6.20.2005

El Movimiento Lésbico Feminista en México... (Primeras 20 páginas)

EL MOVIMIENTO LÉSBICO FEMINISTA EN MÉXICO,
SU INDEPENDENCIA RESPECTO A LOS MOVIMIENTOS
FEMINISTA HETEROSEXUAL Y GAY
Y SU MISION HISTORICA


VI ENCUENTRO DE LESBIANAS FEMINISTAS DE LATINOAMÉRICA Y EL CARIBE 2004
RESCATE HISTÓRICO
PONENCIA:

Yan María Yaoyólotl Castro

Este ensayo esta constituido por una breve introducción en español y en ingles y posteriormente, por el desarrollo del tema, finalizando con el artículo “Hacia la construcción de una corriente de izquierda lésbica de Latinoamérica y el Caribe.

Para aquella sirena del canto guerrero,
Para aquella hermosa amazona negra,
Por su compromiso re-evolucionario,
impecable.
A Ochy Curiel

Y a Coyolxauhqui Articulada

Movimiento Lésbico Feminista
El presente ensayo se refiere al Movimiento Lésbico Feminista, a su carácter autónomo y a sus diferencias con el resto de movimientos sexopolíticos: por un lado, su disparidad con el Movimiento Feminista Heterosexual; y por el otro, su divergencia con los movimientos Homosexual, Lésbico-homosexual, Gay, Lésbico-gay, Lesbogay, Bisexual, Transgénero, Transexual, LGBT, Queer y en general de la Diversidad Sexual. Asimismo, también se refiere a los puntos de coincidencia con estos.
El Movimiento Lésbico Feminista constituye una propuesta política y una cosmovisión totalmente diferente a los dos bloques antes mencionados, propuesta que ha sido negada o por lo menos invisibilizada por éstos, debido al carácter patriarcal que permea al movimiento feminista heterosexual y que prevalece en el conjunto de movimientos gays y de la diversidad sexual.
Actualmente, el Movimiento Lésbico Feminista se encuentra en medio de una vorágine de confusión y descontrol, porque se encuentra sometido a un discurso político patriarcal-neoliberal que lo ha colocado bajo la supremacía de los bloques sexopolíticos antes mencionados, así como en medio de la más abyecta mercantilización y banalización de la sexualidad humana, ello, con el propósito de neutralizar el carácter político y eliminar la propuesta re-evolucionaria del lesbofeminismo.
El proceso de gayficación, “geificación”, del movimiento de lesbianas se encuentra íntimamente ligado al proceso neoliberal de mercantilización (libre mercado) de los movimientos sexopolíticos, paralelo al proceso de patriarcalización del feminismo, iniciativas que emanan de la dinámica de la globalización patriarcal.
Para que el Movimiento Lésbico Feminista pueda crecer y además desarrollarse en toda su plenitud necesita determinantemente superar su atavismo con el movimiento feminista heterosexual y liberarse de su subordinación con el movimiento gay. Y entonces, desde la autonomía, establecer políticas de alianza con el Movimiento Gay y con el Movimiento Feminista Heterosexual sin permitir su geificación ni su heterofeminización.
Pero antes que lo anterior, es prioritario establecer alianzas con los movimientos internacionales altermundistas y de la nueva izquierda-feminista, con los movimientos obrero, campesino, indígena, popular, estudiantil, de color, de trabajadoras (os) de servicios y ecofemisistas, así como con los movimientos revolucionarios internacionales.
El presente análisis no se reduce a impulsar la lucha por la independencia del Movimiento Lésbico Feminista respecto a su subordinación a los dos bloques mencionados ni a su lucha contra el lesbianismo neoliberal y el feminismo patriarcalizado, sino también, a continuar impulsando su lucha contra el conjunto de las estructuras internacionales de dominación patriarcal: la OMC, el BM, el FMI, la AID, las políticas de la ONU, los inhumanos tratados comerciales como el ALCA, entre otros.
Pero sobre todo, se refiere a la urgente necesidad de reconstruír las bases ideológico-políticas y las bases sociales organizadas del lesbofeminismo radical y re-evolucionario.
Este ensayo constituye un acercamiento hacia la recuperación de una historia propia que en México inicia a mediados de los 70s y cuyas tres grandes líneas continúan desarrollándose hasta la actualidad: Ácratas, Lésbos y Oikabeth I. Una incursión que permite analizar el pasado para entender el presente y proyectar al futuro. Historia que ha pretendido ser sepultada, por las fuerzas neoliberales de la derecha gay y feminista, como representantes de la presente, última y devastadora ofensiva del patriarcado: la globalización neoliberal o capitalismo salvaje.
No se trata de “retroceder” al pasado, sino de recuperar la esencia, el sentido primordial de lo que era y és la lucha de liberación lésbico feminista que era y es la punta de lanza de la liberación de todas las mujeres; siendo esta última a su vez, la condición de la liberación de toda la humanidad.
El propósito de este ensayo de ninguna manera se reduce a un lamento por la negación del Movimiento Lésbico Feminista por parte de los dos bloques mencionados. Por el contrario, constituye una revaloración de su carácter profundamente revolucionario, razón por la cual se le ha pretendido eliminar, o por lo menos, se le ha pretendido neutralizar subordinándolo, subsumiéndolo o confundiéndolo con aquellos dos movimientos como una simple “parte”, apéndice (Costilla de Adán), o un derivado de la política heterofeminista o de las políticas: gays, bisexual, de la Diversidad sexual, LGBT o Queer y actualmente: multisexual: sadomasoquista, swingers, menages, sodomita, voyers, trisexual, coprofílica, zoofílica, necrofílica, etc.
Movimientos sexopolíticos que han pretendido reducir al lesbianismo de: la rebelión de las mujeres, a un grosero asunto genital, ó, como decía Cheryl Clarke, una lesbiana negra americana: El lesbianismo: un acto de resistencia, a una trivial opción o preferencia sexual.
El movimiento lésbico no ha podido crecer ni desarrollarse precisamente por el control que han ejercido las liderezas: lesbogays, gays, homolésbicas, bisexuales, Lgtb, queers, trans…, de la diversidad sexual y ahora, multisexuales, quienes se han dedicado a hablar por y a representar a las lesbianas en las esferas del poder político nacional e internacional, lo que se ha denominado: el Lesbianismo Institucional, que no es otra cosa que el Lesbianismo Neoliberal, y por supuesto, a controlar los financiamientos dirigidos a “Asuntos lésbicos”. Como decía Marx, quien tiene el control económico tiene el control político, ideológico, cultural y espiritual… y sexual. O simplemente, se han dedicado a lucrar con la comunidad lesbiana sometiéndola a la frivolidad, el alcohol, la banalidad, las drogas, la exacerbación sexual, la inconciencia o la prostitución.
Lo que nunca han entendido dichas mujeres gays, ni las heterofeministas ni las lesbianas institucionales, es: que la guerra lesbofeminista no es contra los hombres sino contra el patriarcado, no contra “individuos” sino contra “un sistema social”, ya que el patriarcado está compuesto por hombres pero también por mujeres profundamente misóginas y además, porque un hombre no se define por su sexualidad sino por su conciencia y por su compromiso; por lo cual, puede existir más afinidad con un hombre feminista que con una mujer o una lesbiana patriarcales.
De igual manera, se menciona brevemente cual es la trascendencia histórica del Movimiento Lésbico Feminista y en especifico Lesbofeminista radical y re-evolucionario y cuales sus aportes hacia la construcción de un nuevo sistema social mundial basado en una relación armónica entre la humanidad, con la naturaleza y el planeta.
Ahora, ante “el fin de la historia” ó la apocalipsis de la dominación patriarcal, es el Movimiento Lésbofeminista Autónomo y Re-evolucionario, a quien le toca diseñar los parámetros de la sociedad del futuro, como una vanguardia al lado de los sectores sociales étnicos, nativos e indígenas; raciales no-blancos; de las mujeres; de los movimientos obrero, campesino, popular, de servicios y estudiantil; de los pobres blancos y de la izquierda revolucionaria internacional junto con todas las oprimidas y oprimidos del mundo; por ello: ¡Asumamos nuestra misión histórica!

1977, Las raíces: Ácratas, Lésbos y Oikabeth I.
Los primeros grupos feministas de México, pertenecientes a la llamada “Nueva ola”, surgieron a principio de la década 1970-79, y el primer intento para formar una agrupación de feministas lesbianas se llevó a cabo a mediados de dicha década con el grupo Ácratas. Pero no fue sino hasta 1977 cuando en México surgió el primer grupo formal de lesbianas: Grupo Lésbos, y al año siguiente apareció la segunda organización ya con un carácter público y político: el grupo Oikabeth I.
Las tres agrupaciones se originaron en el seno del movimiento feminista y no dentro del movimiento homosexual como se afirma en la historiografía masculina. Además, los referidos grupos constituyeron la vertiente lésbica inicial del feminismo mexicano aun cuando las historiadoras feministas heterosexuales lo nieguen o lo omitan. E incluso a pesar, de que el grupo Ácratas se mantuviera separado del movimiento feminista (heterosexual) por considerarlo impregnado de una fuerte carga patriarcal.
El grupo Ácratas se autodefinía como feminista, anarquista y además separatista, criticando el carácter patriarcal de muchos aspectos del feminismo heterosexual al igual que del movimiento homosexual y de la izquierda patriarcal. Su propuesta, apuntaba a un feminismo radical dirigido hacia un metafeminismo y, por ende, a un metalesbianismo.
Por su parte, el grupo Lésbos se organizó con el propósito de trabajar la reivindicación y una nueva revaloración del lesbianismo como un proceso grupal interno, pequeño grupo de conciencia, no público.
Oikabeth I se constituyó como la primera experiencia pública y manifiestamente política de las lesbianas mexicanas, bajo una orientación feminista de carácter socialista y revolucionaria. Al respecto, es muy importante señalar que existieron tres Oikabeths, tres organizaciones distintas con tres líneas políticas totalmente diferentes. En este caso me refiero al Oikabeth Socialista Feminista que termina en 1982. El tercer Oikabeth es el que correspondería a quien sería años más adelante la primera mujer diputada lesbogay en México.
Sin soslayar las diferencias de opinión que existían al interior de cada uno de los grupos antes mencionados, podemos ubicarlos de la siguiente manera: Ácratas pretendía transformar radicalmente toda la sociedad y la cultura existente a partir de una nueva concepción de la mujer, fundamentado en algunas teóricas como Monique Wittig, hacia un metafeminismo, y por tanto un metalesbianismo. Lesbos se fijó el propósito de despertar en las lesbianas una conciencia de autoaceptación y de revaloración de si mismas. Y Oikabeth se propuso contribuir a la construcción de un nuevo orden social más justo e incluyente a través de un socialismo feminista y una nueva mística política. En síntesis, se podrían definir: Ácratas: feminista-crítico-lésbico-anarquista-separatista; Lesbos: lésbico-feminista, y Oikabeth: lésbico-feminista-de izquierda y específicamente, socialista-feminista.
Ácratas mantenía relación con el movimiento separatista lésbico internacional y con el movimiento feminista radical-anarquista europeo y estadunidense. Lésbos se mantuvo cercano a la dinámica del movimiento feminista mexicano (heterosexual). Oikabeth I se incorporó al movimiento revolucionario internacional socialista y a la izquierda tanto feminista como homosexual. Sin embargo, pese a la diversidad de sus orientaciones, los tres grupos mencionados defendieron enconadamente la autonomía del movimiento de lesbianas respecto de las feministas heterosexuales y de los homosexuales; especialmente Ácratas, aunque su propuesta apuntara más allá del feminismo y del lesbianismo (patriarcal), criticando incluso, la utilización del concepto “mujer” por constituir una definición masculina.

La independencia del control masculino.
En aquellos tiempos, el planteamiento de la autonomía era categóricamente rechazado porque en Latinoamérica no era costumbre que las mujeres se organizaran independientemente de los hombres y, por lo tanto, que se constituyeran en organizaciones exclusivamente femeninas. Por esta razón, la defensa de la autonomía fue una lucha muy difícil que el movimiento feminista sostuvo frente a las organizaciones sociales controladas por los hombres, las cuales abarcaban desde partidos y sindicatos hasta organizaciones obreras, campesinas y populares, incluyendo las revolucionarias y las de liberación nacional y por supuesto, también frente a las organizaciones homosexuales y más adelante, las gays.
Algunas de estas organizaciones se autodenominaron “mixtas”, es decir, constituidas por hombres y mujeres, dando a entender con ello que no se discriminaba al sector femenino. Sin embargo, dichas organizaciones eran en realidad masculinas, porque eran los hombres quienes directa o indirectamente mantenían el control no solo físicamente sino sobre todo, ideológicamente. Por ello, para ellas no había motivo para luchar específicamente por las demandas de las mujeres y mucho menos para que éstas se organizaran “independientemente”, es decir, autónomamente, ya que “los asuntos de las mujeres” estaban implícitos en sus programas.
Paradójicamente, el mismo argumento lo utilizaban muchas feministas heterosexuales para afirmar que la lucha de la mujer incluía en “sí misma” la liberación de las lesbianas, motivo por el cual el movimiento feminista no tenía por qué luchar específicamente por las demandas lésbicas. Por lo mismo, rechazaban el uso de la palabra “lesbiana” toda vez que, afirmaban, “feminista” englobaba a “todas” las mujeres. Algo similar se decía cuando se aseguraba que el término “hombre” implicaba a “hombres y mujeres”. Por ello, consideraban que organizarse autónomamente en grupos de lesbianas era un acto divisionista, desarticulador, separatista y sectario que debilitaba y fracturaba al movimiento feminista, una de las razones por la que no se consolidó Ácratas.
Al respecto, era tan falso que la revolución y el socialismo implicaran automáticamente la liberación de las mujeres como falso que la liberación de las mujeres implicara automáticamente la liberación de las lesbianas. La realidad era que tanto las mujeres en general como las lesbianas debían de luchar por ellas mismas y para sí mismas, lo cual requería necesariamente de la autonomía. Era evidente que cualquier grupo o sector social que no luchara por sí mismo y por sus reivindicaciones específicas sería opacado, subordinado o anulado por los grupos o los sectores más fuertes o dominantes.

Las heterofeministas y la autonomía lesbiana.
En relación al asunto de la autonomía lésbica, entre las organizaciones feministas heterosexuales prevalecían tres posiciones:
1.- Las liberales, consideraban que las lesbianas debían mantenerse dentro del movimiento feminista pero por supuesto, sin mencionar la palabra “lesbiana” y sin incorporar las demandas lésbicas especificas, es decir, que se mantuvieran en el “closet”, invisibilizadas, silenciadas, considerando por lo tanto, divisionista su autonomía y fracturadora del movimiento feminista;
2.- Las conservadoras, preferían que las lesbianas se mantuvieran como un movimiento aparte por el peligro que representaba que se confundiera feminismo con lesbianismo, razón por lo cual sistemáticamente deslindaban, por el otro, al “movimiento feminista” y por otro al “movimiento lesbiano”. Enfatizando siempre: “las feministas” y “las lesbianas”, como si estas últimas no pudieran ser feministas.
3.- Las heterosexistas, quienes preferían que las lesbianas no existieran.
Esta situación, que aún prevalece en nuestros días, fue una muestra de lesbofóbia al interior del movimiento feminista, de sexismo y discriminación sexual sustentada en una posición patriarcal.
Ante esta situación, el grupo Ácratas se mantuvo en una línea de separatismo ó “separatista” radical, sin alianzas con las feministas-heterosexuales y mucho menos con los homosexuales debido al carácter patriarcal y lesbofóbico de estos movimientos. Tampoco se alió con la izquierda debido a que en los partidos, los sindicatos y las organizaciones revolucionarias prevalecían estructuras profundamente opresivas para la mujer. No obstante, este grupo se definió antiderechista, antiEstado y partió de una propuesta revolucionaria desde la metamujer y el metafeminismo.
En cambio, Lésbos nunca rompió sus vínculos con el movimiento feminista (heterosexual), pero se mantuvo separado de las organizaciones masculinas fuesen heterosexuales u homosexuales.
Oikabeth I siguió una línea autónoma pero no separatista, estableciendo vínculos con los partidos de izquierda, sindicatos y movimientos revolucionarios y, además, con el movimiento feminista y con el movimiento homosexual pero de izquierda, negándose determinantemente a establecer alianzas tanto con las feministas como con los homosexuales derechistas.
No está de más enfatizar, que las tres organizaciones se mantuvieron autónomas respecto de cualquier relación con las instituciones gubernamentales, cuya máxima expresión era el Estado y de los partidos políticos de derecha. Así como de cualquier tipo de apoyo económico o financiamiento institucional que entonces no existían (aún no había dinero, presupuesto, para comprar organizaciones de lesbianas).

La lesbofobia de las “feministas lesbianas”.
Respecto a las feministas-lesbianas, hay que mencionar que eran militantes feministas que además eran lesbianas o más bien, lesbianas ocultas dentro del feminismo, que jamás lucharon por la causa lesbiana. Pero lo más cuestionable fue que la mayoría de ellas se convirtieron en fuertes opositoras al movimiento lésbico autónomo, y aún hoy continúan bloqueándolo. Era comprensible y respetable que algunas tuvieran que protegerse en el closet, pero inadmisible que la mayoría asumieran una postura política antilesbiana, sutil o contundente.
Finalmente, lesbianas con una lesbofobia explicita o implícita que se proyectaba no solo en sus actitudes sino en su análisis e interpretación científica de la realidad de la mujer. Continuando, de esta manera, reforzando la visión ideológica heterocentrista, base fundamental del patriarcado, y rechazando la teoría política lesbofeminista. Muchas de ellas son hoy importantes teóricas, liderezas, académicas, funcionarias y ejecutivas que continúan en el closet ideológico, por lo que caen en la contradicción de ser lesbianas con pensamiento androcentrista. Por lo mismo, se les llamaba “lesbianas de closet ideológico”.

La mujer y no el hombre, el punto de referencia.
Es sumamente importante insistir en que el punto de partida y de referencia de los tres primeros grupos lésbicos lo constituyó el feminismo y que ninguno de ellos tomó como referencia a la homosexualidad, ni siquiera en las múltiples actividades que organizaron conjuntamente.
El punto de referencia fue siempre la mujer, jamás el hombre; el feminismo y no la “gaycidad” (el Ser gay). De hecho, como ya se señaló, las tres agrupaciones surgieron inicialmente como respuesta al feminismo, como aspecto complementario del feminismo o la cara lésbica del feminismo. Incluso, el metafeminismo de Ácratas partía del feminismo mismo.
Ello se debía a que las tres organizaciones lésbicas coincidían en que el movimiento homosexual aún contaba con un profundo carácter misógino, falocentrista y patriarcal, mismo que a juicio de Lésbos y de Oikabeth I debía superar, y que según Ácratas nunca podría lograrlo.
De hecho, en un principio Oikabeth I intentó trabajar con homosexuales cuando a principios de 1978 se incorporó al Frente Homosexual de Acción Revolucionaria (FHAR), dado que era un frente de grupos, el cual abandonó dos meses después debido a que recibió una agresión lesbofóbica por parte de uno de sus lideres, quien sentenció: “Los heterosexuales las necesitan (a las mujeres) para procrear, para el trabajo doméstico y para cogerselas, pero nosotros (los homosexuales) podemos prescindir de ustedes,… las podemos borrar del planeta” (sustentado en que, en aquel entonces, se empezaba a hablar de reproducción in vitro y de clonación). A partir de ese momento, Oikabeth I declaró su total autonomía respecto del movimiento homosexual, pero es importante señalar que nunca dejó de realizar diversas acciones con la vertiente izquierdista de dicho movimiento.

El abismo entre las lesbianas y las homosexuales.La defensa de la autonomía lésbica, pero sobre todo, la defensa de la posición política lesbofeminista, marcaron una diferencia abismal entre “las lesbianas” y aquellas mujeres que se autodenominaban “las homosexuales” u “homosexuales femeninas”, mismas que surgieron en el seno de las primeras organizaciones del movimiento homosexual en 1978, es decir: el Frente Homosexual de Acción Revolucionaria y el Grupo Lambda de Liberación Homosexual; incluyendo, el primer intento de movimiento de liberación homosexual en 1971, desde el cual Nancy Cárdenas se declaró homosexual y se opuso a la autonomía lésbica y al lesbofeminismo, exceptuando en el 75, Año Internacional de la Mujer, por presión de las europeas y norteamericanas.
Las “mujeres homosexuales” o las “homosexuales femeninas” (más tarde llamadas así mismas: “mujeres gays”), se formaron bajo la perspectiva y el análisis de la realidad homosexual y androcentrista, es decir, masculinos. Aún las homosexuales de Lambda quienes retomado al feminismo y se comprometieron junto con los hombres de esta organización en la lucha por las reivindicaciones de la mujer, retomaron al feminismo heterosexual o heterofeminismo más nunca al feminismo lésbico o lesbofeminismo. Ello quedó expresado claramente en sus publicaciones e intervenciones públicas.
Ello no invalida en modo alguno, el impacto histórico que ejercieron las homosexuales femeninas por el valor de asumirse públicamente, ni tampoco invalida sus aportaciones al movimiento homosexual desde una perspectiva femenina. Pero si es importante señalar, que desde un principio esas homosexuales no partieron desde la autonomía que constituía un principio fundamental del enfoque feminista. Pero no solo de una autonomía organizativa estructuralmente, sino sobre todo, de una autonomía teórica, es decir de una crítica científica lesbofeminista al sistema económico, político y social patriarcal y no solo heterosexista contra lo cual luchaban los homosexuales.

La cosmovisión masculina del universo.
Cuando señalo: una visión masculina ó cosmovisión masculina del universo, me refiero a que ésta se encontraba -y se encuentra- centrada en el falocentrismo, explicito o implícito, simbólico o tangible, el cual siempre ha derivado en falocracia, la esencia del orden patriarcal. De hecho, como lo sostuviera Ácratas: la sociedad patriarcal era esencialmente homosexual, pero oculta. Los hombres se amaban entre sí, en cuanto que el hombre se ama a sí mismo: androcentrismo. Una complicidad erótico-política. Donde la libido masculina se sublimaba en La Cultura (sublimación de la neurosis por dificultad del desarrollo libre de los instintos homosexuales), con el fin de mantener el poder de dominación sobre la mitad de la humanidad, es decir, la esclavitud sexual de la mujer. Pero también, sobre otros hombres como es el caso del esclavismo, el servilismo o feudalismo y el capitalismo. Incluida también, la esclavitud racial y étnica no blanca. Así como, la esclavitud o dominación sobre la naturaleza, la depredación y la devastación ecológica.

El grupo homosexual Lambda.
Es oportuno señalar, que el único grupo homosexual que retomó realmente la propuesta política feminista (heterosexual) fue Lambda, los demás simplemente la ignoraron. Pero no la retomaron por la participación numérica de más de la mitad de mujeres homosexuales en sus filas, sino por su cercanía con el movimiento feminista (heterosexual), con el movimiento autónomo de lesbianas feministas y por la presencia de algunas homosexuales feministas (heterofeminismo) dentro del grupo, así como por la influencia del trotzkismo, corriente marxista que ha retomado las aportaciones de luchas sociales que no son específicamente obreras pero que tocan aspectos sociales primordiales.
Lambda, después de arduos debates con las organizaciones lésbicas independientes, retomó en ocasiones la palabra “lesbiana”, sin embargo en sus publicaciones e intervenciones públicas más del ochenta y cinco por ciento del discurso era masculino.
Estos avances dentro del movimiento homosexual se perderían con el advenimiento del neoliberalismo y del movimiento gay neoliberal. De hecho, actualmente los movimientos Gay, Queer, Bisexual, de la Diversidad, Transgenérico, Transexual y LGBT se encuentran precisamente en el polo opuesto a la línea del feminismo crítico no solo lésbico sino heterosexual.

La batalla de las lesbianas ante las y los homosexuales.
Oikabeth I libró fuertes batallas teóricas y políticas con las organizaciones homosexuales sobre la autonomía lésbica. En esa lucha estaban en juego los siguientes factores:
1) la defensa de la palabra “lesbiana”;
2) la defensa de la organización política estructural de las lesbianas, independiente de los hombres;
3) la defensa de una teoría científica y la cosmovisión lésbofeminista antipatriarcal;
4) la defensa del proyecto y del programa político específicamente lésbicos, es decir: la opresión lésbica relacionada directamente con la opresión histórica de la mujer y por lo tanto, la lucha lésbica relacionada directamente con la lucha de liberación de la mujer;
5) la defensa de la metodología de las tácticas y las estrategias de la lucha política lésbica;
6) la defensa de los objetivos y de las metas políticas lésbico-feministas;
7) y finalmente, la defensa de la lucha fundamental contra del patriarcado, entendido éste como sistema económico, político y social y, contra las instituciones patriarcales que de él derivaban: la familia (la prisión de la mujer), la monogamia (para la mujer), la maternidad (obligatoria), la feminidad (forzada), la heterosexualidad (impuesta), el trabajo doméstico (la explotación), el coito (única forma de la sexualidad humana), la triple jornada de trabajo (hogar, fabrica y partido político), entre otros. Por supuesto, entendido como: patriarcado-heterosexista y no solo como patriarcado, según el heterofeminsimo.
Propuestas que constituían una visión política totalmente diferentes a la visión homosexual o gay tanto masculina como femenina por lo cual era totalmente erróneo mezclar ambos movimientos.
Como cita Jules Falquet en su libro Breve reseña de Algunas Teorías lésbicas: “Como escribían las Radicalesbians de Nueva York en 1970: Una lesbiana, es la rabia de todas las mujeres concentrada hasta su punto de explosión”.
Lo anterior no significa que no hubiera algunos puntos de coincidencia con esas homosexuales, con quienes se establecían alianzas o acciones comunes como las protestas contra la represión o las marchas anuales.

El desconocimiento de la teoría política lésbico feminista, por las gays.
De hecho, las homosexuales o mujeres gays desconocían la existencia del análisis científico político feminista radical porque se sentían o identificaban con los hombres y no les interesaba una teoría de mujeres.
Desconocían sobre todo, la gran producción teórica de las feministas lesbianas, por ello, su sustento teórico fueron las interpretaciones teóricas de los homosexuales y en la actualidad, mucho peor, las teorías de la Diversidad y Queer.
Específicamente desconocían, y desconocen, el análisis de La crítica a la economía-política patriarcal capitalista heterosexista. Incluso a la mayoría les interesaba “un pepino”, como lo manifestaron, porque dentro de la cultura gay mientras exista diversión, alcohol y sexo para la masa lesbiana y, una cultura gay refinada y exquisita para la aristocracia lésbica, a ninguna de ellas les interesaba la existencia de una riquísima y amplia teoría feminista ni lesbofeminista a nivel filosófico político, misma que proporcionaba los elementos para poder entender y transformar la realidad.
En los años 70, la teoría feminista radical y revolucionaria se empezaba a construir con diferentes influencias teóricas: el marxismo, los y las marxistas, el troskismo, el anarquismo, los y las teóricas revolucionarias latinoamericanas, asiáticas y africanas, los y las teóricas ecologistas, la antipsiquiatría y contra la medicina capitalista, entre otras
Entre algunas de las más destacadas teóricas feministas heterosexuales (y/o lesbianas ?) revolucionarias, que han contribuido a la creación de una cosmovisión desde la mujer revolucionaria, se pueden mencionar a las extraordinarias teóricas Zillah Eisenstein, Sheila Rowbotham y Mariarosa Dalla Costa como unas de las mas comprometidas con el Feminismo Socialista ó Feminismo Marxista; así como también a Nancy Hartsock, Rosalind Petchesky, Linda Gordon, Nancy Chodorow, Jean Gardiner, Margaret Randall, Carollee Bengelsdorf, Batya Weinbaum, Amy Bridges, Heidi Hartmann, Alice Hageman, Judith Stacey, entre muchas otras más. Teóricas-practicas que aunque no retomaban al lesbofeminismo, sentaban las bases científicas para una teoría feminista revolucionaria que constituiría a su vez, el fundamento para una praxis lesbofeminista re-evolucionaria.

La producción teórico política de las lesbianas tercermundistas en los EU.
Hacia finales de los 80, también se publicaría una gran producción teórica por parte de las Feministas de Color (no blancas anglosajonas) tanto heterosexuales como lesbianas en los Estados Unidos: negras, asiáticas, latinas e indígenas, ubicadas a así mismas como “Mujeres tercermundistas en los Estados unidos” identificándose con el Tercer Mundo y no con el poder anglo norteamericano.
Entre estas grandes militantes y teóricas vivencialistas de los Estados Unidos, se encuentran: Gloria Anzaldúa y Cherrie Moraga, chicanas; Audre Lorde, afroamericana; Anita Valerio, india-chicana; Crystos, india Menomnee; Merle Woo, chinoamericana; Barbara Smith, afroamericana; Mitsuye Yamada, japonesa americana; Inés Hernández, chicana mexicana indígena y Nellie Wong, chinamericana, entre otras.
Riqueza teórico-política que la cultura gay neoliberal desconoce absolutamente y de la cual ha despojado a la comunidad lesbiana, es decir, de sus armas teóricas que le permitirían entenderse a si misma sin la deformación del intermediarismo lesbogay.

La oposición entre las homosexuales femeninas y las lesbianas feministas.Por lo antes explicado, los mas enconados adversarios de las lesbianas feminista independientes no fueron los propios homosexuales sino las homosexuales femeninas. Aquellas mujeres que partían de la cosmovisión homosexual o gay, quienes sistemáticamente atacaron -y continúan contraponiéndose- a las lesbianas autónomas. Acusándolas de “machistas al revés”, “odia-hombres”, “instauradoras del matriarcado”, “lesbianas puristas” (puras, vírgenes de hombre), en síntesis, androfóbicas, además de sectarias y divisionistas.
Ello dificultó una identificación y una alianza importante entre unas y otras, debido a que aquellas se aliaban con los hombres en contra de las mujeres. Finalmente, eran mujeres identificadas con el poder masculino en contra de la liberación de las lesbianas identificadas con el poder femenino. Por ello, es que se decía que las homosexuales eran anti-lesbianas.
Pero lo más cuestionable fue, que cuando se presentaron los primeros financiamientos otorgados por agencias extranjeras a grupos lésbicos mexicanos, varias de esas homosexuales inmediatamente se autodefinieron “lesbianas” e incluso hasta “feministas” para poder acceder a ellos de manera oportunista.

La guerra, no era contra los hombres sino contra el patriarcado.
Lo que nunca entendieron dichas homosexuales femeninas o mujeres gays, e incluso las propias heterofeminsitas, es que la guerra de las lesbianas feministas no era contra los hombres sino contra el patriarcado, no contra “personas” sino contra “un sistema social”, ya que el patriarcado estaba compuesto por hombres pero también por mujeres profundamente patriarcales, es decir: por temibles enemigas de las propias mujeres, el ejemplo del momento era Margareth Tacher, la “Mujer de Hierro”, la Primera Ministro de Inglaterra.

Las gays y la desviación del movimiento lésbico.
Desde el momento en que las homosexuales y mujeres gays eliminaron: la lucha contra el patriarcado como punto central, y se centraron en las demandas gays: contra la homofobia, por los derechos civiles, por espacios de diversión, contra el VIH-Sida, por la conquista de posiciones institucionales, etc. el Movimiento Lésbico perdió totalmente su brújula y se extravió en un discurso ajeno y patriarcal. Situación que corrió paralela a la instauración del Discurso de género que sufrió el feminismo heterosexual y a la Nueva cultura laboral y de excelencia que sufrió el movimiento obrero, y al Discurso ambientalista que sufrió el ecologismo.
Únicamente el lesbianismo feminista independiente y autónomo fue quien conservó la esencia del movimiento lésbico. Ello explica, el porqué todas las iniciativas para impulsar y fortalecer al movimiento lésbico: eventos, conferencias, encuentros nacionales e internacionales, intentos de congresos, actividades culturales, movilizaciones, redes, publicaciones, marchas, etc., siempre fueron y han sido iniciativa de las lesbianas feministas y nunca de las gays, aunque en muchas ocaciones hayan sido invitadas como convocantes o que se los adjudican.
No fueron ni han sido iniciativas de las gays porque éstas se conformaban con “ser parte” de las iniciativas masculinas (Costilla de Adán) ó, a lo más, se conformaban con obtener un pequeño espacio: “los jueves de mujeres” en Lambda, un espacio en la Marcha Gay; un área dentro de los eventos culturales de la “Semana Gay” o una sección de una revista Homopolis, Lesbópolis; precisamente porque no contaban con una identidad propia.
Contradictoria e inaceptablemente, una vez que las lesbianas feministas autónomas impulsaban y organizaban dichas iniciativas, muchas gays pretendían “montarse” o se “montaban” en ellas, lo que se podía interpretar como una penetración gay dentro del movimiento lésbico feminista (pene-traición).
Al respecto, debe quedar claro que quienes han impulsado el desarrollo del Movimiento Lésbico en general han sido las lesbianas feministas de orientación autónoma, y que quienes generalmente han utilizado, desviado y lucrado con el movimiento lésbico han sido las mujeres lesbogay (además de las lesbianas institucionales), exceptuando a las gays que respetuosamente se han mantenido fuera y sin vinculación con el movimiento de lesbianas, las cuales son respetables. A continuación se expondrán algunos elementos históricos que fundamentan los hasta ahora afirmado.

Las autonomías desde el lesbianismo feminista.
Respecto al asunto de la autonomía al inicio del movimiento de lesbianas, existían dos perspectivas: la de Ácratas y la de Oikabeth I.
Oikabeth I concebía a la autonomía como: autodeterminación, autogestión, autoorganización y autodirección de las mujeres frente al control de la dirección política de los hombres y, por supuesto, de las lesbianas frente a los homosexuales, incluyendo el análisis teórico-político, la práctica, las estrategias y los fines. Oikabeth I aplicaba el concepto de autonomía frente a las organizaciones masculinas y “mixtas” como partidos de izquierda, sindicatos, movimientos sociales, político-militares y ante las feministas-heterosexuales, las homosexuales y las gays, lo cual no le impedía establecer diversas alianzas con todas ellas y ellos. Al respecto, Oikabeth I sostenía: “Autonomía sí, separatismo no”.
Ácratas (y un poco más adelante también Oasis) sostuvo la defensa más aguerrida de la autonomía lésbica, sustentándose en el argumento de que el patriarcado era en el fondo profundamente homosexual dado que para que los hombres pudieran monopolizar milenariamente el poder económico, político, social, cultural y sexual y someter a las mujeres, requerían de una alianza (política) entre ellos, es decir, establecer un pacto (erótico) entre ellos, mediante una sublimación sexual que disimulaba su falofilia, con objeto de mantener al sector femenino bajo la esclavitud sexual y la explotación doméstica a través del matrimonio y la familia sustentados en la propiedad privada y el Estado, es decir: las instituciones sagradas del patriarcado.
Cabe mencionar, que incluso las organizaciones y los partidos de aquella izquierda que empezaba a permitirse un acercamiento a las organizaciones lésbicas y homosexuales se opusieron a la “separación de hombres y mujeres”, es decir a la autonomía de estas últimas. Solamente los partidos trotskistas defendieron y respetaron la autonomía como un principio político, o sea, el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y el Partido Obrero Socialista (POS), aunque muchos han criticado al PRT por sobreponerse en el grupo Lambda.

El separatismo en Ácratas.
En lo que atañe a la autonomía separatista, Ácratas esgrimía tres argumentos:
1) que el separatismo era lo único que podía congregar y aglutinar a un grupo social disgregado víctima de alguna discriminación u opresión social;
2) que el separatismo era lo único que podía crear la identificación y la cohesión de ese grupo social oprimido deslindándolo y separándolo de su opresor;
3) que el separatismo era lo único que permitía recuperar o crear los valores culturales del grupo oprimido en cuestión confrontándolos con los valores culturales impuestos por su opresor, y
4) que el separatismo era lo único que permitía fortalecer internamente al grupo oprimido al desligarlo de la dependencia del poder externo del opresor.
Los judíos, por ejemplo, eran un sector social esencialmente “separatista”, lo que permitió que a pesar de su disgregación haya podido conquistar la mayor parte del poder económico mundial.
Es muy importante señalar que también, a principios de los 80, se conformó otra iniciativa lésbica separatista, el primer espacio de lesbianas fuera de la ciudad de México en Tepoztlán, estado de Morelos, llamado “Lesbostlán” por la gran cantidad de lesbianas extranjeras que llegaron a instalarse en ese pueblo. Oasis, fue fundado por una holandesa Safuega (Sofaier) como un espacio de encuentro político-cultural, mismo que jugó un papel importante en la formación de las primeras militantes del movimiento lésbico (espacio que a principio de los 90 se trasladaría a Guadalajara). Oasis fue un lugar principalmente de extranjeras y además, por ser ultra separatista no se ubicó dentro de la dinámica del movimiento lésbico mexicano naciente. Sin embargo, jugó un papel fundamental en la afirmación de la autonomía lésbica, lo cual se debe reconocer como una gran aportación de su lidereza la holandesa Safuega, a quien debe rendírsele un homenaje.
Oikabeth I pensaba que el separatismo podía ser benéfico en un principio más no permanentemente ya que podría provocar el aislamiento de las organizaciones.

La lucha lesbiana, una historia propia.
Lo más destacado del inicio del Movimiento Lésbico feminista independiente y autónomo es que desde su nacimiento en 1977 planteó la necesidad de la autonomía a partir de la visión feminista y trazó los lineamientos generales que hasta ahora continúan las organizaciones lésbicas (no gays ni lesbogays).
Ácratas duró poco tiempo y no logró consolidarse debido al aplastante carácter heterosexual del inicio del movimiento feminista y a la lesbofobia de muchas de sus militantes y a que su fundadora e ideóloga se vio obligada a abandonar por razones de salud la capital del país donde se estaba gestando el movimiento. Por su parte, Lesbos apenas pudo participar en esta construcción ideológica debido a las enormes dificultades que significó formar el primer grupo lésbico en un contexto social profundamente adverso, represivo y violento.

Lineamientos generales de la autonomía
En síntesis, la autonomía se planteaba respecto a los siguientes aspectos:
1) Respecto del Estado y sus instituciones, como son las estructuras legislativas, religiosas y castrenses y los partidos políticos institucionales, es decir, la derecha.
2) Respecto a los financiamientos o apoyos económicos nacionales e internacionales, considerados como una forma de comprar a las organizaciones lesbianas y someterlas a los intereses de las agencias o instituciones que financiaban.
3) Respecto del movimiento homosexual. En efecto, el lesbianismo constituía una realidad totalmente diferente a la de los homosexuales ya que éstas, además de sufrir discriminación por su actitud política erótico-afectiva tenían que padecer la milenaria opresión histórica de la esclavitud de la mujer. Los homosexuales, en cambio, sufrían discriminación por su opción sexual pero por ser varones podían gozar de los diversos privilegios históricos que les otorgaba el patriarcado.
4) Respecto del feminismo heterosexual. Existían dos tipos de feminismos: el feminismo heterosexual y el feminismo lesbiano, ambos partían de la opresión histórica de la mujer sin embargo la lectura de esta opresión era totalmente diferente así como sus propósitos para erradicarla. Por ende, discrepaban tanto en su teoría y en su práctica como en su plataforma política y en sus objetivos. De ahí que se acuñaran los términos “heterofeminismo” y “lesbofeminismo”, que respondían a la idea de que el feminismo-heterosexual

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