6.20.2005

El Movimiento Lésbico Feminista en México (de la pág. 21 a la 40)

continuaba reproduciendo al patriarcado en la medida en que no rompía con las instituciones patriarcales por excelencia, es decir: la familia, el matrimonio, la maternidad, el trabajo doméstico, la monogamia, la femineidad y el coito obligatorios, sino que simplemente atenuaba sus efectos nocivos.
5) En relación con la izquierda. En términos generales, las tres agrupaciones que iniciaron el movimiento lésbico se manifestaban contra la derecha y contra el Estado y se ubicaban dentro de la izquierda como era la tendencia en aquella época, sin embargo, Ácractas, (Oasis e implícitamente Lésbos), criticó con dureza a la izquierda tradicional por su carácter profundamente patriarcal, es decir, por continuar con la subordinación de las mujeres a la supremacía política masculina. Oikabeth I, en particular también criticaba a la izquierda, pero estalinista soviética, por lo mismo, distinguía entre una izquierda patriarcal y una
Cabe añadir que en ese tiempo la lucha por la autonomía también obedecía al aplastante control que ejercían a través del corporativismo los gobiernos burgueses sobre las grandes centrales obreras, campesinas y populares, así como los partidos comunistas-estalinistas lo hacían sobre los movimientos sociales proletarios y populares a nivel mundial. Se trataba, en efecto, de gigantescas maquinarias monolíticas, piramidales y verticales profundamente patriarcales.

El apoyo de las lesbianas al movimiento feminista heterosexual.
Es importante señalar, que el Movimiento Lésbico Feminista siempre apoyó la lucha de las feministas-heterosexuales en los ejes siguientes: 1) a favor del aborto; 2) contra la violencia intradoméstica, y 3) contra la violación sexual, pero nunca logró que las feministas heterosexuales sumaran a éstos, un cuarto eje: la lucha contra la represión que sufrían las lesbianas.
De igual manera, Oikabeth I estuvo profundamente comprometido con las luchas obreras, campesinas, populares y revolucionarias, pero nunca logró que estos movimientos incorporaran las demandas de las mujeres lesbianas a sus plataformas políticas. Sin embargo, es innegable que abrió el camino político al lesbianismo dentro y ante la izquierda mexicana.
Igualmente, el movimiento lésbico feminista presionó para que algunas organizaciones homosexuales empezaron a tomar en cuenta al lesbianismo, pero aun así, no fue posible que retomaran las demandas esenciales de la lucha lésbico-feminista, como lo era: la abolición de la opresión histórica de la mujer de la cual dependía la opresión lésbica (postulado que jamás entendieron las y los gays), es decir: por un salario para las amas de casa por su trabajo en el hogar; el fin de la esclavitud del trabajo domestico; el fin de la familia como la base fundamental de la sociedad; la eliminación del coito obligatorio dentro de la sexualidad; la eliminación de la femineidad impuesta a las mujeres; contra la división del trabajo en intradoméstico y extradomestico; etcétera.

Las luchas sociales por la autonomía.
Como dato significativo, durante las décadas de los “60s y 70s” muchos movimientos sociales pugnaron por la autonomía, por ejemplo, los movimientos chicano e indo-americano ante las organizaciones angloamericanas; el movimiento campesino frente a las grandes corporaciones obreras; el movimiento de los países pequeños o debilitados ante las grandes potencias industriales; los grupos indígenas ante los mestizos; las medicinas alternativas y prehispánica frente a los consorcios de médicos, entre otros, y finalmente también, la autonomía personal como sinónimo de pensar y actuar una misma (o).
En México, el advenimiento de los “80s”, la “Era reaganiana-tacheriana”, neutralizó este avance, mediante la represión contra estos movimientos y la brutal aniquilación de muchos de ellos, paralelo a la institucionalización de las organizaciones menos radicales u oportunistas y de aquellas que carecían de principios ético-políticos y de una mística revolucionaria. Salvo algunas excepciones.

Oikabeth I, una amplia y profunda concepción de la autonomía.
Por lo anterior, Oikabeth I (el Oikabeth original, no las otras dos versiones del mismo) concebía a la autonomía como un principio político fundamental para todos los sectores sociales oprimidos y como una condición ineludible para dar lugar a un movimiento social mundial realmente representativo de todos y cada uno de los sectores que componen a la sociedad. Es por esta razón que dicha organización nunca luchó únicamente por “su” autonomía ni por “la de las lesbianas”, sino por la autonomía de todas y cada una de las organizaciones sociales obreras, campesinas, populares, estudiantiles, étnicas, raciales, nacionales, culturales, etcétera, incluidas las medicinas alternativas, la antipsiquiatría, la universidad para el pueblo, la teología de la liberación y las espiritualidades disidentes.
Por la misma razón, Oikabeth I siempre apoyó las autonomías Palestina, Vasca, Irlandesa y Sudafricana, entre otras, y el lema que encabezaba su ideología era: “Nadie será libre hasta que todas y todos seamos libres”, es decir, que la libertad de cada ser humano dependía de la liberación de todas y de todos los seres humanos, por ello, para lograr la libertad personal había que luchar por la liberación de todas y de todos.
Ese profundo planteamiento sobre la libertad, contrasta con el planteamiento neo-liberal (nueva-libertad) del planteamiento capitalista que asevera: “La libertad consiste en que cada quien pueda comprar absolutamente todo lo que desee” (siempre y cuando tenga dinero), o sea, solo los ricos pueden tener libertad. Y así mismo, contrasta con la noción gay de libertad, que consiste en: “Que cada quien pueda coger (fucking) con quien quiera”.

La autonomía como fin o como medio.
Finalmente, para el grupo Ácratas (y Oasis) la autonomía era un “fin en sí misma”, a diferencia del grupo Oikabeth I para quien la autonomía era sólo un “medio para”. Ácratas sostenía que la “autonomía” significaba el logro de la independencia y la libertad, en tanto que para el segundo, era únicamente un vehículo para llegar a esa independencia y libertad pero dependiendo de la posición política de la cual se sustentara y a la cual se pretendiera llegar.
Por lo mismo, Oikabeth I cuestionaba: ¿la autonomía para qué?, ¿la autonomía hacia dónde?, ¿la autonomía respecto de qué o de quién?, pues era indudable que muchos consorcios empresariales eran autónomos y contaban con un poder de decisión supranacional; que los gobiernos tomaban decisiones independientemente del pueblo, es decir, autónomamente; era indudable que los grupos paramilitares y parapolicíacos eran autónomos respecto del control formal del ejército y de la policía; de manera similar, que las trasnacionales eran incuestionablemente autónomas porque operaban independientemente de las constituciones y leyes nacionales; que el imperialismo vaticano era incuestionablemente autónomo porque estaba por encima de todos los gobiernos de los países católicos; es decir, existía una autonomía institucional o derechista. En síntesis, la autonomía podía ser utilizada positiva o negativamente, podía servir para liberar o para oprimir. Por ello, había que definir, la autonomía pero ¿desde qué perspectiva política?
Para Oikabeth I la autonomía no era una definición política en sí, sino un principio político sobre cuya base debían erigirse todos los movimientos sociales. Su importancia radicaba en que constituía el fundamento desde el cual había que definir la posición, el proyecto, el programa, la plataforma política y los objetivos de cada organización. Trascendiendo de esa manera, la apología de la autonomía por la autonomía misma, pues resultaba muy cómodo aferrarse a ella sin definir postura política alguna. Por esta razón, Oikabeth I siempre se definió como organización autónoma de lesbianas, pero socialista y feminista.

La gran crisis del movimiento homosexual y el gran avance lésbico.
Después del 1982, pero sobre todo del 84, el movimiento homosexual y lesbohomosexual entraban en una profunda crisis por conflictos políticos internos y por el inicio de la lucha contra el Sida. Por el contrario, el Movimiento Lésbico totalmente independiente del movimiento gay continuaba creciendo y desarrollándose.
En el 82 surgieron los siguientes grupos: Corriente de Lesbianas Socialistas, Comunidad Creativa; Oikabeth II y Lesbianas Morelenses (LM) del Estado de Morelos (el primer grupo lésbico mexicano que surgió en un estado de la Republica Mexicana). En el 84 surgieron: Seminario Marxista-Leninista Feminista de Lesbianas (SMLFL) y Mujeres Urgidas de un Lesbianismo Auténtico (MULA). Y en el 86 Grupo Lésbico Patlatonalli de Guadalajara (segundo grupo de lesbianas de los estados de la Republica) y el Grupo de Madres Lesbianas I (Grumale I), entre otros. Oasis continuó trabajando pero aislado.
Las aportaciones históricas de cada una de estas organizaciones es extremadamente rica. Contribuciones que serán ampliadas en la Historia del Movimiento de Lesbianas Feministas en México de una servidora.

LA COORDINADORA NACIONAL DE LESBIANAS, 1987.
La primera coalición de grupos de lesbianas mexicanas se fundó en 1987, la COORDINADORA NACIONAL DE LESBIANAS, que aglutinó a doce organizaciones a nivel nacional: tres de la ciudad de México Seminario Marxista Leninista Feminista de Lesbianas, Grupo de Madres Lesbianas y Colectivo Gestación y dos organizaciones feministas: CIDHAL y Cuarto Creciente; y 6 organizaciones de los estados de la República: Lesbianas Morelenses, Grupo Lésbico Patlatonalli de Guadalajara, Grupo Lésbico de San Luís Potosí, Grupo Lésbico de Tijuana, Grupo Lésbico de Querétaro La Carambada y dos grupos mixtos: Grupo Lésbico-homosexual de Veracruz y Frente Feminista Revolucionario Socialista de Guadalajara. Posteriormente ingresaría El Circulo Revolución Permanente Zyanya de Lesbianas Feministas. Es importante señalar que en la Coordinadora no participó el grupo MULA el cual desparecería poco después. Posteriormente se anexaron: Serhume (Ser Humano) (tendencia a no asumir el lesbianismo) y Grupo Lilas del cual saldría la segunda diputada lésbico-gay en México.Tampoco participó Oikabeth III quien se mantuvo trabajando con las feministas heterosexuales y nunca se alió con el movimiento lésbico, permaneciendo en la línea heterofeminista. Más adelante, la líder de este grupo formaría el Closet de Sor Juana en 1992 conformando la nueva línea política lesbogay y en 1997 sería la primer diputada lésbico-gay en México, misma que jamás se vincularía al movimiento de lesbianas mexicano ya que éste se encontraba dirigido por las lesbianas feministas autónomas. El Closet siempre permanecería como organizacion LGBT (Lesbianas, Gays, Travestis y Bisexuales). Sin embargo, varios de sus financiamientos los pediría a nombre de las lesbianas y según conviniera la ocasión hablaría como lesbiana o hablaría como gay por lo cual sería sumamente criticada.

El proceso de desviación de los principios originales.
La Coordinadora no incluyó en su denominación el término “feminista” en aras de la pluralidad y con el propósito de no excluir a los grupos homosexuales mixtos o mujeres gays no-feministas. Sin embargo, el problema no fue la omisión de “una palabra” sino el que gradualmente fue dejando de lado el contenido, la cosmovisión y la praxis feminista, y en específico, lesbofeminista.
Tampoco utilizó el término “autónomo” a fin de incluir a la nueva modalidad de los Grupos Lésbicos Financiados, es decir, que empezaban a depender del financiamiento internacional o del gobierno. El primero de los cuales sería el grupo Patlatonalli de Guadalajara, quien inauguraría la modalidad que ir orientándose algunos años más adelante hacia el Lesbianismo Institucional.
También los omitió porque empezaba a orientarse hacia la tendencia neoliberal de eliminar las definiciones políticas llamadas despectivamente “membretes”, hacia la “indefinición política”, con objeto de poder oscilar de un lado a otro sin el estorbo de las definiciones políticas mismas que implicaban sujetarse a ciertos principios ético-políticos. Así como también a sustituir a la “organización” por la “independencia personal”, la nueva modalidad de: las “Lesbianas Independientes”, por considerar a la organización colectiva como coartante de la libertad personal. Tendencia que más adelante se identificaría con la filosofía del Libre mercado.
No obstante, en la declaración de sus dos primeros objetivos, las lesbianas que venían del feminismo autónomo lograron dejar por sentado el lesbianismo feminista.

El avance cuantitativo y el retroceso cualitativo.
La incorporación, por un lado, de las homosexuales femeninas, y por otro, de mujeres gays sin ninguna formación feminista, dentro del movimiento lésbico feminista –autónomo- propició que éste movimiento sufriera un proceso de desviación de su orientación inicial, es decir, de una postura política feminista hacia una orientación gay. El movimiento ganó en cantidad pero perdió en calidad.
Gradualmente, al paso del tiempo, el punto de referencia del lesbianismo dejaría de ser la mujer y se orientaría hacia el hombre, hacia una visión masculina expresada en la ideología y la Cultura Gay, paralela a la transferencia de una visión política hacia una visión comercial e institucional, lo que poco mas adelante sería la ideología del libre mercado. Desviación, que para los años 90s, conformaría las bases de lo que ya se mencionó como el Lesbianismo Neoliberal, es decir:
Lesbianas sin ninguna definición ni formación política y antipolíticas;
Carencia de un fundamento teórico y político científico crítico;
Agrupaciones de diversión y esparcimiento para conseguir sexo con mujeres;
Reducción de la comunidad lésbica a clientela cautiva para lucrar con ella;
Cultura de la frivolidad, superficialidad, trivialidad y banalidad;
Sometimiento de dicha comunidad al alcohol, las drogas y la promiscuidad sexual;
Sustitución del “movimiento” por la “comunidad”;
Dedicación a buscar y obtener financiamientos para “beneficio de la comunidad lesbiana”.
A este proceso se le llamaría más tarde, la gayficación (geificación) del movimiento lésbico.

La diferencia entre las “homosexuales” y las “lesbianas”.
Es importante hacer una diferencia entre “las lesbianas” y “las homosexuales”. Las lesbianas eran mujeres que se aceptan como mujeres y aman a otras mujeres; las homosexuales eran mujeres que no se aceptan como mujeres o que deseaban ser hombres y por lo mismo rechazaban la denominación “lesbiana”. No les interesaba organizarse ni contaban con ninguna conciencia feminista. Entre estas existían las siguientes definiciones:
- Las homosexuales, mujeres que mantenían relaciones sexuales y erótico-afectivas con otras mujeres; las homosexuales masculinas, quienes adoptaban el rol masculino; las “homosexuales” femeninas, se negaban a llamarse homosexuales y adoptaban el rol femenino con todo el comportamiento estereotipado.
La inmensa mayoría de la comunidad de lesbianas se encontraba inmersa en estos papeles. Solo una pequeña parte se encontraba organizada en grupos y trabajando bajo una perspectiva feminista. Por esa razón, cuando éstas últimas organizaban eventos y asistían aquellas homosexuales, se complicaban las actividades porque de entrada rechazaban la palabra lesbiana, al feminismo, al trabajo político, a la organización y buscaban exclusivamente divertirse.
Sin embargo, el gran valor de estas mujeres fue y es su capacidad y valentía para romper ellas solas sin organización ni conciencia ni orientación con los papeles históricos que el patriarcado ha impuesto a las mujeres.

Las homosexuales patriarcales.
También existían comportamientos opresivos y reproductores de las relaciones de opresión patriarcoheterosexuales como: - Las homosexuales machistas y misóginas, mujeres que mantenían relaciones sexuales con mujeres adoptando la conducta machista de opresión y maltrato a la mujer y - Las homosexuales hembristas y misóginas, mujeres que mantenían relaciones sexuales con mujeres adoptando la conducta feminoide contra la mujer, contraparte opresiva del machismo. Sorprendentemente, la mayoría de las veces eran ellas quienes ejercían la relación de dominación y opresión contra sus compañeras masculinas ya que contaban con el poder social de “ser mujeres” o “parecer” mujeres. Algunas de ellas utilizaban su femineidad para abusar de las homosexuales masculinas así como también para moverse en el mundo heterosexual sin problemas.
A estas conductas sexogenéricas en ocasiones se les definían como “lesbianismo patriarcal” pero dado que carecía completamente de una conciencia lesbiana lo más correcto fue denominarlas, homosexualidad femenina patriarcal.
Ello, desde el momento de que partían de una no-conciencia o in-conciencia que las reducía a “sexo entre mujeres”, a un asunto meramente genital, y a que no pretendían organizarse ni abolir al sistema de dominación patriarcal, sino por el contrario, adaptarse a éste reproduciendo sus patrones de conducta en sus relaciones personales y su vida cotidiana.
Finalmente, también existían - Las homosexuales transexuales, mujeres que rechazaban su sexo femenino e intentaban o se cambiaban de sexo a través de procesos hormonales y/o cirugías quienes prácticamente pasaban a ser hombres, vivían en el ambiente y los medios homosexuales y nunca se interesaron en el feminismo porque era un asunto de mujeres que les era absolutamente ajeno a su realidad.

Las bisexuales y las lesbianas.
La penetración de las bisexuales en los grupos lésbicos siempre fue conflictiva debido a que involucraban a las lesbianas en asuntos y discusiones que nada tenían que ver con los intereses ni la realidad de éstas.
Las bisexuales llegaban cuestionando y acusando a las lesbianas de sectarias porque: “rechazaban sexualmente a la mitad de la humanidad, es decir, a los hombres”. Presionando sistemáticamente para que las lesbianas tuvieran relaciones genitales con hombres, argumentando mañosamente: que nadie se podía decir lesbiana si nunca había experimentado relaciones sexuales con hombres por lo tanto, para poder definirse como lesbianas había que tener relaciones con ellos y haber experimentado la penetración.
Los grupos lésbicos tenían como objetivo afirmar la identidad de las mujeres lesbianas y las bisexuales hacían exactamente lo contrario ponían en crisis la autoafirmación de las lesbianas.
Lo anterior llegó a confundir y desquiciar a muchas lesbianas. Incluso, muchas bisexuales abusaron de las necesidades afectivas y eróticas de éstas para llevárselas a la cama con un hombre. Por ello, en Oikabeth I durante mucho tiempo se tuvo la consigna de “no meterse con las bisexuales” por considerarlas políticamente oportunistas, dado que cuando les convenía usaban a un hombre y cuando les convenía usaban a una mujer, oscilaban de un lado a otro según les conviniera, no había un compromiso político con la lucha lesbiana.

El ingreso de las homosexuales al movimiento lésbico.
Muchas homosexuales o mujeres gays ingresaron a los grupos lésbicos por soledad o aislamiento, por huir de la dinámica de los bares y las discos (alcohol y drogas) o para buscar novia. En ocasiones, algunas llegaban a atreverse a intervenir en las discusiones teórico políticas causando un verdadero shock y cortocircuito en los debates por su falta de formación feminista y política.
Sin embargo, eran las bases sociales con las que había que trabajar. Pero trabajar con esta comunidad requería de un esfuerzo extremadamente grande con cada una de ellas para concientizarlas, lo cual implicó un desgaste tremendo para las militantes lésbicas. El problema radicaba que se requería de un ejército de militantes para atenderlas y los grupos autónomos no contaban con tiempo ni recursos para ello ya que cada militante debía buscar a diario como sobrevivir económicamente.

EL PRIMER ENCUENTRO DE LESBIANAS FEMINISTAS LATINOAMERICANAS Y DEL CARIBE.
A partir del Primer Encuentro de Lesbianas Feministas Latinoamericanas y del Caribe que se realizó en México en 1987, la autonomía se tornó en un principio fundamental, por tanto, las homosexuales-femeninas como también las feministas-lesbianas, empezaron a adquirir su autonomía respecto de las organizaciones mixtas de las que provenían y empezaron a proliferar grupos exclusivamente lésbicos en Latinoamérica.
Es muy importante destacar nuevamente, que desgraciadamente varias de ésas mujeres lo hicieron únicamente para acceder a los financiamientos internacionales dirigidos o etiquetados exclusivamente para grupos lésbicos, que da cuenta de un claro oportunismo político.El problema radicó, en que muchos de estos nuevos grupos jamás desarrollaron una perspectiva feminista sino “gay”, mujeres-gays, gays femeninas o el último grito de la moda: lesbogays, sometidas finalmente a la perspectiva masculina. Cabe aclarar que las que se llegaban a autodenominar feministas, se referían al feminismo heterosexual y no al lesbofeminismo que desconocían.

La indefinición política como definición política.
Una de las características de las mujeres gays fue la No-Definición, no definición política. Ello se debió a la moda gay de no definir postura política alguna. Esto significaba, que “su posición política era no definirse políticamente” (porque no les convenía). Por lo mismo, era complicado ubicar y situar políticamente a las agrupaciones de mujeres gays, pero por sus acciones y por sus proyectos podían determinarse políticamente con mucha precisión (por sus actos los conoceréis).
La mayoría de estos nuevos grupos se encaminaron:
- a despolitizar a la comunidad lesbiana, trasladando el lesbianismo del terreno de lo político al terreno de lo sexual;
- a despojar a las lesbianas de sus armas teóricas, evitando el acceso a las teorías y a las lideres políticas lesbofeministas así como a las heterofeministas radicales y revolucionarias;
- a reducir al lesbianismo de un asunto político a un asunto sexual, genital, bajo las ideas de la “opción” o de la “preferencia” sexual;
- a elaborar proyectos e iniciativas únicamente para facilitar el “sexo entre mujeres” (por los cuales gradualmente y discretamente fueron cobrando);
- a evitar la participación activa de las lesbianas en los asuntos de interés nacional e internacional;
- a actividades de divertimento y dispersión vinculadas al alcohol y las drogas;
- a impulsar eventos de “alta cultura lésbica” dirigidos a la exquisita clase alta lésbica;
- a lucrar con la comunidad lesbiana a través de bares, discos, cafeterías, librerías, viajes, deportes, etc;
- y cuando mucho, a luchar únicamente por derechos civiles, como el derecho al matrimonio y a la seguridad social, por supuesto sin cuestionar ni tocar al sistema político ni económico patriarcal; entre otros puntos.

Las gays con Perspectiva de género ó el “feminismo” derechizado.
Por otro lado, aquellos grupos de mujeres gays que si desarrollaron una perspectiva de género se perdieron en el Género.
Y aquellas que retomaron al feminismo, se orientaron hacia un feminismo Light, derechista o derechizado, “sin meterse en política”, políticamente correcto y muy civilizado, es decir, occidentalizado. Confluyendo totalmente con el sistema de dominación social neoliberal y alineándose, por ende, con la tendencia del movimiento gay o lésbogay internacional de orientación neoliberal. Por supuesto, siempre con vistas a acceder a los financiamientos y/o a los puestos políticos nacionales e internacionales.

El lesbianismo, de “rebelión política” a “sexo entre mujeres”.
El lesbianismo empezó a transitar, entonces, de postura política a una simple opción o preferencia sexual –gusto por el sexo entre mujeres-. Ideología, que la más prestigiada teórica de Lambda se encargó de difundir, así como también lo hizo y lo está haciendo la asesora (o cerebro político) de la primera diputada gay en México y principal contacto con la ILGA en México, a través del Closet de Sor Juana.
De movimiento de rebeldía, pasó a movimiento de mercadotecnia: no solo económica (el mercado lésbico), sino también política (el mercado lésbico-electoral).
Con dicho proceso de geificación, el movimiento lésbico se transformó de punta de lanza contra el sistema patriarcal, a una de las vanguardias de la industria sexual (en la lógica del neoliberalismo, todo lo que se venda es bueno).
La famosa frase (que parece acuñó T. Grace Atkinson): “El feminismo es la teoría y el lesbianismo la practica”, que permitía una gran claridad para las mujeres lesbianas (y un gran dolor de cabeza para las feministas heterosexuales) pasó a: el lesbianismo, o mejor dicho, el ser gay es “nice” ¿guey?, en el lenguaje Generación X X.

La resistencia lésbica.
Pocas organizaciones lésbicas lograron sobrevivir al ataque económico neoliberal, en los 90, contra los pueblos y contra la clase trabajadora, y continuaron desarrollando y profundizando el lesbianismo feminista ya fuera éste radical, anarquista, ácrata, libertario, separatista, socialista, comunista o revolucionario, en contracorriente al proceso de geificación e institucionalización del movimiento lésbico.
La característica de estas organizaciones fue: su negación a entrar en la dinámica de los financiamientos o de ingresar en las estructuras institucionales o de gobierno, lo cual las colocó en una situación de supervivencia así como también negarse a la geificacion del lesbianismo.
Esta actitud fue una postura ética sustentada en los principios político-morales de no ceder ante los financiamientos ni a incorporarse en las instituciones de dominación patriarcal. Ética-política basada en la profunda mística lesbofeminista desarrollada en los años 60 y 70, totalmente desechada y descalificada por el ascenso de los movimientos gay y lésbico neoliberales, mismos que no desarrollaron una base de principios éticos y político-morales, exactamente, como los carece el Modelo Económico Neoliberal sustentado en la más feroz cultura de competencia y rivalidad, basada en el más profundo individualismo y la aniquilación de la solidaridad social.

El avance de las fuerzas gays femeninas y lesbogays.
Entonces, fueron las mujeres gays de la clase media con solvencia económica blancas o mestizas blanqueadas y sin una formación feminista ni política quienes empezaron a nutrirse del sector de mujeres homosexuales o gays.
Asociaciones civiles u ONGs que nunca se avocaron al proceso de crear una conciencia feminista en dicho sector, por el contrario, se avocaron a organizar actividades de apoyo psicoterapéutico y psicoemocional ó de esparcimiento, diversión y entretenimiento: deportes, días de campo, veladas literarias, fiestas, programas de radio, chat o redes en Internet, etc.
Iniciativas inmediatistas que si bien eran benéficas temporalmente de ninguna manera se avocaban a ir al fondo y a la causa del problema sino a mediatizarlo. La raíz del problema era el sistema económico y político patriarcal neoliberal al que había que combatir y eliminar pero dichas iniciativas lo que hacían era adaptarse a este.
En síntesis, lo que desarrollaban era cultura gay y no una formación política lésbico feminista.
Al paso del tiempo, muchas de estas Asociaciones civiles u ONGs empezaron a cobrar por esas actividades y después a lucrar con ellas, además de los financiamientos que la mayoría recibían. Esto permitió el rápido proceso de geificación de la comunidad de lesbianas e incluso también del movimiento lésbico excepto la parte autonomista por su puesto.

La hegemonía de la derecha gay femenina, lesbogay y lésbico-insitucional.
Dicha situación permitió un avance demoledor de las organizaciones de mujeres gays, lesbogays y de las lesbianas de la derecha (institucionales), muchas de las cuales sin ningún escrúpulo, principios éticos, coherencia política y sin la más mínima vergüenza, se apoderaron de los foros políticos nacionales e internacionales. Por supuesto, sustentadas en un fuerte poder económico basado en los financiamientos que recibían y en los apoyos institucionales que las sustentaban, brindados precisamente por su falta de compromiso con la comunidad y por supuesto con el movimiento de lesbianas.
Lo mismo sucedió con el movimiento feminista heterosexual y con el movimiento gay, así como también con el movimiento ecologista y con el indígena.
Un ejemplo que ilustra perfectamente bien este hecho, es el del movimiento obrero oficial, burgués o de derecha. Este movimiento, surgió desde el movimiento obrero, se encuentra constituido por obreros y esta dentro del movimiento obrero; sin embargo, constituye un movimiento anti-obrero porque no responde a los intereses y necesidades del sector obrero sino a los intereses de los patrones es decir, de los explotadores de obreros. En síntesis, es un movimiento “obrero” enemigo de los obreros, es como tener al enemigo en casa ó en su defecto, dormir con el enemigo. En este ejemplo, hay que sustituir la palabra “obrero” por “lésbico”.

La heroica resistencia del movimiento lésbico independiente.
Pocas organizaciones de lesbianas feministas autónomas han resistido la pobreza o austeridad impuesta por el neoliberalismo y continúan realizando un heroico trabajo desde la independencia de los apoyos económicos e institucionales y la independencia de la geificación (para la que si hay financiamientos).
Organizaciones que fueron, y son, las que conformaron la disidencia o lo que puede llamarse “la resistencia” del lesbianismo feminista ante el embate de la ideología políticosexual de la globalización gay y del feminismo neoliberales y que conforman lo que sería la izquierda del movimiento lésbico, independientemente de que muchas critiquen a la izquierda por su carácter patriarcal.

La institucionalización del feminismo
Una vez que la Globalización –imperialista- logró aplastar y exterminar a todo el naciente y pujante movimiento social de las décadas de los 60-70 y logró expandirse en los 80, consolidándose en los 90 (por cierto, coronándose con la caída del comunismo soviético que jamás fue socialista sino Capitalismo de Estado -patriarcal- bajo el Estalinismo), una de sus victorias lo constituyó “su apropiación del feminismo” y su mutación degenerativa hacia un híbrido: la perspectiva de género.
Si bien, el discurso de género constituyó un avance en cuanto a la distinción entre: sexo: biológico y género: cultural; también, la perspectiva de género se utilizó como un arma ideológico-política para doblegar y neutralizar al feminismo. Pero lo más grave es que fueron muchas de las militantes feministas las que aceptaron el canje… quizá, porque si había financiamiento para el asunto de género más no para el asunto del feminismo.Así como al feminismo se le neutralizó y se le confundió con la Perspectiva de género; al lesbianismo se le neutralizó y se le confundió con la Diversidad sexual, en particular, la geificación. Y al ecologismo se le neutralizó y se le confundió con el Ambientalismo, y a la revolución social con el Posmodernismo.
Sobre la institucionalización del feminismo, Francesca Gargallo, dice:
“Por ello, hemos llegado a expresar desde principios de los 1990 que la institucionalización del movimiento (lo que algunas llaman “postfeminismo”) no solo es fruto de un oportunismo económico (con lo cual coincidimos con las feministas autónomas), sino que engendra el peligro real de la profesionalización de algunas feministas, hecho que las convierte en profesionales del género y de la mediatización de las demandas femeninas. Estas mujeres dejaron de ser feministas para convertirse en “expertas en asuntos públicos de las mujeres”, especialistas en dialogo con las organizaciones políticas de cuño masculino nacionales e internacionales. Fue un asunto de primera necesidad para ellas que perdieran su radicalidad y que, además, desacreditaran el activismo y las bases sociales del feminismo como sujetos de la construcción de las demandas económicas, políticas y cultures de las mujeres”
[1].


La patriarcalización del feminismo.
La patriarcalización del feminismo ha consistido en la incorporación del Movimiento Feminista y de su propuesta filosófico-política a las estructuras de dominación, control y explotación patriarcal; dentro de las cuales, las feministas cooptadas obtienen beneficios y privilegios a condición de no cuestionar y de no enfrentar a dicho sistema y, lo que es peor, de apuntalarlo en contra de la propia lucha de las mujeres y perpetuarlo contra la oposición de éstas, desarmándolas a través de la institucionalización de su lucha y de sus demandas.
Frente a dicha patriarcalización o institucionalización del feminismo puede decirse, que al institucionalizarse, éste ha dejado de ser feminismo, por lo cual, es inexacto hablar de un “feminismo institucional” dado que constituye una contradicción. Lo correcto sería decir: exfeminismo institucional o exfeminismo patriarcal o simplemente “traición al feminismo”, ya que éste por su naturaleza misma nunca podría adaptarse o incorporarse a las estructuras patriarcales.
Sin embargo, cuando se habla de “feminismo institucional o feminismo patriarcal” se esta refiriendo a las fuerzas feministas derechizadas o derechistas que se han incorporado al sistema de dominación pero que peligrosamente continúan manejando el discurso feminista.
Las tendencias derechistas del feminismo han podido adaptarse perfectamente al sistema de dominación patriarcal y este sistema ha podido subsumirlas perfectamente bien para reestructurarse y desarticular la oposición y la lucha feminista. Sin embargo el sistema no ha podido ni podrá asimilar al feminismo porque la esencia de éste es inasimilable a dicho sistema, pero hay que recobrarlo, arrebatárselo a la derecha feminista.

Las yuppies.
Actualmente, es urgente confrontar y combatir a ese exfeminismo así como también a las “feministas advenedizas”, nueva clase de jovencitas yuppies que se han convertido en representantes de las mujeres mexicanas ante los gobiernos y los organismos internacionales, expertas en financiamientos y en los protocolos de las conferencias mundiales, jóvenes que ignoran lo que fue la lucha de miles de mujeres que han quedado en el anonimato y quienes les permitieron a las nuevas generaciones acceder a las esferas del poder. Muchas de estas participan en la dinámica de las conferencias de BEIJING +…, en la CEDAW y UNIFEM, muchas de las cuales son lesbianas, de supercloset por supuesto o publicas pero sin una conciencia lésbica feminista.
Equivocadamente se pensaba que este era un problema generacional pero es un problema de concepción y compromiso político ya que habría que comparar a estas jóvenes por ejemplo con las jóvenes lesbianas anarcofeministas o feministas radicales que junto con el movimiento globalifóbico y altermundita han luchado contra la tiranía de los organismos intencionales.
Ante aquellas desviaciones, es urgente recuperar las extraordinarias aportaciones teórico-practicas, praxis, que las lesbianas feministas empezaron a desarrollar durante las décadas de los 60-70 y una parte tardía en los 80. Desde las lesbianas radicales socialistas y separatistas hasta la recuperación de las raíces y los orígenes prehistóricos en las lecturas como “El cáliz y la espada” de Riane Eisler ó “Dios nació mujer” de Pepe González entre otras, como un vislumbre de la sociedad futura próxima acuariana comunista feminista.

La praxis feminista.
Las académicas, las generistas, las funcionarias y expertas en financiamientos y las ideólogas neoliberales no han entendido que el feminismo no es una “teoría” sino también una “practica”, es decir, la praxis: teoría y practica indisolubles. Que el feminismo no se “entiende” se “vive”, no se “toma” se “construye”, se constata en la vida cotidiana personal y social, intima y publica, espiritual y política. El feminismo, constituye una confrontación permanente contra todas las estructuras de control patriarcal y a la vez una construcción permanente de las nuevas estructuras de la sociedad futura, es decir, deconstrucción y construcción.
Ello, significa que el feminismo no puede desligarse de la realidad concreta y la realidad concreta es la realidad de los millones de seres humanos, incluidas las mujeres que, bajo esta sociedad dividida en clases sociales, en razas, en países y sexos, se encuentra hundida en una profunda depresión bajo las nuevas formas de la esclavitud neoliberal.

La sangre de unas para saciar la sed de otras.
El costo que ha implicado el hecho de que algunas mujeres hayan podido acceder al poder ha sido altamente doloroso para el género femenino. El pago para que algunas pudieran lograr su desarrollo ha implicado la intensificación de la esclavitud de muchas otras. La condición para que unas cuantas pudieran crecer profesional y políticamente ha implicado que la mayoría quedáramos despojadas de nuestros derechos laborales y civiles mínimos. Ese ha sido el costo que el patriarcado le ha cobrado a las mujeres.
Algunos de esos costos han sido por ejemplo: la eliminación de todo tipo de controles contra la trata de blancas; el alarmante crecimiento de la prostitución infantil con niñas; el exorbitante aumento de la violencia domestica contra la mujer; la perdida de los derechos laborales del sector femenino; el ascenso desmedido del trabajo sexual (prostitución) por falta de empleos; la brutal cosificación de la mujer y su reducción a klinex; la invasión y bombardeo pornográfico; y por supuesto, el crecimiento alarmante del femicido en los países pobres, en las zonas pobres, con las mujeres pobres.

La entelequia exfeminista o la entelequia generista.
No por casualidad fueron las intelectuales y las académicas, las cultas (La Razón y La Ciencia, armas de control y dominación del poder masculino), la llamada entelequia feminista ó postfeminista (siempre separada del pueblo, de los de abajo, es decir, de las mujeres reales y concretas) y las profesionistas de clase media, quienes ingresaron a las esferas del poder.
Del poder mediático, gubernamental, la intelectualidad, la academia, el legislativo, los organismos internacionales, etc. Poder acompañado siempre de poder económico, en especie: puestos, viajes, representaciones, cargos, publicaciones, acceso a los medios, salvo honrosas excepciones, ó en dinero (recordemos que el dinero tiene un significado subliminal libidinal: el poder fálico).
De hecho, en ese proceso de patriarcalización de las feministas de la clase media y alta y blancas o mestizas blanqueadas, el problema no fue que la mayoría se vendieran, sino que vendieran la perspectiva feminista y por consecuencia al movimiento.

El postfeminismo o teoría generista-neoliberal.
Dichas exfeministas o nuevas generistas construyeron su edificio conceptual partiendo de la opresión de género mas no de la opresión de clase, opresiones que se encuentran indisolublemente vinculadas y cada una de las cuales no se puede explicar sin la otra.
Construyendo, entonces, una teorización falsa (ideológica) sobre los fundamentos y las causas de la opresión de la mujer, o sea, ahistórica (idealista y no materialista dialéctica), es decir, fuera de las grandes condicionantes del desarrollo histórico: la economía como motor de la historia; de la interacción de las relaciones de producción y de las fuerzas productivas (la economía-política); del proceso de producción de plusvalía (plusvalía sexual); de la determinación económica en la superestructura política, jurídica, cultural (y sexual); de la lucha de clases (y sexual); de las instituciones de control patriarcoheterocentristas (heterosexismo); de la base económica de la división del trabajo como fundamento de la división de géneros; y de la inminente necesidad de una profunda transformación económica, política, social y sexual y personal también (una re-evolución), entre otros muchos aspectos.
Ideología, no solo por su posición de clase media o alta, sino sobre todo, porque muchas de las generistas fueron y son beneficiarias del poder patriarcal y clasista, lo cual nunca les permitió ni les ha permitido visualizar que la opresión de la mujer estaba directamente vinculada con la explotación de la clase trabajadora internacional y de los pueblos del llamado tercer mundo y que ellas formaban parte de esa explotación. Incluidas también nosotras, las que vivimos en las ciudades y hemos tenido acceso al estudio.
Pero aún más, dicha deformación conceptual sustentada en la perspectiva de género, tendría como objetivo político impedir y bloquear la producción de una claridad teórica para fortalecer al movimiento feminista mexicano desde los 80-90 y evitar su avance en el nuevo milenio, salvaguardando los intereses económicos del avance de la globalización –imperialista-, es decir, traicionando a las mujeres.

La academia, ese lejano mundo de la realidad concreta.
Las estudiosas del género, del Programa Universitario de Estudios de Género, PUEG de la UNAM y del Programa Interdisciplinario de Estudios de la Mujer del Colegio de México, PIEM, así como de la Especialidad-Maestría en Estudios de la Mujer y el Doctorado en Ciencias Sociales, Área Estudios de Género, de la UAM-X, no han querido entender que el lesbianismo de facto rebasa al género, que no es un apéndice del género sino que lo trasciende y en este sentido, es transgénero. Pero no como lo entiende la visión masculina de los transgéneros, donde el hombre se apropia de los atributos femeninos históricamente impuestos y repudiados por las mujeres (recogen lo que las feministas han tirado a la basura),
[1] Francesca Gargallo, Las ideas feministas latinoamericanas, 2004. Universidad de la Ciudad de México. Pág. 47.

1 comentario:

A O dijo...

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