales. Por su parte, las lesbianas y mujeres bisexuales, en comparación con las heterosexuales, muestran una mayor prevalencia de trastornos de la ansiedad (Cochran, 2003).
La orientación sexual de los homosexuales predice el uso de psicoterapia, la medicación psiquiátrica, la ideación suicida, el intento de suicidio y las conductas autodestructivas en el proceso de ajuste familiar a la homosexualidad (Balsam, 2005). Los homosexuales, a diferencia de los heterosexuales, muestran mayor consumo de alcohol (Balsam, 2004; Stall, 2001), marihuana (Balsam, 2004) y drogas recreativas (Stall, 2001), daños autoinfligidos (King, 2004) y utilización de los servicios de salud mental (Balsam, 2004; King, 2004). Entre las mujeres con trastornos depresivos, las lesbianas muestran mayor uso de antidepresivos que las heterosexuales (Diamant, 2003).
Se ha encontrado que jóvenes homosexuales con falta de vivienda o antecedentes de no haberla tenido muestran una elevada prevalencia de eventos estresantes y trastornos mentales, así como uso de drogas y riesgo para ejercer la prostitución (Clatts, 2005).
Diversos estudios internacionales de corte epidemiológico han demostrado que los varones homosexuales y bisexuales tienen tasas más altas de intento de suicidio que los heterosexuales (Skegg, 2003; Lock, 1999; McAndrew, 2004; Jorm, 2002). Al respecto, Erwin (1993) postula que la causa de mayor prevalencia de suicidio en homosexuales se debe a la intolerancia social y a la opresión que han internalizado las víctimas.
En el Reino Unido se encontró que el 43% de los homosexuales estudiados mostraba algún trastorno mental y que el 31% había intentado suicidarse; la magnitud de estos porcentajes estuvo asociada con discriminación y violencia (Warner, 2004). El intento de suicidio, entre otros trastornos mentales, en adolescentes amerindios y nativos de Alaska (Barney, 2003) es significativamente más frecuente en homosexuales que en heterosexuales.

Enfermedades de transmisión sexual
Se ha documentado una mayor prevalencia de VIH-SIDA entre homosexuales que en heterosexuales. Hasta el 31 de diciembre de el 2005, 78.8% de los casos de SIDA en México se concentraban en personas entre los 15 y 44 años de edad, la principal vía de transmisión era la sexual (92.1% de los casos); dentro de este rubro, 47.3% fue por prácticas de hombres que tienen sexo con hombres, frente a un 44.8% de casos entre heterosexuales (SS, 2005).
Se ha mencionado que la epidemia tiende a incrementarse en mujeres, sin embargo, entre 1999 y 2000 dicho aumento no es sustancial (1% anual) (SS, 2000). En los datos disponibles sobresale el hecho de que en la población de hombres que tienen sexo con hombres (homosexuales y bisexuales) mantienen las tasas más altas de casos acumulados hasta el año 2005 (49.3 de los casos de SIDA en mayores de 15 años) (SS, 2005). Aunque el porcentaje de incidencia acumulada por transmisión sexual vía homosexual y bisexual ha disminuido (54.2 en 2001% y 49.3% en 2005), la proporción sigue siendo mayor que la heterosexual (SS, 2005).

Violencia
Homosexuales, lesbianas y bisexuales, comparativamente con los heterosexuales, muestran con más frecuencia eventos relacionados con violencia, tales como intimidación, acoso sexual y abuso físico (Williams, 2003). En un estudio realizado en los Estados Unidos de Norteamérica (Huebner, 2004) reportó que el 37% de los jóvenes homosexuales y bisexuales habían experimentado ofensas verbales, el 11.2% discriminación y el 4.8% violencia física; las agresiones se asociaron negativamente con la edad y el ocultamiento de la orientación sexual y positivamente con ser seropositivos al VIH.
En el Reino Unido se observó un mayor riesgo de discriminación y violencia, tales como ataque físico e intimidación escolar; la asociación de estos riesgos con altos niveles de trastornos mentales hace suponer que estos últimos son consecuencia de la discriminación (Warner, 2004). El consumo de metanfetaminas entre homosexuales en Nueva York (EU) ha sido vinculado con violencia física doméstica (Klitzman, 2002). Un estudio en el sureste asiático ha documentado que jóvenes homosexuales de minorías étnicas muestran tasas más altas de prácticas de riesgo para VIH que quienes no pertenecen a éstas; en este caso la homofobia y la discriminación “anti-inmigrante” fueron las experiencias más relatadas, éstas estuvieron vinculadas a estereotipos atribuidos a los homosexuales (pasividad/sumisión) (Wilson, 2004).
Estudios realizados en Alaska documentaron que los homosexuales presentan altas tasas de abuso físico en la infancia (Balsam, 2004) y que adolescentes homosexuales amerindios y nativos de este país padecen más eventos de abuso físico y sexual (Barney, 2003). Los antecedentes de abuso sexual en la niñez están asociados con penetración anal sin protección tanto insertiva como receptiva en varones homosexuales; en el caso de las relaciones anales receptivas, los mediadores de esta asociación fueron ansiedad, hostilidad y conducta suicida (O´Leary, 2003).

Asociación de daños a la salud mental y riesgo de VIH-SIDA
Se ha encontrado que gays
[7], lesbianas y bisexuales presentan de forma significativa más prácticas sexuales de riesgo para adquirir VIH-SIDA, como tener sexo sin usar preservativo (Lock, 1999). Parece ser que sociedades más tolerantes hacia la homosexualidad generan contextos culturales en los que los homosexuales son más capaces de poner en práctica la información sobre la prevención del VIH-SIDA; es posible que la relación entre la cultura y la capacidad de prevenirse esté mediada por los posibles daños a la salud mental que generan ambientes estresantes para los homosexuales que estarían obstaculizando la práctica de relaciones sexuales protegidas y seguras. Un efecto de este proceso se identificó en un estudio en Asia (Wilson, 2004), donde homosexuales de minorías étnicas mostraron prevalencias más elevadas de VIH-SIDA. Como efecto del estigma se ha encontrado que los homosexuales desarrollan niveles más bajos de autoestima, lo cual se ha asociado a prácticas sexuales de alto riesgo (Preston, 2004).
Estudios realizados en países anglosajones revelan una asociación entre trastornos mentales y prácticas sexuales de riesgo. En varones homosexuales, la depresión ha sido asociada al incremento de las prácticas de alto riesgo para VIH-SIDA (Beck, 2003) como la penetración anal receptiva sin protección con múltiples parejas y la intoxicación previa a las relaciones sexuales (Kelly, 1991). Un estudio en adolescentes homosexuales y bisexuales afroamericanos e hispanos en Nueva York encontró que a bajos niveles de ansiedad, depresión, uso de drogas y altos niveles de autoestima, hay mayor protección en las prácticas sexuales con penetración anal y oral (Rotherman, 1995). Otros estudio en homosexuales de este país muestra un patrón de consumo de metanfetaminas asociado con haber tenido más parejas, frecuentar bares o clubes de encuentro sexual, tener relaciones sexuales anales sin protección y mayor riesgo de adquirir y/o transmitir el VIH (Klitzman, 2002).
Un estudio en hombres seropositivos al VIH que tienen sexo con hombres en Nueva York y San Francisco (E.U.) encontró que la ansiedad, la hostilidad y la ideación suicida se asocian con prácticas sexuales anales receptivas (O’Leary, 2003). En portadores con VIH también se ha encontrado que los problemas de salud mental interfieren con el manejo clínico de la enfermedad; los observados con mayor frecuencia han sido: depresión (58%) y ansiedad (38.2%) (Berg, 2004).

Apoyo social
Los varones homosexuales muestran menor calidad de vida que los heterosexuales, los elementos relacionados con esta asociación han sido el autoestima y el dominio sobre la orientación sexual; llama la atención que en este estudio las mujeres no mostraron diferencias con sus contrapartes heterosexuales, lo que impone la necesidad de profundizar acerca de la menor calidad de vida que muestran los homosexuales varones (Sandfort, 2003).
Los homosexuales seropositivos al VIH enfrentan mayores obstáculos para hablar acerca de tal condición, hecho que afecta la calidad del apoyo social (Zea, 2005). Se ha documentado que los homosexuales y bisexuales cuentan con menos apoyo familiar que los heterosexuales y al comparar homosexuales y bisexuales, los bisexuales muestran más dificultades para el apoyo familiar y menor apoyo social extrafamiliar, así como más problemas financieros para enfrentar sus problemas de salud (Jorm, 2002). La falta de apoyo familiar tiene efectos en el bienestar psíquico de los homosexuales, ya que el percibir poco soporte social se asocia con aislamiento y dificultades para la salud mental (Jorm, 2002; Lackner, 1993).

Obstáculos para resolver los problemas de salud
No obstante que en 1973 la comunidad epistémica de la American Psychiatric Association (APA) dejó de considerar a la homosexualidad una enfermedad mental, prevalecen nociones y actitudes que revelan que la población general la sigue considerando una patología.
Además, tanto en la práctica médica como la psicológica, se conservan serias confusiones entre los términos identidad sexual, identidad de género y orientación sexual
[8]; así como entre los términos gay, homosexual, transexual, transgénero y travesti[9]; que repercuten en las actitudes sociales hacia los homosexuales. Entre ellas se tiene la consideración más vulgar de que el varón homosexual es un hombre que “quiere” ser mujer, por lo que se le asocia a lo femenino y se le extienden las valoraciones negativas que se destinan a las mujeres. Prevalecen también las consideraciones de que la homosexualidad es una enfermedad en sí misma (Leite, 1988) (Opler, 1991; Levy, 1982; Levy, 1984) y de que los problemas de salud que presentan los homosexuales se deben a su conducta o que son inherentes a su orientación sexual.
Al mismo tiempo, los homosexuales deben enfrentar la discriminación, en distintas modalidades, en los servicios de atención médica: negativa para la prestación de algún servicio, maltrato, omisión o negligencia en el tratamiento de sus padecimientos. Médicos (Kelly, 1987; Gillon, 1987) y psicólogos (Jones, 2000) muestran actitudes devaluatorias y discriminatorias hacia los homosexuales, tales como el interponer en su trato a pacientes con SIDA la percepción de que éste ha sido adquirido por sus “estilos de vida” (Gillon, 1987).
Incluso algunos clínicos siguen considerando a la homosexualidad como un trastorno mental y recomiendan la conversión sexual o la terapia reparativa, estas prácticas implican violaciones éticas como la coerción, violación a la confidencialidad, consentimiento informado y responsabilidad fiduciaria (Drescher, 2002).
Un estudio sobre los tratamientos para revertir la orientación homosexual muestra que algunos homosexuales han sido sometidos a estos tratamientos bajo coerción médica y que los problemas relacionados a su homosexualidad son en realidad una respuesta a la presión social que inhibe toda expresión de su sexualidad; dicho estudio concluye que el desarrollo de terapéuticas para revertir la homosexualidad tienen un impacto negativo en los homosexuales, quienes posteriormente muestran diversos grados de distress (Smith, 2004).
La profesión médica tiene una reputación de conservadurismo y entre los rasgos que la caracterizan está la homofobia. Algunos estudios reportan que la homofobia no afecta el ejercicio profesional de los médicos homosexuales y las médicas lesbianas (Saunders, 2000), sin embargo otros reportes han documentado consecuencias negativas en las relaciones interpersonales entre los médicos (Burke, 2001); por ejemplo, el 23% de los médicos entrevistados en un estudio en Estados Unidos tenían actitudes homofóbicas hacia sus colegas y hacia los pacientes (Mathews, 1986). Aunque se esperaría que este fenómeno hubiese mostrado cambios con el tiempo, en una encuesta realizada a médicos homosexuales en 1994 se encontró que el 34% había experimentado agresiones verbales y ofensas de sus colegas, que el 66% percibían el riesgo de afectar su práctica en caso de que sus colegas descubrieran su orientación sexual y sólo el 12% mencionaba percibir un trato igual dentro de la profesión, además se reportan ostracismo, despido laboral e “invitaciones” a acudir a psicoterapia (Schatz, 1994).
Queda claro que la homofobia es una forma de discriminación que prevalece en la profesión médica, las actitudes de los médicos hacia la homosexualidad reflejan las actitudes que prevalecen en la sociedad en general (Rose, 1994), aunque el proceso de formación científica de los médicos implica en sí misma la reproducción de valores negativos que “patologizan” la homosexualidad (Granados, 2006).

Homicidio
Dentro de los crímenes de odio, los que se perpetran contra varones homosexuales por su orientación sexual son los más frecuentes (Willis, 2004). Existen estudios que han documentado una mayor violencia en los homicidios a homosexuales que en los cometidos contra heterosexuales, distinguiéndose la crueldad y fuerza excesivas que rebasan las necesarias para causar la muerte de las víctimas.
En un estudio, el número de lesiones por caso fue, en promedio, de 14.5 para homosexuales y 6.5 para heterosexuales (p<>
4. Homofobia: La determinación social
La construcción social de la masculinidad como fenómeno colectivo y la identidad masculina como elaboración individual determinada socialmente, se desarrollan en oposición a lo que representan las mujeres y las minorías sexuales; ambos procesos podrían caracterizarse como una “huída” simbólica de lo femenino. En su dimensión intrapsíquica, lo masculino puede ser entendido como resultado de una demanda externa impuesta por la cultura dominante, una respuesta a la exigencia social transformada en necesidad individual de distanciarse de la madre (“lo femenino”), quien representa la invalidez de la infancia y la castración por la dependencia de ella. Como construcción colectiva, la masculinidad forma parte de la reproducción cultural de la división genérica; se refiere a lo que significa “ser hombre” y se traduce a las relaciones que establecen los varones con el resto de las personas y con las instituciones. “Ser hombre” es un conjunto de valores legitimados que varían históricamente y de sociedad en sociedad, para reproducirse, dichos valores se depositan en los individuos por medio de exigencias a cumplir por éstos, los varones se ven socialmente presionados a recrear la oposición a lo femenino renunciando a una serie de atributos universalmente humanos que la cultura dominante designa como propios de las mujeres (ternura, miedo, tristeza, dolor entre otros). Al ser la socialización un proceso continuo, las exigencias con que se elabora la masculinidad también se reproducen y la “huída” simbólica se perpetúa, la supervisión por cumplir con las demandas culturales se vuelve constante y se traduce en ansiedad. En la elaboración cultural de las identidades de género, la asociación entre los atributos sociales y las particularidades biológicas son siempre artificiales, pero en el caso de las mujeres el vínculo “atributo cultural-inherencia biológica” ha adquirido una mayor coherencia en el discurso con que se argumenta la validez de la oposición de géneros. Para el caso de los varones no hay un vínculo similar, por ello se dice que la masculinidad es esencialmente “relacional” a la identidad femenina; de esta manera, la masculinidad no proviene de una reafirmación simbólica de alguna propiedad biológica sino por negación “del otro” (la mujer) y de “lo otro” (lo que significa ser mujer). Por su carácter externo, la masculinidad tiene fundamentos dependientes de lo que “no se debe ser” y, por lo tanto, la masculinidad es una identidad sumamente frágil. Lo anterior explica que el comportamiento socialmente definido como masculino se caracteriza por el sentido predominantemente excluyente hacia el que se mueve la dialéctica inclusión-exclusión en la síntesis de referentes con que se elabora toda identidad social. La orientación excluyente tiene como componentes la reacción, el rechazo y la competencia; la exclusión está motivada por el temor a remontarse a la feminidad primigenia viéndose nuevamente dependiente. El temor genera ansiedad y esta preocupación se extiende, no sólo a las mujeres y lo que se les atribuye, sino también a los varones que orientan su deseo sexual a otros varones, porque en la estructura en que se perciben los géneros, no se concibe a un varón que desea sexualmente a otro varón sino como mujer o como parte de lo femenino; el resultado es una extensión de las percepciones y actitudes sobre lo femenino hacia los homosexuales, aquí comienza la formulación de la homofobia intrapersonal. La extensión anterior explica por qué, a pesar de que no todos los homosexuales son femeninos, en el orden sexual dominante se piensa que el homosexual es necesariamente femenino, lo anterior porque en la estructuración polarizada de los géneros, no se logra “ajustar” la imagen del varón homosexual al “estanco” genérico “correspondiente” (varón/masculino/heterosexual). En este último mecanismo, el homosexual es “reubicado” en los esquemas de pensamiento de los géneros y trasladado al extremo de la oposición binaria masculino/femenino que “mejor” responde a la necesidad simbólica de la diferencia sexual, “haciéndolo” caber con lo femenino y considerándolo, en tal esquema, un varón que se “cree” a sí mismo mujer o que desea como mujer y por lo tanto, “desea” ser mujer. De lo anterior también, la consideración de que los homosexuales muestran una enfermedad mental porque el homosexual desea ser lo que no puede ser. La extensión de lo femenino hacia la homosexualidad se ve reforzada por lo inverosímil que resulta para el pensamiento dominante que un varón renuncie deliberadamente a los privilegios que le son propios a la masculinidad (dominio y poder público), particularmente en el ámbito sexual y sobre todo en sociedades en que lo masculino es sumamente valorado. De esta manera, el homosexual es entonces percibido como expresión de un desajuste del orden natural y en consecuencia se le atribuyen dos nociones con las que se argumentan los significados negativos que se asignan a la homosexualidad: antinatural y anomalía, para completar la argumentación las acciones que se destinan hacia la homosexualidad se engloban en la noción de restitución, sea como comportamiento social general o como práctica terapéutica de la medicina y la psicología; en el primer ámbito se formula la discriminación y el rechazo; en el segundo, la “anormalización” y “patologización” de la conducta homosexual; con lo anterior, se va conformando la homofobia colectiva. El rechazo a los homosexuales se ve reforzado por las incertidumbres que genera la homosexualidad ante las frágiles certezas que le provee el orden sexual dominante a la masculinidad. En la práctica, las relaciones sexuales entre varones, “desestructuran” los esquemas con los que elabora la masculinidad y la heterosexualidad; en ese sentido, la homosexualidad es representada como una amenaza que “altera” las supuestas certidumbres que debería otorgar la secuencia sexo/género/heterosexualidad en la identidad social de los individuos, lo que sigue a la percepción de la alteración del orden y la amenaza de la incertidumbre, es la angustia y el miedo. Las formas de “enfrentar” estas dos situaciones pueden ser la huída o la eliminación de la alteración lo cual incluye diversos mecanismos como tipificar la homosexualidad como enfermedad o delito, además de otras formas más explícitas de violencia; la angustia puede transformarse en odio y éste en algunos casos concluye en homicidio, lo cual “resuelve” simbólicamente la angustia al eliminar la alteración y la incertidumbre del orden. El rechazo a la homosexualidad es, a fin de cuentas, un temor, una angustia y una ansiedad. En el caso de los varones la homofobia es “el miedo a que otros hombres nos desenmascaren, nos castren, nos revelen en nosotros mismos y al mundo que no alcanzamos los estándares, que no somos verdaderos hombres” (Kaufman, 1989:57); aunque útil, esta definición implica el riesgo “psicologizante” de individualizar la homofobia cuando ésta es en el fondo una elaboración social. Por otro lado, la homofobia también se encuentra presente en las mujeres y, en ese sentido, conviene más abordarla como un elemento constitutivo de la construcción social de la masculinidad que tanto varones como mujeres asumimos y reproducimos mediante la socialización. Al mismo tiempo, debe comprenderse a la homofobia como un componente de los significados que constituyen a la sexualidad; género y sexualidad son las determinantes que estructuran los esquemas de pensamiento y acción con que los individuos se relacionan entre sí. Una modalidad para identificar a la homofobia, en términos más concretos, es distinguir los espacios en que opera y las modalidades con que se expresa en la vida cotidiana.
4.1 Espacios en que ocurre la homofobia
El rechazo a la homosexualidad se concreta en prácticas que ocurren en distintos ámbitos. Blumenfeld (1992) planteó cuatro niveles de operación de la homofobia: personal, interpersonal, institucional y cultural. En esta perspectiva, el primero hace referencia a la compasión o el odio hacia las minorías sexuales, compasión por la incapacidad de dichas minorías para controlar sus deseos y odio por contradecir las leyes de la naturaleza. El segundo, se refiere a la indisposición entre los individuos a aceptar a los homosexuales y que se expresa en difamación, burla y agresión a personas o grupos, es en este nivel donde Blumenfeld (1992) ubica la génesis de la discriminación. En el nivel institucional alude a las prácticas discriminatorias de los organismos gubernamentales, empresariales, educativos y religiosos. Finalmente, en el nivel cultural operan las normas sociales y códigos de conducta que legitiman la opresión, su manifestación fundamental serían los intentos por invisibilizar a la homosexualidad de la historia. El principal aporte de estos postulados es que permitió generar un ejercicio de asociación entre la normatividad social en abstracto y acciones concretas que ocurren en la vida cotidiana; permitió una comprensión inmediata del fenómeno de la homofobia y su ejemplificación. Pero prevalecía en este enfoque una limitada articulación entre los niveles, de hecho estos niveles no quedan claramente definidos y al arribar a los ejemplos se observa una reducción muy pragmática donde las prácticas terminan por diluir la utilidad de las categorías; es en esta simplificación final en que se corre el riesgo de, trasladar la responsabilidad de la homofobia a conductas individuales y ampliamente deliberadas, perdiéndose de vista los elementos estructurales en que se genera la homofobia. En nuestra perspectiva, la homofobia es un artefacto cultural, la cultura no es un nivel más, sino precisamente el nivel, los significados sobre la homosexualidad operan en cada uno de los demás niveles, es precisamente en la cultura donde se elabora la discriminación y en los otros niveles es que se opera mediante prácticas específicas que podemos distinguir y agrupar. Ahí mismo es que se elaboran las estructuras que la legitiman y permiten su reproducción; el nivel cultural es el que contiene a los restantes y los determina; los procesos que nos permiten comprenderla son la construcción del género y la identidad masculina. La homofobia es, en cualquier sentido, un proceso cultural ya que forma parte del sistema de creencias y expectativas hacia las que se orientan determinadas prácticas que constituyen a la masculinidad; obedece a la creencia de que la homosexualidad es una alteridad hacia la que se debe orientar el rechazo social. Una segunda limitación en la propuesta inicial, fue la distinción entre el nivel personal e interpersonal, sus definiciones no aportaban elementos para una diferenciación clara y los ejemplos, al servir para los dos niveles, denotaba una falta de precisión sobre la que había que avanzar. La compasión y el odio son actitudes posibles que se manifiestan en las relaciones que se establecen entre las personas y el homosexual (dimensión interpersonal), pero entonces no hay distinción con la homofobia personal tal y como se proponía. Intentando contribuir en la profundización de los aportes sobre las categorías explicativas de la homofobia y habiendo profundizado en su determinación cultural, proponemos una desagregación de esta última basada en el mismo Blumenfeld y que desarrollamos a continuación.
Homofobia institucional
Se refiere a la omisión, ocultamiento o franco rechazo de las instituciones sociales hacia el sector homosexual. La familia, la escuela y la iglesia[10] son tres instituciones donde el rechazo a la homosexualidad opera como mecanismo con el que se difunde la heterosexualidad y la separación de los géneros, la socialización en estos ámbitos pretenden la uniformidad y la regularización de la conducta sexual.
La familia y la escuela son, al mismo tiempo, los contextos de socialización más importantes, pero no son las únicas instituciones en que opera la homofobia, en lo que a sexualidad se refiere, el Estado ha legitimado y traducido en leyes significados que provienen del pensamiento religioso como es el caso del matrimonio. En forma de contrato civil, en México, el Estado reconoce una sola forma de unión que es la heterosexual, en tal reconocimiento se formula incluso que el fin es la reproducción de la especie y que la familia es la base de la sociedad.
Son pocos los países en los que se reconocen los derechos de las parejas homosexuales que viven en unión (Brasil, Dinamarca, Canadá, Países Bajos, Noruega, Israel, Hungría, Francia, Italia, Suecia, España, Bélgica y Australia). Evidentemente, las uniones homosexuales en México están fuera del alcance legal y de todas sus consecuencias: derechos de herencia, afiliación a la seguridad social o adopción de menores de edad. Por otra parte, hay que recordar que en algunos países las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo o entre varones sigue siendo ilegal
[11] (Pérez, 2000; Sutcliffe, 2005) y en algunos casos se penaliza con la muerte (Mauritania, Sudán, Arabia Saudita, Yemen, Irán y Afganistán) (Sutcliffe, 2005)[12].
En este rubro hay que considerar también que la impartición de justicia, provisión de bienes o servicios pueden verse obstaculizadas hacia los homosexuales que sufren algún agravio o que son acreedores por derecho a algún beneficio; estas dificultades también pueden ser caracterizadas como expresiones homofóbicas. Por ejemplo, en materia de política sanitaria, la población homosexual no ha sido objeto de programas específicos de salud (a excepción de algunas campañas preventivas para el VIH-SIDA y, recientemente, dos campañas nacionales contra la homofobia).
Además, históricamente la institución médica ha considerado a la homosexualidad una patología (Granados, 2006b) y, a pesar de que ha sido excluida de los manuales de psiquiatría, prevalece en el pensamiento médico la noción de la homosexualidad es un trastorno o una condición a la que inherentemente se le asocian otros trastornos.
En el rubro de la homofobia institucional pueden considerarse también las represalias laborales o las limitaciones para ascender en estructuras organizativas jerarquizadas, así como la negación en la prestación de servicios o procuración de justicia en distintos espacios de la administración estatal; también se incluyen las estructuras de las jerarquías militar y eclesiástica que niegan la existencia de la homosexualidad a su interior.

Homofobia individual
Desde nuestra perspectiva no tiene mucha utilidad distinguir entre homofobia interpersonal de la personal como lo plantea Blumenfeld, consideramos que, en su dimensión individual, la homofobia se expresa en tres direcciones: a) de los heterosexuales hacia los homosexuales, b) de los heterosexuales hacia otros heterosexuales y c) de los homosexuales hacia sí mismos.
En el primer caso tenemos que la homofobia es rechazada por contradecir el orden social y por amenazar el vínculo entre masculinidad y heterosexualidad; por ello es que dentro de la cultura dominante, la identidad heterosexual tiene como recurso a la homofobia y ésta se despliega en acciones contra los homosexuales; pero no sólo contra ellos sino también contra los varones heterosexuales tanto que la constante “puesta en duda” de la masculinidad incluye un componente homofóbico con el cual los varones se presionan a sí mismos para demostrar que no son homosexuales, de ahí que la homofobia también afecta a los heterosexuales (segunda relación). En la tercera relación, los varones son socializados bajo un modelo de masculinidad que incorpora la homofobia; los homosexuales también son socializados en tal esquema y por lo mismo, también aprenden que la homosexualidad es una alteración del orden y que se trata de un comportamiento socialmente punible, la homofobia entonces se transfigura en rechazo de algo que “se es” y ya no de algo que “otros son”, se revierte contra sí mismo.
En las tres relaciones los costos de la homofobia finalmente recaen en los homosexuales, inclusive en la segunda relación porque la “puesta en duda” y sus efectos funcionan como mensajes dirigidos al homosexual cuando éste es una tercera persona, lo cual refuerza los mecanismos de supervisión de la conducta homosexual.
Todo prejuicio traducido en actitud y práctica repercute en las relaciones que establecen los individuos en la vida cotidiana; de esta forma, el significado desvalorizado de la homosexualidad se expresa en discriminación y violencia. La primera se manifiesta en conductas excluyentes hacia los homosexuales tanto en los contextos primarios (familia y unidad doméstica) como en los secundarios (escuela, comunidad y lugar de trabajo); la violencia incluye la agresión verbal (ofensas o ridiculización) y la agresión física (afectar a los homosexuales en sus bienes o en sus personas, desde golpes hasta el homicidio).
El individuo está sujeto a la cultura que delimita sus decisiones y la capacidad de elegir o modificar sus prácticas; en el individuo se personalizan los sistemas de creencias construidos, impuestos y reproducidos en el ámbito colectivo. Como constructo cultural, la homofobia personal incluye una serie de actitudes que varían desde la compasión hasta el odio; en la primera porque se considera que los homosexuales son varones que “debieron” ser mujeres o que “quieren” o se “creen” mujeres hasta la consideración de que se trata de personas “enfermas” que no “pidieron” ser así y que por lo mismo son incapaces de controlar sus impulsos sexuales “invertidos”.
También es común que se considere a los homosexuales como personas psicológicamente trastornadas o portadoras de alguna alteración genética; en el extremo, el rechazo y el odio se generan por considerar a la homosexualidad una conducta que contradice supuestas “leyes naturales” y por lo tanto, se considera a los homosexuales seres inmorales o inferiores.
Como rechazo a sí mismo, la homofobia no es otra cosa que la incorporación del rechazo social y la integración del mismo al sistema de identidad del homosexual, lo cual genera autodevaluación, aislamiento y frustración por no cumplir con las exigencias socialmente impuestas, así como la incapacidad para controlar la pulsión homosexual. El grado de autovaloración positiva y autoaceptación de la homosexualidad les permite a los homosexuales un mejor desenvolvimiento en las relaciones que establecen con los otros, con las instituciones y consigo mismos, de ahí se derivaría una mejor capacidad para evitar los riesgos a la salud (particularmente a la salud mental). Sin embargo, es evidente que los niveles de aceptación de la homosexualidad personal dependen del contexto social, ya que pueden facilitar la autoaceptación u obstaculizarla, en general, la elaboración personal de la identidad homosexual no cursa sin dificultades.
En los individuos que han sido socializados bajo un esquema de fuerte oposición de los géneros, la homofobia puede expresarse con conductas extremas y revela un temor a reconocer los rasgos femeninos propios, miedo a ser deseados por otros varones, a reconocer el placer que les provee su interacción con otros varones o a reconocer que desean sexualmente a otros varones. En esta secuencia el siguiente paso es desplegar la homofobia contenida hacia los otros, sean heterosexuales u homosexuales, hacia estos últimos la homofobia busca agredir al similar porque su existencia implica la posibilidad de poner en evidencia la homosexualidad propia, se trata de una estrategia de sobrevivencia del “sí mismo” que pasa por la sanción del “otro”.

4.2 Expresiones de la homofobia
Homofobia que omite
La omisión también es una expresión de la homofobia, con ella se busca ignorar a la homosexualidad y a los homosexuales. Ejemplos de omisión son los intentos por ocultar o erradicar de los registros historiográficos, testimonios que permitirían de otro modo considerar a la homosexualidad un hecho que ha acompañado permanentemente a la humanidad, valorarla en términos positivos (por los aportes que diversos homosexuales han hecho a la ciencia o las artes) o en iguales términos que otras conductas (en ciertos periodos históricos la conducta homosexual fue un hecho simple y sin mayor importancia por guardar el mismo valor que la heterosexualidad).
La omisión refuerza los estereotipos negativos del homosexual y la noción de alteridad que se le asigna; de hecho, la denominación de minoría sexual es una expresión que permite ver a la homosexualidad como un fenómeno extraño e inusual y la hace no visible. Mediante la omisión se evita, primero, que cualquier hombre se plantee la posibilidad de buscar y obtener placer sexual en interacción con otro hombre; segundo, que los homosexuales se consideren a sí mismos una “eventualidad” social o que crezcan bajo la idea de que son los únicos o de los escasos portadores de una “alteración” física o psicológica, estas situaciones derivan en aislamiento y en el desarrollo de una identidad individual marcada por la introspección y la devaluación personal.
Al mismo tiempo, la “invisibilización” limita la conformación de colectivos y restringe las posibilidades de los homosexuales para hacer valer sus derechos fundamentales. De manera concreta, la omisión impide la representación de los intereses de los homosexuales en órganos de gobierno y en instituciones, restringe las posibilidades de ascenso en estructuras laborales jerarquizadas y evita plantear las desigualdades basadas en la orientación sexual como cuestiones públicas importantes o que debieran preocupar a toda la sociedad.

Homofobia que minimiza
Otra forma de conducta homofóbica es aquella con que se busca reforzar la idea de que la homosexualidad es un hecho aislado que muestran un reducido número de personas; estas actitudes niegan la potencial fuerza colectiva del sector homosexual. Desde los estudios de Kinsey (1953) se sabe que la conducta homosexual es más frecuente de lo que se pensaba, no sólo porque una parte importante de la población se define como homosexual, sino porque un mayor porcentaje de la población ha tenido prácticas homosexuales en algún momento de su vida sin que necesariamente terminen por definirse como homosexuales. Lo anterior nos habla de que un número importante de individuos elaboran su identidad social en base a su orientación sexual y que la conducta sexual de un persona puede mostrarse fija o transitar de la homosexualidad a la heterosexualidad en distintos periodos.
La minimización de la frecuencia e importancia de la homosexualidad refuerza la denominación de minoría sexual y lo que ella implica. Por su parte, la heterosexualidad no requiere probar su existencia, se da por hecho y es un supuesto indiscutible hasta que no se pruebe lo contrario.

Homofobia que “concede”
Acciones y actitudes que a simple vista parecieran solidarias y exentas de prejuicios también pueden ser homofóbicas. Éstas muestran cierto grado de tolerancia pero en el fondo esconden un miedo a la visibilidad “excesiva” de la homosexualidad; se trata de aquellos llamados a la “prudencia” y a no manifestar la orientación homosexual en formas muy evidentes o que resultan extravagantes. Estas expresiones aluden a un supuesto respeto por lo diferente, pero lo condicionan a no afectar a “terceros” o a que no afecte a quien las demanda; en realidad la intención es mantener a los “diferentes” a distancia.
Estas actitudes argumentan una comprensión y empatía hacia los homosexuales, pero les recomiendan y solicitan no expresar sus afectos en público y reservarse su identidad al ámbito privado. Algunas expresiones más elaboradas de esta forma de homofobia postulan que los homosexuales deben tener el derecho de ejercer su sexualidad pero cuando se habla de los derechos de herencia, de seguridad social, del matrimonio civil y religioso o la adopción, manifiestan sus reservas y consideran un “exceso” la demanda de tales derechos por parte de los grupos de homosexuales organizados.
Estas actitudes fortalecen la minimización y, aunque reconocen el derecho de cada individuo a procurarse el placer sexual, individualizan y privatizan una problemática colectiva. Al reconocer ciertos derechos y negar otros reconocen que hay desigualdades pero terminan considerándolas legítimas.

Homofobia que restringe
Esta modalidad también reconoce que los homosexuales existen y que tienen derecho a ello, pero al mismo tiempo imponen condiciones. Una expresión común es la tendencia a crear espacios socialmente diferenciados: la creación de ghettos culturales. Se reconoce que los homosexuales pueden reunirse o constituir colectivos, ya sea con fines recreativos o de otra índole, pero la concesión se da con la finalidad de que éstos existan para que los espacios “reservados” para los heterosexuales sean respetados; también es una estrategia que permite mantener a “salvo” al resto de la sociedad, particularmente busca “prevenir” la “propagación” de la homosexualidad.
La estrategia de los ghettos permite el encuentro entre homosexuales y disminuye el aislamiento individual, pero al mismo tiempo limita la posibilidad de que el resto de la población los reconozca como parte integrante de la sociedad y como presencia constante en todos los ámbitos de la vida social.
Como otras formas de resistencia, el ghetto homosexual ha sido absorbido por la mercantilización y, explotando la marginalidad, ha sido aprovechado para la acumulación de ganancias. El acceso a espacios de reunión gay es en realidad una mercancía y, de igual manera, el consumo de mercancías asociadas a la identidad gay implica un costo que no todos los homosexuales pueden sufragar.
De esta manera, se ha generado un mercado “gay” que aprovecha la necesidad de este sector por ser reconocido socialmente; en materia de servicios, por ejemplo, sectores como el turístico han “descubierto” en la población homosexual un mercado potencial con alto poder de compra en cuyo caso, el homosexual es reconocido no como tal sino como consumidor.

Homofobia que agrede
Aunque finalmente toda expresión homofóbica es una agresión, en este rubro agrupamos a las conductas que se ejercen de manera directa y abierta contra la integridad física o psíquica de los homosexuales, lo cual incluye las distintas formas de violencia (verbal, física, sexual y sobre los bienes) ejercida por particulares, por aparatos gubernamentales (policíacos y militares) o mediante políticas sistemáticas de persecución o exterminio.
Aunque, en general, la relación entre homofobia y salud no ha sido suficientemente estudiada, los efectos de la homofobia que agrede son los que más se han documentado en forma de ansiedad, depresión y conducta suicida en homosexuales, particularmente en la adolescencia.

5. Homofobia, vulneración social y daños a la salud

Aunque el hecho de que los homosexuales se reconozcan a sí mismos como tales ayuda a la generación de una autovaloración menos negativa, al experimentar el rechazo social, lo interiorizan en diversos grados, resultando en autodevaluación, aislamiento social y frustración por no poder ser de otro modo. Estos son los efectos finales de un proceso social complejo en el que tiene lugar la construcción social de la homofobia; en términos prácticos estos elementos configuran la vulnerabilidad social en que los homosexuales experimentan su vida cotidiana.
La posición de los homosexuales en relación al capital cultural dominante es, en términos materiales, un espacio de vulnerabilidad hacia los daños a la salud que han sido identificados en el perfil que describimos en el apartado correspondiente. Esta vulnerabilidad constituida por estigmatización, rechazo, discriminación y, consecuentemente, aislamiento, devaluación personal y temor conforman un estado de distress que facilita la manifestación de los daños.
Esta asociación es más fácilmente comprensible para el caso de los daños a la salud mental. Los sentimientos de tristeza vulneran para la presencia de depresión, aislamiento y temor, mismos que vulneran para la manifestación de trastornos de la ansiedad; a su vez, la tristeza y la autodevaluación vulneran para la conducta suicida.
El distress por sí solo incrementa la vulnerabilidad para las infecciones sexualmente transmisibles, incluyendo el VIH. La presencia de los daños a la salud mental también vulneran a los homosexuales que en tales condiciones se protegen menos, facilitándose así la transmisión del VIH. Esto explicaría la alta prevalencia de VIH-SIDA en varones en edad productiva y que la modalidad más frecuente de transmisión sexual es la que se da en varones que tienen sexo con varones.
El aislamiento y la anormalización de la homosexualidad son expresiones de la homofobia que restringen la vida cotidiana de los homosexuales. En el caso del ejercicio de su sexualidad, estas circunstancias limitan las oportunidades y los espacios con que cuentan los homosexuales para expresar su sexualidad y satisfacer su deseo sexual.
De esta manera, en muchos casos, los homosexuales sostienen relaciones sexuales en contextos que favorecen la violencia, la coacción y la disminución de prácticas preventivas para las enfermedades de transmisión sexual. Los vínculos homosexuales que se establecen en contextos sociales intolerantes están matizados por la clandestinidad y la marginación; en este sentido, las relaciones sexuales frecuentemente se caracterizan por el anonimato y la escasa comunicación que reduce la negociación del tipo de prácticas (sexo seguro y/o sexo protegido).
La ansiedad y la depresión, combinadas con las circunstancias descritas favorecen vínculos susceptibles de la coacción en las relaciones sexuales, los homosexuales pueden sentirse presionados a realizar prácticas sexuales que no tenían previstas o que podrían haber rechazado y a las que finalmente accedieron para evitar el rechazo.
De igual manera, la clandestinidad favorece la violencia; los homosexuales pueden ser “enganchados” mediante la atracción sexual a mecanismos de extorsión, agresión física y homicidio. Esto explica los casos analizados por Definis Gojanovic (1998) en Croacia, donde tanto los homosexuales asesinados y los prostitutos que los ejecutaron tenían en común la experiencia de la marginación, como lo plantea Van Gemert (1994). En el fondo hay una reunión de condiciones de marginación y personas provenientes de la exclusión social en cuyo encuentro se intensifican la violencia y el ejercicio de la sexualidad en ámbitos de riesgo o que implican conductas delictivas, entre ellas el asesinato.
Es de resaltar que no se cuenta con estudios suficientes para determinar la frecuencia del homicidio por homofobia y ponderarla con la mortalidad en heterosexuales pero es un hecho que, en general, a los heterosexuales no se les asesina por su orientación sexual y en el caso de los homosexuales la orientación sexual puede ser la motivación principal.
La presente revisión pone de manifiesto la singularidad del patrón de enfermedad y muerte que muestra la población homosexual. Aunque la mayoría de los trabajos revisados se han realizado en territorios anglosajones, hay un número importante de estudios realizados en grupos étnicos y migrantes de estos países, como los de Wilson, Barney y Balsam, que demuestran el “entrecruzamiento” entre la orientación sexual y las condiciones de sexo, etnia y raza. De lo anterior sobresale la necesidad de estudiar los problemas de salud que enfrentan los homosexuales en América Latina y particularmente en México que siguen siendo escasos y que aportarían elementos no sólo de importancia sanitaria sino de relevancia teórica al permitir profundizar en las particularidades culturales y territoriales de la sexualidad.
La homofobia es un proceso social que se sustenta en la construcción social del género y en la reglamentación social de los usos del cuerpo para el placer sexual; es un proceso mediante el que se busca justificar, reproducir y mantener un orden social en el que la oposición binaria masculino/femenino y la heterosexualidad son los principios que regulan la conducta de los individuos y las relaciones que se establecen entre ellos. Podemos comprender a la homofobia como medio y como fin; como medio porque forma parte de los procesos de socialización a través de los cuales un individuo es integrado a un colectivo y como fin porque con ello se busca constituir un sujeto funcional al orden social.
La homofobia es una categoría que nos permite identificar el patrón de enfermedad y muerte que le es específico a la población homosexual y al articularla con las categorías de género y masculinidad nos permite comprender el proceso de determinación cultural de dicho patrón. El resultado más importante de este abordaje es que nos permite precisar las causas de fondo que generan esta desigualdad social ante la salud y, consecuentemente, plantear algunas líneas generales para combatirla.
Es necesario garantizar a la población homosexual el ejercicio de todos sus derechos, penalizar su restricción o intento de obstaculizarlos, establecer estatus jurídicos iguales que para la heterosexualidad y hacerlos explícitos en todas las legislaciones. Lo anterior es un conjunto de principios mínimos de la democracia cuyo cumplimiento incumbe a los ámbitos de representación social y política de cada sociedad, pero que, además, posibilita la modificación sustancial de los contextos en que homosexuales y heterosexuales se relacionan, éste es un sustrato indispensable para influir en la desigualdad en salud por orientación sexual.
En términos estrictamente sanitarios, la revisión presente sustenta la necesidad de generar programas de atención médica específicamente orientados a los homosexuales en función de sus problemáticas de salud más frecuentes, instrumentar políticas institucionales destinadas a la población general que desalienten los estereotipos devaluatorios de la homosexualidad. Los anteriores son apenas algunas de las medidas que deben formar parte de la agenda política, pero otras tendrían que estar dirigidas a disminuir la polarización de las identidades de género y sustituir el modelo dominante de masculinidad que genera homofobia. El resultado deberá ser la construcción de un contexto social donde la diferencia no signifique desigualdad.
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Notas
[1] Profesor Investigador de la Maestría en Medicina Social, Universidad Autónoma Metropolitana. Correo electrónico: jcosme@correo.xoc.uam.mx
[2] Asistente de Investigación del Área Estado y Servicios de Salud, Universidad Autónoma Metropolitana.
[3] Licenciado en Psicología, Diplomado en Sujeto del Lenguaje. Cultura y Lazo Social, Universidad Autónoma Metropolitana.
[4] Hay que tomar en cuenta que en lo que se refiere a heterosexualidad exclusiva, los mismos estudios de Kinsey reportaron porcentajes similares a la homosexualidad (5 al 10%).
[5] En una cartografía de la identidad y el comportamiento homosexual realizado por Almaguer (1995) se identifican sistemas de comportamiento sexual distintos, el europeo-norteamericano y el mexicano-latinoamericano que integran significados y códigos distintos que derivan en valoraciones diferentes hacia la homosexualidad y al grado de adscripción personal a esta identidad. Otros trabajos etnográficos también enfatizan la importancia de las construcciones culturales de la masculinidad históricamente específicas y su carácter local, el estudio de Gutmann (1996) en el oriente de la Ciudad de México ejemplifica esta premisa.
[6] Debido a la dificultad de identificar a la población homosexual, bisexual y lésbica, la mayoría de los estudios son realizados con muestras por conveniencia y no se puede asegurar la generalidad de los resultados reportados, sin embargo, tales evidencias ponen de manifiesto la magnitud de las desigualdades y la necesidad de conocer con más detalle los problemas de salud que enfrentan estos grupos sociales.
[7] En este caso respetamos textualmente los términos usados por los respectivos autores. No obstante, la antropología ha documentado que el término gay alude a la identidad cultural que asume un varón con orientación homosexual, lo cual implica un sentido de pertenencia a un colectivo y una toma de posición respecto al orden social dominante. Esta definición implica una diferencia sustancial entre homosexual y gay, aunque ambos términos hacen referencia a los varones con orientación homosexual, la diferencia radica en que hay varones que tienen sexo con otros varones y no se reconocen a sí mismos como homosexuales.
[8] Mientras que la identidad sexual se refiere al reconocimiento personal de saberse hombre o mujer; la identidad de género hace referencia a reconocerse, adecuarse y aceptarse lo que culturalmente se define como masculino o femenino. La orientación sexual alude a la dirección que toma el deseo sexual y al sexo del sujeto de deseo, se puede ser homosexual, bisexual o heterosexual. La correspondencia entre las categorías sexo-género-orientación sexual (varón-masculino-heterosexual o mujer-femenina-heterosexual) no son más que representaciones de modelos culturales dominantes con que se reglamenta la vida social y los usos del cuerpo; ya que las identidades anteriores pueden operar de manera independiente en un mismo individuo; por ejemplo, un hombre puede ser femenino y al mismo tiempo tener como sujeto de deseo a las mujeres (ser heterosexual) o ser el caso de una mujer con rasgos masculinos y desear tanto a varones como a mujeres (ser bisexual).
[9] Como se mencionó, el término gay alude a un homosexual con alto grado de adecuación y autoaceptación de su orientación sexual, así como una toma de posición frente al orden sexual dominante, atributo que lo diferencia del término homosexual, que alude exclusivamente a los individuos que orientan su deseo sexual a personas del mismo sexo independientemente de que se asuman o no como homosexuales. El término transgénero se refiere a individuos que en su apariencia o conducta asumen atributos que corresponden al género que contradice la supuesta correspondencia con su sexo. En estricto sentido, el travestí es un transgénero, pero en general, el travestí es una persona que disfruta utilizar ropa o formas de comunicación referentes al género que son considerados, por la sociedad en que se desenvuelve, como del otro sexo (Delfín, 1994). Por su parte el transexual es un individuo que presenta inadecuación entre su sexo biológico y su identidad sexual (González, 1994), es decir se trata de personas con identidad sexual de varones pero que tienen cuerpo de mujer y viceversa, una expresión que mejor explica esta inadecuación es la que frecuentemente mencionan los mismos transexuales: “un hombre encerrado en el cuerpo de una mujer” o “una mujer encerrada en el cuerpo de un hombre”; en algunos de estos casos los transexuales buscan y logran transformar anatómicamente su cuerpo mediante procedimientos quirúrgicos y tratamiento hormonal para conseguir la adecuación necesaria entre su anatomía y su identidad sexual. Por lo tanto, un varón homosexual puede ser al mismo tiempo transgénero o travestí, pero también puede ser masculino; sin embargo no es transexual.
[10] En la mayoría de los casos, los regímenes jurídicos represivos coinciden con sistemas religiosos fuertemente conservadores pero destacan por su oposición a la homosexualidad la Iglesia Católica y el Islam.
[11] Nicaragua, Puerto Rico, Guyana, Marruecos, Argelia, Túnez, Libia, Sudán, Etiopía, Mauritania, Senegal, Gambia, Guinea, Sierra Leona, Liberia, Benin, Camerún, Angola, Zwazilandia, Malawi, Burundi, Namibia, Botswana, Zambia, Simbawe, Tanzania, Mozambique, Uganda, Kenia, Somalia, Arabia Saudita, Yemen, Siria, Irán, Kuwait, Armenia, Uzbekistán, Afganistán, Pakistán, India, Sri Lanka, Nepal, Bután, Myanmar, Bangladesh, Malasia, Brunei y Nueva Guinea.
[12] No hay que perder de vista que el tratamiento jurídico puede no corresponderse con el tratamiento social, es posible que no se penalice la homosexualidad e incluso leyes contra la discriminación por orientación sexual pero prevalecer una extrema violencia hacia los homosexuales como es el caso de Brasil.

Nota. En caso de utilizar este artículo como referencia deberá ser citado como se indica a continuación: Granados JA, Delgado G, Méndez JM. Homofobia y salud. Salud Problema 2006; 11(20): (en prensa).